dilluns, 24 de febrer del 2020


ÉXODO 32: 31,32

“Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses  de oro, y que perdones ahora su pecado, y si no, bórrame ahora de tu libro que has escrito”
Israel acababa de cometer un grave pecado: había convertido al Señor que le había liberado de la esclavitud de Egipto, castigando a los egipcios  por la  dureza del corazón del faraón, con las conocidas diez plagas y haber cruzado en seco el Mar rojo y destruido al ejército egipcio que los perseguía sepultándolo bajo las aguas. El rostro del Libertador no lo vieron, pero, en su necedad e impaciencia de ir más deprisa que el tiempo del Señor, convirtieron al Invisible en la imagen de un becerro de oro al que ofrecieron holocaustos y presentaron ofrendas de paz, y se sentó a comer y a beber y se levantó a regocijarse (Éxodo 32. 6). Lo que Dios le dijo a Moisés: “Anda, desciende, porque tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto, se ha corrompido” (v.7).
Cuando Moisés descendió de la montaña de hablar con el Señor y llegó al campamento y vio con sus propios ojos el pecado de Israel, el texto describe el sentimiento de Moisés ante la envergadura del pecado cometido por su pueblo: “Ardió la ira de Moisés, y arrojó las tablas de sus manos, y las quebró al pie del monte” (v. 19). Movido Moisés por el amor que siente por su pueblo le ruega a Dios “que perdone ahora el pecado y si no lo haces bórrame de tu libro (el de la vida) que has escrito”. El amor que siente Moisés por su pueblo es digno de encomio, pero traspasa los límites permitidos. Nadie que esté inscrito en el libro de la vida puede ser borrado de él. La salvación del creyente es eterna y, como significa la palabra, no tiene fin. Quien ha sido comprado al precio de la sangre de Jesús es propiedad de Dios eternamente. Moisés no puede ser borrado del libro de la vida de Dios, como tampoco puede serlo cualquier creyente anónimo cuyos pecados hayan sido borrados por la sangre de Jesús.
A la petición que Moisés hace a Dios que le borre del libro de la vida que Él ha escrito, el Señor le responde: “Al que peque contra mí, a éste borraré yo de mi  libro” (v.33). Tú, le dice el Señor, sigue con tu trabajo de guiar a mi pueblo, “pero en el día del castigo, yo castigaré en ellos su pecado” (v.34). Hasta que no llegue el día del  castigo, Dios concede a los idólatras un período de gracia para que puedan arrepentirse de sus pecados. Finalizado el plazo, si no se ha producido el arrepentimiento se ejecutará la sentencia que se merece el pecado no lavado por la sangre de Jesús: condena eterna.


PROVERBIOS 26: 12

“¿Has visto un hombre que se considere sabio? Mas esperanza hay del necio que de él”
Una denuncia contra las personas que presumen de su sabiduría. Tienen un alto concepto de sí mismos. Son personas que se ponen en la parte alta del pódium y se ponen en el pecho la medalla en la que han gravado: Número 1. No les corresponde a las personas que se sitúen por encima del resto de los mortales porque este enaltecimiento es el inicio de su humillación. Tal vez no será visible en el tiempo presente pero se pondrá de manifiesto en la eternidad cuando se enfrenten al juicio  de Jesús y escuchen de sus labios: No te conozco. Arrojadle al fuego eterno en compañía de todos los que aquí en la tierra se han considerado sabios por desconocer que el principio de la sabiduría es el temor del Señor.
Mientras la muerte no nos venga a buscar, hay esperanza. Todavía los sabios en su propia opinión tienen la posibilidad de cambiar el concepto que tienen de sí mismos y poner los ojos en Jesús que es la Sabiduría eterna. Si por la misericordia del Señor son capaces de apartar sus ojos de sí mismos y ponerlos en Jesús empezarán a caminar por el sendero de la  verdadera Sabiduría. Dejarán de considerarse sabios en su propia opinión sino que, habiéndoseles abierto los ojos de la fe en Jesús, el Logos de Dios, entenderán que lo que antes consideraban  sabiduría   no era nada más que conocimientos humanos que no dejan ver nada más allá de la nariz. Entenderán que lo que consideraban sabiduría no era nada más que restos de la sabiduría que tenían en Adán antes de ser contaminada por el pecado. La desnudez de Adán y Eva pretendiendo taparla con los delantales cosidos con hojas de higuera que la sabiduría de Dios se ha perdido y se sustituye por la mentira de Satanás.
Los que se creen sabios en su propia opinión, ¡con cuánto fervor no clamarán a Dios, cuando se den cuenta de que ser sabios en la propia opinión no es nada más que necedad!,   que los vista con la túnica de lino blanco que significa que su pecado de rebelión contra Dios ha sido perdonado y recuperado la amistad con Dios.




DÓNDE ESTÁ LA SABIDURÍA?

<b>”Y si alguno de vosotros está falto de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente” (Santiago 1: 5)</b>
<b>Lluís Amiguet</b> entrevista a <b>keisuke Matsumoto</b>, monje budista. Reproduzco parte de lo que dice porque sus reflexiones pueden aplicarse perfectamente al cristianismo. El periodista le pregunta a <b> Matsumoto</b>: ¿Por qué se hizo monje? El entrevistado responde: “Quería vivir alguna cosa más que la experiencia de una empresa a la que consagran su existencia casi todos los japoneses”. En el fondo de su alma el monje budista no estaba satisfecho con lo que le proporcionaba vivir exclusivamente para satisfacer la sensualidad del materialismo. El ser humano necesita nutrir el alma que no encuentra descanso en el materialismo. El hombre necesita alimentar  su alma que no encuentra satisfacción acumulando más y más objetos que una vez obtenidos no dan lo que se esperaba de ellos. Jesús quiere hacernos entrar en razón cuando nos pregunta: “¿Qué aprovechará al hombre si gana todo el mundo y pierde su alma?” (Marcos 8: 36). ¿Nos la hemos hecho esta pregunta? La respuesta no se encuentra en retirarse en un monasterio para meditar mientras se realizan trabajos humildes porque el apego a lo sensual se lleva grabado en el alma.
El periodista escarba en el monje  y le pregunta: ¿El budismo no es una multinacional? La respuesta es sincera: “Sí, pero lo descubrí después de hacerme monje”. Tendría que haber sido un golpe muy duro descubrir que el retiro buscado dentro de las paredes de un monasterio formaba parte de una multinacional. A pesar de ello acepta que las organizaciones humanes acaben siendo lo que son.
El periodista persiste en indagar lo que hay en el alma del monje: Veo que no se ha ido del convento. El interrogado responde: “Ahora sé que el budismo se ha convertido en un conjunto de creencias dogmáticas e institucionalizadas al servicio de una elite”. ¿Qué sino el cristianismo institucionalizado es una multinacional que impone lo que tienen que creer quienes buscan refugio a la sombra de la institución. Las multinacionales de la fe no dan opción a sus protegidos a pensar en libertad, a investigar y a tomar conclusiones de su propia cosecha. Se lo dan todo masticado. Tienen que aceptar por fuerza las reglas que impone la elite gobernante. La disidencia se castiga con dureza. ¿Se encuentra en una multinacional de la fe la paz que no se encuentra en el mundo materialista? Afirmo que no.
<b>Lluís Amiguet</b> no se cansa de indagar. ¿Sólo el budismo? La respuesta que obtiene: “Por eso llegué a la conclusión que lo que ahora necesitan los hombres es sabiduría, no religión. Por esto todavía sigo en el convento”. Los hombres buscamos la sabiduría en la filosofía.  La filosofía es un conjunto de razonamientos que hacen los hombres a partir de las tinieblas que anidan en sus almas no iluminadas por la luz que es Jesús. Por esto no satisfacen sus razonamientos. ¿Dónde hallar la verdadera sabiduría?
El libro de Proverbios es una exposición de lo que es la sabiduría. No es filosofía, es una Persona que clama con ternura a los hombres para que le presten atención y se dejen guiar por Él: “Oh hombres, a vosotros clamo, dirijo mi voz a los hijos de los hombres. Entended, oh simples, discreción, y vosotros necios, entrad en cordura. Oíd porque hablaré cosas excelentes, y abriré mis labios para cosas rectas. Porque mi boca hablará verdad, y la impiedad abominarán mis labios. Justas son todas las razones de mi boca, no hay en ellas cosa perversa ni torcida” (proverbios 8: 4-8). El mismo libro resume en pocas palabras Quien es la sabiduría: “El principio de la sabiduría es el temor del Señor, los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza” (1:7).
Las personas tocadas por la sabiduría divina no pueden comportarse como lo hace <b>keisuke Matsumoto</b> que sigue en el convento porque “pretende liberar a los líderes religiosos de las ataduras de la religión institucional”. La Biblia no se cansa de advertirnos para que nos alejemos de las tinieblas de la religión institucionalizada. Nos alerta del peligro que comporta refugiarnos bajo sus alas. <b>keisuke Matsumoto</b> no abandona el monasterio que le da cobijo porque intenta liberar  a las elites de la religión institucional. Todos los que han creído en Jesús que es la Sabiduría divina abandonan las ataduras de la religión institucional.  El caso más conocido es el de Martín Lutero, monje agustiniano que intentó expulsar la corrupción existente en la Santa Sede. Como el intento era como dar cabezazos contra la roca, colgó el hábito y abandonó la religión institucional que ahoga a los fieles que buscan la verdadera sabiduría. La luz y las tinieblas no pueden andar juntas.
Octavi Pereña i Cortina


dilluns, 17 de febrer del 2020


DOMINGO: REMEDIO PARA LA SOLEDAD

<b>Mil personas andando por un camino, mil soledades andando juntas (proverbio hindú)</b>
Un reportaje titulado <i>Cuando el lunes es el mejor día de la semana</i>, expresa de manera muy clara y documentado con experiencias de afectados por la soledad y declaraciones de expertos en salud mental, la trágica situación en que se encuentran muchas persona los fines de semana cuando el viernes por la tarde abandonan el trabajo y no tienen que reemprenderlo hasta el lunes.
<b>Javier Ricau</b>,  autor del reportaje cita el testimonio de <b>Peter</b>, hombre de 62 años “que tiene una vida laboral atareada”. Para este hombre el sábado y el domingo son los peores días de la semana. Como dice, queda atrapado “en un desierto emocional” del que no se escapa hasta el lunes. Al contrario de lo que ocurre a muchas personas que el lunes sufren el síndrome de fin de semana, para <b>Peter</b> el lunes es el mejor día de la semana porque le toca volver a trabajar.
Una encuesta del periódico británico <i>The Guardian</i> que hizo entre sus lectores “sorprende porque la mayoría de las personas que respondieron confesaron que se sentían muy solas los sábados y los domingos.
<b>Liz</b>, una mujer de 41 años que tiene un buen empleo explica su experiencia de los fines de semana: “Entre semana soy una persona feliz y satisfecha con lo que hago, el fin de semana me siento como una paria solitaria”. Echa de menos a sus compañeros de trabajo con quienes interactúa durante la semana y que tienen planes para el fin de semana “en donde no hay lugar para una soltera”.
El siquiatra <b>Sergio Oliveros</b> dice que el trabajo de <i>The Guardian</i> tiene mucho sentido si se tiene en cuenta que se ha realizado en un país como Gran Bretaña: “<b>Theresa May</b> creó en el 2018 una Secretaria de Estado para la soledad porque consideró que era un problema de salud pública que podía afectar a más de la quinta parte de la población británica y genera más morbididad  cardiovascular que el tabaco, el alcohol o el sedentarismo,  como han demostrado diversos estudios.  Como un síndrome de abstinencia a una substancia, en este caso el trabajo que ha mantenido intoxicado al sujeto durante la semana laboral”. Las personas que afirman ser muy felices de lunes a viernes y que pasan solas los sábados y domingos, “suelen divinizar el trabajo y han convertido su entorno laboral en la única fuente de gratificación”.
La divinización del trabajo como dice el siquiatra <b>Sergio Oliveros</b> o convertirse en <i>adictos al trabajo</i> como dicen los expertos en salud mental, por parte de quienes viven solos los fines de semana, también de quienes tienen familia ya que afecta negativamente las relaciones familiares.
El ser humano no puede ser feliz sin Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Los israelitas habiendo sido testigos del poder de Dios manifestado en las plagas de Egipto y en la travesía en seco por el Mar Rojo, ponen de manifiesto que la fe en el Todopoderoso era muy superficial. En el momento en que dicen que no sabían que se había hecho de Moisés, que estaba conversando con Dios en la cima del monte, convierten en un becerro de oro a quien les había liberado de la esclavitud de Egipto y conducido a la libertad. A pesar de su infidelidad, el Libertador  les da instrucciones que les guíen en el futuro a tomar decisiones correctas. Los Diez Mandamientos resumen dichas instrucciones.
La primera orden que se lee en la tabla dice: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20: 3). Cualquier cosa que se interponga entre Dios y el hombre es un dios que le está prohibido. La adoración a dioses que no son Dios perjudica la salud espiritual y a la salud síquica del hombre. Con el fin de abortar la tendencia idólatra Dios escribe este mandamiento que tiene que ver con el trabajo: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra, mas el día séptimo es reposo para el Señor tu Dios, no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar y todas las  cosas que en él hay, y reposó en el séptimo día, por tanto el Señor bendijo el día de reposo y la santificó” (vv.8-11).
Un día de descanso semanal para dedicarlo exclusivamente al Creador y Salvador es el antídoto que cura la adicción al trabajo, aporta bienestar familiar y la salud del alma a quienes viven solos los fines de semana.
El problema de la soledad que  <b>Theresa May vio tan grave hasta el punto de crear una Secretaria de Estado para combatirla, su curación no costaría ni un euro a la Sanidad Pública si los afectados decidiesen dedicar el domingo al Señor. Esto significaría que durante los días laborables se miraría el trabajo con otros ojos.
Octavi Pereña i Cortina



SALMO 18:28

“Tú encenderás mi lámpara, el Señor mi Dios alumbrará mis tinieblas”
A pesar de que los hombres convierten la noche en día con el alumbrado público que ilumina en la oscuridad, el ser humano camina en tinieblas porque su corazón está entenebrecido por la presencia en él del príncipe de las tinieblas. A pesar de todo lo que hace para que la luz resplandezca en la oscuridad, no consigue desprenderse de las tinieblas que anidan en su corazón.
El apóstol Pablo escribiendo a los tesalonicenses les dice. “Sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche, que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán”. Entonces haciendo una clara distinción se dirige a los creyentes en Cristo en estos términos: “Mas vosotros hermanos, no estáis en las tinieblas, para que aquel día no os sorprenda como ladrón”. Los verdaderos cristianos se comportan como las vírgenes prudentes de la parábola que velaban cuando el Señor vino para dar inicio al banquete de boda. En tanto se espera la venida gloriosa del Señor Jesucristo, los que esperan velando se comportan de esta manera: “Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día, no somos de la noche  ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás (las vírgenes insensatas  cabecearon mientras aguardaban la venida del Señor), sino velemos y seamos sabios”
Pablo hace una exhortación que refleja dos estilos de vida: a los creyentes nos dice que “velemos y seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de la fe y del amor, y con la esperanza de salvación como yelmo”. Los otros, como las vírgenes insensatas “los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan” (1 Tesalonicenses 5: 4-8).
La venida del Señor es cierta aun cuando se desconozca la fecha exacta de su venida, que lo será con la imprevisibilidad del ladrón que viene a robar. Para  los creyentes la espera es parecida a la de las vírgenes prudentes que estaban provistas de aceite para sus lámparas. En otras palabras, vivían en luz porque la luz de Cristo resplandecía en sus corazones. Los no creyentes esperan la venida del Señor con el espíritu de las vírgenes insensatas que no se habían provisto de aceite para sus lámparas. Andaban en tinieblas. Los que caminan de día, cuando el Señor venga, entrarán con Él en la sala del banquete. Los que no han comprado aceite  para las lámparas, que caminan de noche, golpearán desesperadamente con fuerza a la puerta que da acceso a la sala del banquete de bodas, que no se abrirá: desde el interior el Señor les dirá: “No os conozco hacedores de maldad”.


PROVERBIOS 8: 3

“Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad, átalas a tu cuelo, escríbelas en la tabla de tu corazón”
Ser cristiano no consiste en mera charlatanería. A menudo pensamos que con el conocimiento exhaustivo de la Biblia basta para dar testimonio de Cristo. El texto que comentamos no va en esta dirección.
“Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad”. Salomón casa la misericordia con la verdad. De la misma manera que el matrimonio a los ojos de Dios constituye una unidad indivisible, la misericordia y la verdad siempre tienen que ir juntas. Si uno de los elementos falta, el testimonio cristiano deja mucho que desear. Tan importante es que no se produzca un divorcio, que la misericordia y la verdad cada una vaya por su lado, que Salomón añade: “escríbelas en la tabla de tu corazón”. El Espíritu Santo es el encargado de escribir en el corazón del creyente la Ley de Dios. Salomón inspirado por el Espíritu Santo le mueve a escribir el proverbio que comentamos, responsabilizando al creyente a escribirlo en la tabla de su corazón. Insta al creyente a esforzarse en su salvación. A que no sea un sujeto pasivo
No pienso que el escritor sagrado crea que el lector del proverbio esté capacitado por sí solo de escribir de manera permanente la Ley de Dios en su corazón. Le pone ante una posición inalcanzable por sí solo. Le alerta de que considere que el testimonio cristiano sea algo sin importancia. Le avisa de que por sí solo no puede hacerlo. Le pone ante sus ojos la magnitud de la empresa que tiene que realizar. Le recuerda su insignificancia y que sin la colaboración del Espíritu Santo no va a poder cumplir el mandato de grabar en su corazón de manera permanente el binomio “misericordia y verdad”. Ya lo dijo Jesús “sin mi nada podéis hacer”
¡Cuánta dependencia de Dios se necesita para llevar a cabo la tarea de gravar en el corazón la misericordia y la verdad! Es una orden recibida que debe obedecerse. Los valientes consiguen la victoria.




dimarts, 11 de febrer del 2020

JUAN 6: 44

“Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envió no lo trajese, y yo le resucitaré en el día postrero”
Un texto claro que enseña que la salvación empieza y termina en Dios y que el hombre no interviene para nada en ella. Nadie, afirma Jesús, “puede venir a mí, si el Padre no lo trajere” Nadie puede ir al Buen Pastor de las ovejas si el Padre no se las lleva. Al orgullo humano se le hace difícil aceptar que su voluntad de salvación, que sus mortificaciones para conseguir una vida santa no sirven para nada para alcanzar la salvación. A los hombres pueden conmovernos los esfuerzos draconianos que alguien pueda hacer para agradar a Dios. El Padre no se conmueve al contemplar los esfuerzos que por nuestra parte puedan parecernos heroicos.
“Escogidos antes de la fundación del mundo” (Efesios 1:4). Cuando no existía nada ni nadie, excepto Dios, al Padre le agradó escoger a algunos movido por su misericordia para entregárselos  a su Hijo. El número de los escogidos se completó antes de la fundación del mundo. Si no es por la fe que es regalo de Dios es imposible aceptar esta decisión divina que es tan difícil de digerir. Es así, nos guste o no. Quienes hemos creído en Jesús como único Señor y Salvador no podemos hacer nada más que agradecer al Padre que nos haya escogido para entregarnos  a su Hijo.
Si formamos parte de los elegidos que el Padre ha dado a su Hijo, Éste con la colaboración del Espíritu Santo se encarga del proceso de hacernos perfectos como el Padre es perfecto. Ahora, en el tiempo, poseyendo los cuerpos corruptibles y mortales que tenemos, dicha perfección no la vamos a alcanzar. Estamos embarcados  en un proceso de perfeccionamiento que no finalizará hasta el día de la resurrección cuando nuestros cuerpos corruptos y mortales serás revestidos de incorrupción e inmortalidad en el día de la resurrección. Entonces la muerte será vencida por la victoria de Jesús al ser resucitado de los muertos.
Cuando las dudas nos asalten con respecto a la elección divina, recordemos el texto sobre el que hemos meditado: “Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envió no la trajere, y yo le resucitaré en el día postrero.


GÉNESIS  45: 5

“Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá, porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros”
¿Quién habría predicho el final feliz que le esperaba a José cuando fue vendido por sus hermanos a unos mercaderes ismaelitas  por  veinte monedas de plata? De no ser alguien a quien Dios le hubiera dado el don de predecir el futuro, nadie. Nosotros que conocemos la historia de José desde el principio al final, no nos asombra. ¿Qué de los acontecimientos que nos suceden en nuestras vidas? Desconocemos a dónde nos van a llevar. Ante los acontecimientos mundiales cargados de conflictos, la angustia, el miedo, las preocupaciones salen a flor de piel acompañado  del frotarse las manos de las farmacéuticas con el incremento de ventas de ansiolíticos y de los siquiatras que contemplan satisfechos las largas colas de pacientes que se forman y que desean les visiten. ¿Qué nos dice Jesús ante la incertidumbre del mañana?
Jesús quiere limpiar nuestros corazones de temores infundados sobre el futuro. Con unas palabras que Mateo y Lucas recogen en sus respectivos evangelios que la versión Reina-Valera de la Biblia identifica con el título El afán y la ansiedad (Mateo 6: 25-34 y Lucas 12: 22-31). Se dirige a nosotros que somos hombres pecadoras repletas nuestras vidas de afán y ansiedad, diciéndonos: “No os afanéis por vuestra vida, que habéis de comer o qué habéis de vestir” (Mateo 6: 25). ¿Cómo intenta Jesús borrar de nuestras almas el miedo al futuro? Con un lenguaje muy claro y sencillo que se hace entendedor incluso a las personas más sencillas, el Padre celestial no dejará de proveer las necesidades diarias de quienes confían en Él. La oración modelo nos enseña a pedir al Padre celestial el pan de cada día danos hoy, provisión materializada con el maná, el pan caído del cielo que lo israelitas recogían cada mañana. Si Jesús nos enseña a pedir al Padre celestial el pan de cada día, ¿cómo no va a proveer todo lo que necesitamos? Jesús nos enseña a considerar la belleza de los lirios del campo. Si algo tan efímero Dios lo viste con tanta belleza, ¿cómo no va a proveer lo que necesitamos para cubrir nuestros cuerpos?
No debemos afanarnos por las cosas materiales. Los gentiles, es decir, los incrédulos “buscan todas estas cosas, pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas ellas” (v.32).
Casi al final del texto El afán y la ansiedad Jesús nos dice: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán  añadidas”          (v. 37). Nos viene a decir amemos a Dios sobre todas las cosas y dejemos que sea Él el responsable de proveer el alimento y el vestido que nuestros cuerpos necesitan. No seamos tan insensatos como lo fueron los israelitas que a pesar del aviso que lo que sobraba cada día se echaría a perder, desobedecieron el descanso sabático yendo a buscar maná el día que no descendería del cielo.


FILOSOFIA DE LA DUDA

<b>La incapacidad de discernimiento entre el bien y el mal no tiene por qué seguir dándose</b>
La periodista <b>Begoña Corzo</b> se refiere a la participación del actor italiano <b>Cosimo Fusco</b> en la serie de <b>  Alejo de la Iglesia</b> <i>30 monedas<i>. El actor dice: “Soy un privilegiado de ser uno de los personajes: un cura italiano”. La entrevistadora la pregunta: ¿Un sacerdote bueno o malo?  El artista le responde: “¿Quién sabe en dónde está el mal o el bien?” El ser humano es un ser moral capacitado para saber diferenciar entre el bien y el mal. ¿Cómo es posible que acompañando a <b>Cosimo Fusco</b> sean tantas las personas que no sepan distinguir entre el bien y el mal?
La respuesta a esta pregunta la encontramos en los tres primeros capítulos de Génesis. Si como muchos piensan que son mitología como las mitologías griega y romana que han contribuido a la formación del pensamiento occidental,, entonces no hay respuesta a por qué el ser humano siendo un individuo moral no sepa distinguir entre el bien y el mal. Para mí, los tres capítulos de Génesis, como el resto de la Biblia, son historia. Describe hechos históricos y como tales se los debe tener en cuenta.
Vayamos a Génesis. El primer versículo declara: “En el principio Dios creó los cielos y la tierra”. Acto seguido detalla cómo hizo la creación. De los seres vivientes el hombre es el más importante ya que Dios lo creó a imagen y semejanza suya (1: 26). Esta importancia requería que se le diese un trato diferenciador. Adán y Eva tenían que tener un lugar condicionado en donde habitar. “El Señor Dios plantó un jardín” (2: 8). “El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín de Edén para que lo cultivase y lo guardase” (2: 13). Una vez instalados en el jardín que el Creador había diseñado para ellos, les dio las instrucciones necesarias para que las cosas les fuesen bien: “Puedes comer de todo árbol del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal, no comas, porque el día que comas, ciertamente morirás” (2: 16,17). El jardín fue un auténtico paraíso hasta que Satanás, padre de la mentira entró en escena habiendo poseído una serpiente. Persuasivamente despierta el pensamiento pecaminoso de Eva. Ésta, fijándose en el árbol prohibido que hasta este momento no le había prestado atención, vio que era bueno para comer. Ella y Adán se zamparon el fruto delicioso a sus ojos (3.6). La desobediencia de Adán tuvo una consecuencia inmediata: “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos, entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales” (3:7). La desobediencia alteró su relación con Dios. Antes, la desnudez no los avergonzaba. Ahora  saben por experiencia qué es el mal. A pesar de que no han perdido su condición de seres morales, la visión se les ha hecho borrosa. Ha perdido la nitidez original. De ahí que como <b>Cosimo Fusco</b>, muchos digan: Quién sabe en dónde está el mal o el bien”. En el aspecto moral nos hemos convertido en ciegos que guían a otros ciegos. Los unos y los otros caen en el hoyo. ¿No es esta la situación en nuestros días que las cosas nos van de mal a peor?
Los ciegos que le pidieron a Jesús que les devolviese la vista lo hicieron porque eran conscientes de su ceguera. Si decimos que somos capaces de distinguir entre el bien y el mal significa que no somos conscientes de nuestra ceguera espiritual. No sabemos distinguir de manera correcta entre el bien y el mal aun cuando creamos que sí sabemos hacerlo. Como resultado de la desobediencia de Adán, todos sin excepción, nacemos pecadores, ciegos espirituales, desde la concepción, incapaces de distinguir entre el bien y el mal, deficiencia que se detecta poco después de nacer. Refiriéndose a esta dolencia Jesús hace esta reflexión: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12). Si quien cree en Jesús deja de andar en tinieblas significa que en el sentido espiritual se le devuelve la vista a los ciegos de nacimiento.
Si se persiste en conservar la ceguera espiritual, permanece intacta la incapacidad de discernir entre el bien y el mal. Entonces somos merecedores de la reprensión que hace el profeta Isaías: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y a lo dulce por amargo!”        (5: 20). Aquellos israelitas que por el mero hecho de practicar el ceremonial establecido por la Ley de Dios creían que andaban por el camino que conduce a Dios, el profeta los corrige y los pone en su sitio: “Buscad lo bueno y no lo malo, para que viváis, porque así el Señor de los ejércitos estará con vosotros, como decís” (Amós 5:14). Con Jesús que es la luz del mundo se corrige la incapacidad de distinguir entre el bien y el mal. Con Cristo la filosofía de la duda es cosa del pasado.
Octavi Pereña i Cortina

dilluns, 3 de febrer del 2020


CIUDADANOS DE MONEYLAND

<b>No hay nadie que sea tan pobre como aquel cuya única riqueza sea el dinero</b>
Palabas que dicen mucho: “Porque los que quieren enriquecerse  caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y daños que hunden a los hombres en destrucción y perdición, porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se han extraviado de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Timoteo 6: 9,10).
KAP en una de sus viñetas ilustra el amor al dinero que es la raíz de todos los males, de manera muy entendedora: Sentado en una butaca un potentado, fumando un habano y en nombre de todos sus compinches, piensa: “Nos preocupa mucho el cambio climático por eso vamos reciclando a todos los ex políticos en los consejos de administración de nuestras empresas”.
<b>Oliver Bullough</b>, periodista y escritor que analiza las consecuencias de los paraísos fiscales resume en una frase lo encontrado fruto de su investigación: “Existe un paraíso virtual que te permite evitar cualquier ley”. La periodista <b>Ima Sanchís</b> que lo entrevista hace un resumen de las investigaciones de <b> Bullough</b>:”Se adentró en el mundo de los paraísos fiscales y se encontró con el país del dinero que llamó <i>Moneyland</i>, un sistema en el que los cleptócratas (personas con propensión patológica a robar) apátridas que campan a su aire. ¿Por qué tantos barcos navegan bajo la bandera de otros países? <i>Moneyland</i> les permite evitar las legislaciones laborales. Los funcionarios rusos prefieren construir puentes que valen millones de dólares antes que escuelas y hospitales? <i>Moneyland</i> les permite robar el 10% de los costes de construcción y que almacenan en el extranjero. ¿Por qué los billonarios viven en Londres? <i>Moneyland</i> les permite evadir impuestos  allá. ¿Por qué tantos extranjeros corruptos invierten en Nueva York? <i>Moneyland</i> protege sus bienes ante una posible confiscación.
Es del dominio público que los ladrones de cuello blanco no salen malparados de las sentencias judiciales, hechos que hacen enrabiar a las personas que a menudo culpan a Dios de su permisividad. Las personas se disgustan con Él porque desearían ver cómo trata con dureza a las personas que se apropian impunemente del dinero público. Los individuos que recriminan a Dios porque no actúa de inmediato para castigar a los ladrones lo hacen porque ignoran que “el Señor no tarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). La paciencia de Dios hacia los malhechores no quiere decir que cuando crucen la línea roja que significa que el arrepentimiento ya no es posible, no vaya a descargar sobre los malvados todo el peso de su Ley.
Fíjese el lector de qué manera retrata el salmista a los ciudadanos de <i>Moneyland</i>: “No temas cuando alguien se enriquece, cuando aumenta la gloria de su casa, porque cuando muera no llevará nada, ni descenderá tras él su gloria. Aunque mientras viva, llame dichosa a su alma. Y sea loado cuando prospere, entrará en la generación de sus padres, y nunca más verá la luz. El hombree que está en honra y no entiende, semejante es a las bestias que perecen” (Salmo 44: 16-20). ¿Qué vergüenza que después de unos funerales majestuosos Dios considere que la muerte de los ciudadanos de  <i>Moneyland</i> se parezca a la de las bestias que perecen.
Jesús concluye sus enseñanzas sobre las riquezas con estas palabras: “Ningún siervo puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro; o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Lucas 16: 13). Con  este epitafio Jesús retrata a los ciudadanos de <i>Moneyland</i> que por haber hecho pleitesía a las sotana rojas  y hecho cuantiosos donativos para ganarse el cielo y despedidos con funerales suntuosos, al abrir los ojos en la eternidad descubran que únicamente han trabajado por las riquezas que no pueden llevarse consigo en la eternidad.
“Y oían también todas estas cosas los fariseos que eran avaros y se burlaban de Él” (v.14). Un toque de atención a los clérigos amantes de las inmatriculaciones. Jesús relata la parábola de Lázaro y del rico que banqueteaba espléndidamente y se desentendía del mendigo Lázaro que comía las migajas que caían de la mesa del rico. Ambos fallecieron. El ciudadano de <i>Moneyland</i> al abrir los ojos en la eternidad descubrió que se encontraba en el infierno (vv.19-31). ¡Triste final para aquellos que únicamente vivieron para almacenar riquezas que no se pueden llevar a la eternidad!
Octavi Pereña i Cortina




GENESIS 28: 16

“Ciertamente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía”
El lugar más inesperado puede ser el espacio que el Señor escoge para manifestarse a la persona que ha elegido desde antes de la fundación del mundo para su salvación. Sí, el lugar más impensable es apropiado para que un hijo pródigo se encuentre con el Padre que había abandonado para irse a un país lejano. Cualquier lugar es apropiado para que el hombre pueda encontrase con Dios.
Quienes hemos sido educados   en el catolicismo romano se nos ha enseñado que el único lugar donde puede producirse el encuentro con Jesús es en la Iglesia católica y en el sagrario que se dice reside Jesús en cuerpo presente. Se nos ha enseñado que en la iglesia, el templo, en donde se espira quietud y silencio es el lugar adecuado para establecer contacto con el Salvador mediante la oración.
La confesión de Jacob  que encabeza este comentario se produjo cuando el patriarca despertó del sueño nocturno acompañado de la visión de la escalera que unía el cielo con la tierra y el Señor encontrándose a lo alto de ella recordándole las bendiciones que le pertenecían como elegido de Dios. El lugar en donde pasó la noche Jacob era desértico y nada apropiado, según la Iglesia católica, para tener un encuentro con Dios. En el lugar en donde Jacob recostó su cabeza sobre una piedra era desértico. En él no había templo ni sagrario, pero se encontró con Dios.
En el Nuevo Testamento, cuando ya no hay nuevas revelaciones de Dios porque todo lo que Dios tiene que decir al hombre ya lo ha dicho, tenemos un conocimiento más amplio de dónde encontrar a Dios. Como Dios es Espíritu cualquier lugar es adecuado para que el no creyente pueda elevar una súplica a Jesús. Para el verdadero creyente no le es preciso dirigirse a un lugar concreto porque es portador de Dios: “¿No sabéis que sois templos de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?                (1 Corintios 3: 16). Dios, por el hecho de ser omnipresente se le puede encontrar en cualquier lugar. Por esta razón cualquier  lugar es tierra sagrada. Pero, de manera especial se encuentra en cualquier lugar en que esté presente una persona convertida a Cristo, que es templo del Espíritu. En el lugar más insospechado en que puede encontrarse el creyente puede alzar la mirada al cielo e invocar el Nombre del Salvador, que es el Camino que conduce al Padre celestial. En el lugar en donde se encuentre, sea desértico o en medio de una aglomeración de gente, puede alzar los ojos al cielo y en silencio pronunciar: “Padre mío que estás en el cielo…”, es decir, abrirle el corazón y exponerle todo aquello que en aquel momento le agobie. Se tiene la certeza de que Jesús en aquel momento está en aquel lugar para oír el clamor de quienes le buscan de corazón.


PROVERBIOS 21:2

“Todo camino del hombre es recto en su propia opinión, pero el Señor pesa los corazones”
El ser humano en general se mantiene inconmovible en su propia opinión, opinión muchas veces no contrastada, pero que defiende con  firmeza inusual, dejándose guiar por los sentimientos más que por la verdad. De ahí las discusiones acaloradas como dos gallos peleándose para hacer prevalecer la verdad de sus opiniones. La Palabra de Dios como no puede ser de otra manera denuncia la tendencia humana de considerar sus opiniones regla de fe. Irrenunciable.
“Todo camino del hombre es recto en su propia opinión”. Si el texto acabase aquí, el concepto que el hombre tiene   de su opinión, ésta no cambiaría jamás. La segunda parte del versículo dice: “Pero el Señor pesa los corazones”. Es una metáfora que indica que el Señor controla los pensamientos, los pone en la balanza de la justicia y son hallados faltos de peso. Otra metáfora para decir lo mismo, que las opiniones no son válidas, es la plomada que utiliza el albañil a la hora de tener que levantar paredes. La plomada es un instrumento muy sencillo. Consiste en una bolita de plomo atada a un cordel y se usa para determinar la verticalidad de la pared que se está levantando. Señala si la pared se desvía de la verticalidad y pueda corregirse antes de que sea demasiado tarde y tenga que derribarse el muro.
Espiritualmente hablando intentamos engañar al Señor que pesa los corazones. Las pesas que utiliza para pesar los corazones son del peso legal pues son su Ley y al ponerlas en la balanza determinan si los pensamientos se ajustan o no a la verdad de Dios.
En su necedad, el hombre intenta nivelar la balanza añadiendo al platillo de las opiniones lo que considera son buenas obras. El resultado es todo lo contrario pues lo que consigue es que el desequilibrio sea más notorio. ¿Cómo resolver el problema? Muy sencillo poniendo en el platillo de nuestras opiniones la sangre de Jesús que borra todos nuestros pecados. Entonces se equilibra la balanza porque nuestras opiniones injustas a los ojos de Dios son justas. Lo que no consiguen nuestras propias opiniones lo obtiene la sangre de Jesús. El combate de dos gallos enzarzados en un combate a muerte desaparece porque ambos contendientes entienden el nulo valor de las propias opiniones.