dilluns, 28 d’octubre del 2019


PROVERBIOS 16: 24

“Panal de miel son los dichos suaves, suavidad al alma y medicina para los huesos”
Al tratar el tema de la lengua necesariamente tenemos que mencionar el texto de Santiago: Así también la lengua es un miembro pequeño que se jacta de grandes cosas. He aquí ¡cuán grane bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta en nuestros miembros, y contaminando el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno”                        ( 3: 5,6). La legua es un órgano neutro. Es la condición del hombre que la convierte en un panal de miel o en un mundo de maldad.
Lo que contemplamos en nuestro alrededor es la lengua como mundo de maldad porque los corazones de quienes  la usan están “inflamados por el infierno”. Son lenguas viperinas que destilan odio y muerte. Lo observamos a diario en nuestras relaciones sociales y también con más bombo y platillo en las proclamas incendiarias de algunos políticos que no tienen reparo alguno en disparar a matar a sus oponentes que no comulgan con ellos. Las multitudes de las que sale la elite política, en su mayoría son hijos del diablo y con sus lenguas anuncian las obras malvadas que se proponen hacer. Andan de noche y difunden el mundo de maldad en que se encuentran. Dejemos a un lado la lengua inflamada por el infierno y, detengámonos en el texto que comentamos.
Detrás de las palabras que son “panal de miel y medicina para los husos” se encuentra una persona que es un verdadero hijo de Dios. Su corazón ha sido limpiado de todos sus pecados por la sangre de Jesús. Es dirigida por el Espíritu Santo que habita en ella. Empieza a degustar las delicias celestiales. La imagen de Jesús se va reflejando en sus dichos. Su lengua destila amor, gozo, paz, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, es decir, panal de miel son sus dichos suaves y medicina para los huesos para quien lo refleja su lengua y para los oídos de quienes escuchan los sonidos celestiales emitidos por la lengua santificada por la sangre de Jesús.


SALMO 66: 3

“Decid a Dios: ¡Cuán asombrosas son tus obras! Por la grandeza de tu poder se someterán a ti tus enemigos”
El salmista nos invita a dirigirnos a Dios reconociendo  lo asombrosas y poderosas que son sus obras. Si en la antigüedad cuando el hombre contemplaba el firmamento estelado directamente con sus ojos podía reconocer la grandeza del poder divino y lo maravillosas que son sus obras, ¡con cuan mayor motivo deberíamos hacerlo hoy en día cuando para examinar el firmamento contamos con los poderosos telescopios y las sondas espaciales que se adentran en las profundidades del espacio sideral. Por un lado el macrocosmos espacial se nos acerca y por el otro, el microcosmos celular se hace visible con la ayuda de los potentísimos microscopios electrónicos que hace posible contemplar el maravilloso mundo celular. Nuestra generación se adentra de manera espectacular en la interioridad, tanto del macrocosmos como del microcosmos. La ceguera espiritual induce a muchos a decir que las maravillas que contemplan son obra del azar. Que su existencia es una casualidad.  Son incapaces de reconocer lo maravillosas que son las obras de Dios. Los ateos, agnósticos, incrédulos se dejan escapar la oportunidad de acercarse a Dios para agradecerle la maravillosa obra de la creación y asimismo de su propia creación. Perdiéndose la oportunidad de reconocer que Él es la fuente de su  bienestar.
La segunda parte del texto que comentamos tiene que ver con la manifestación del poder de Dios en la conversión de sus enemigos. “Por la grandeza de tu poder se someterán a ti tus enemigos”. La mayoría de los enemigos de Dios lo hemos sido silenciosos, quiero decir que no éramos personas destacadas en el mundo y que nuestra conversión a Jesús no ocasionó revuelo social más allá de los límites familiares. Más allá de un pequeño círculo social, dejar de ser enemigo de Dios para someternos a Él no ha trascendido. El mismo poder que necesitó Dios para que personas socialmente desconocidas se sometiesen a Él es el que empleó para hacer caer de su caballo a Saulo de Tarso, acérrimo perseguidor de cristianos.
En unanimidad de voz juntémonos los ex enemigos de Dios, los anónimos y los públicos y notorios, para que proclamemos a gran voz: “¡Cuán asombrosas son tus obras! Por la grandeza de tu poder se someterán a ti tus enemigos”




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