CIUDADANOS DE MONEYLAND
<b>No hay nadie que sea tan pobre
como aquel cuya única riqueza sea el dinero</b>
Palabas que dicen mucho: “Porque los que
quieren enriquecerse caen en tentación y
lazo, y en muchas codicias necias y daños que hunden a los hombres en
destrucción y perdición, porque raíz de todos los males es el amor al dinero,
el cual codiciando algunos, se han extraviado de la fe, y fueron traspasados de
muchos dolores” (1 Timoteo 6: 9,10).
KAP en una de sus viñetas ilustra el amor
al dinero que es la raíz de todos los males, de manera muy entendedora: Sentado
en una butaca un potentado, fumando un habano y en nombre de todos sus
compinches, piensa: “Nos preocupa mucho el cambio climático por eso vamos
reciclando a todos los ex políticos en los consejos de administración de
nuestras empresas”.
<b>Oliver Bullough</b>,
periodista y escritor que analiza las consecuencias de los paraísos fiscales
resume en una frase lo encontrado fruto de su investigación: “Existe un paraíso
virtual que te permite evitar cualquier ley”. La periodista <b>Ima
Sanchís</b> que lo entrevista hace un resumen de las investigaciones de
<b> Bullough</b>:”Se adentró en el mundo de los paraísos fiscales y
se encontró con el país del dinero que llamó <i>Moneyland</i>, un
sistema en el que los cleptócratas (personas con propensión patológica a robar)
apátridas que campan a su aire. ¿Por qué tantos barcos navegan bajo la bandera
de otros países? <i>Moneyland</i> les permite evitar las
legislaciones laborales. Los funcionarios rusos prefieren construir puentes que
valen millones de dólares antes que escuelas y hospitales?
<i>Moneyland</i> les permite robar el 10% de los costes de
construcción y que almacenan en el extranjero. ¿Por qué los billonarios viven
en Londres? <i>Moneyland</i> les permite evadir impuestos allá. ¿Por qué tantos extranjeros corruptos
invierten en Nueva York? <i>Moneyland</i> protege sus bienes ante
una posible confiscación.
Es del dominio público que los ladrones
de cuello blanco no salen malparados de las sentencias judiciales, hechos que
hacen enrabiar a las personas que a menudo culpan a Dios de su permisividad.
Las personas se disgustan con Él porque desearían ver cómo trata con dureza a
las personas que se apropian impunemente del dinero público. Los individuos que
recriminan a Dios porque no actúa de inmediato para castigar a los ladrones lo
hacen porque ignoran que “el Señor no tarda su promesa, según algunos la tienen
por tardanza, sino que es paciente con nosotros, no queriendo que ninguno
perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). La
paciencia de Dios hacia los malhechores no quiere decir que cuando crucen la
línea roja que significa que el arrepentimiento ya no es posible, no vaya a
descargar sobre los malvados todo el peso de su Ley.
Fíjese el lector de qué manera retrata el
salmista a los ciudadanos de <i>Moneyland</i>: “No temas cuando
alguien se enriquece, cuando aumenta la gloria de su casa, porque cuando muera
no llevará nada, ni descenderá tras él su gloria. Aunque mientras viva, llame
dichosa a su alma. Y sea loado cuando prospere, entrará en la generación de sus
padres, y nunca más verá la luz. El hombree que está en honra y no entiende,
semejante es a las bestias que perecen” (Salmo 44: 16-20). ¿Qué vergüenza que
después de unos funerales majestuosos Dios considere que la muerte de los
ciudadanos de
<i>Moneyland</i> se parezca a la de las bestias que perecen.
Jesús concluye sus enseñanzas sobre las
riquezas con estas palabras: “Ningún siervo puede servir a dos señores, porque
o aborrecerá al uno y amará al otro; o estimará al uno y menospreciará al otro.
No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Lucas 16: 13). Con este epitafio Jesús retrata a los ciudadanos
de <i>Moneyland</i> que por haber hecho pleitesía a las sotana
rojas y hecho cuantiosos donativos para
ganarse el cielo y despedidos con funerales suntuosos, al abrir los ojos en la
eternidad descubran que únicamente han trabajado por las riquezas que no pueden
llevarse consigo en la eternidad.
“Y oían también todas estas cosas los
fariseos que eran avaros y se burlaban de Él” (v.14). Un toque de atención a
los clérigos amantes de las inmatriculaciones. Jesús relata la parábola de
Lázaro y del rico que banqueteaba espléndidamente y se desentendía del mendigo
Lázaro que comía las migajas que caían de la mesa del rico. Ambos fallecieron.
El ciudadano de <i>Moneyland</i> al abrir los ojos en la eternidad
descubrió que se encontraba en el infierno (vv.19-31). ¡Triste final para
aquellos que únicamente vivieron para almacenar riquezas que no se pueden
llevar a la eternidad!
Octavi
Pereña i Cortina
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