dilluns, 14 d’octubre del 2019


PROVERBIOS 15. 8

“Mas la oración de los justos es el gozo de Él”
Justos, rectos, son palabras que describen a aquellas personas cuyos pecados han sido lavados por la sangre de Jesús. Que por la fe en el Nombre del Señor han sido convertidos en templos del Espíritu Santo y adoptados como hijos de Dios. El Espíritu a la vez  que hace que reconozcan a Dios como el Padre celestial, les enseña a orar porque no saben cómo hacerlo. Los justos, los rectos, son personas que han sido escogidas por Dios para salvación antes de la creación del mundo.
Los justos no son personas que practican una religión. Son hombres y mujeres que saben en quién han creído. No practican por tradición una religión que no les dice nada. Viven en íntima comunión con Dios. Por la fe en Jesús muerto y resucitado conocen a Dios. No creen en un dios desconocido como lo hacían los atenienses. Son personas que como los samaritanos decían a la mujer con quien habló Jesús junto al pozo de Jacob: “Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo” (Juan 4: 42). En definitiva, los justos son pecadores que se toman en serio a Jesús y a su Padre.
“La oración de los justos es el gozo para Él”. Al Padre celestial le encanta que sus hijos se le acerquen en oración. Le place que sus hijos se le arrimen a Él con reverencia y con palabras balbuceantes le cuenten sus problemas. No le gustan las oraciones aprendidas de memoria, ni que reciten como papagayos el Padrenuestro sin tener conciencia de lo que dicen, y que lo hacen  por pura costumbre. Tampoco le placen las oraciones que son pronunciadas como precepto eclesiástico. No son palabras elaboradas y rebuscadas las que le encanta oír. Son las palabras sencillas, nacidas de un corazón que ama al Padre las que son un gozo para Él. Que el Espíritu ponga en nuestros corazones las palabras que deben pronunciar nuestros labios, pues desconocemos lo que tenemos que pedirle que sea conforme a su voluntad. ¡Somos tan torpes. Enséñanos a orar!


JUAN 9:34

“Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en pecado, ¿Y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron”
Era sábado. Jesús ve a un ciego de nacimiento. Escupió en tierra e hizo lodo con la saliva. Con el lodo untó los ojos del ciego. Jesús lo envió al estanque de Siloé  para que se lavara. Se lavó y recibió la vista. Cada vez que Jesús obraba un milagro de sanidad en sábado, los fariseos y la casta sacerdotal ponían el grito en  el cielo porque consideraban que Jesús incumplía el descanso sabático tal como lo interpretaban los doctores de la Ley. La élite sacerdotal consideraba a Jesús como un pecador porque infringía la Ley de Dios.
Los fariseos someten al ciego que había recuperado la vista a un duro interrogatorio. El que había sido ciego, cansado de tanto acoso, les dice: “Pues esto es lo maravilloso, que no sepáis de dónde es, y a mí me abrió los ojos.  Y sabemos que Dios no oye a los pecadores, pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a éste oye. Desde el principio no se ha oído decir que alguien abriese los ojos a uno que nació ciego. Si éste no viniese de Dios,  nada podría hacer” (vv.30-33).
La respuesta que dio el que había sido ciego exasperó a los fariseos que no pudieron rebatir las verdad que les espetó el nuevo vidente. Enojados, le respondieron con las palabras del texto que comentamos. Su respuesta es una declaración de superioridad de conocimientos teológicos con respecto al hombre que acababa de recibir la vista. Este hombre les viene a decir a los engreídos fariseos: yo no he estudiado teología, pero una cosa sí sé: Yo nací ciego y ahora veo. No me vengáis con monsergas.
Los fariseos que no tenían palabras con que rebatir el argumento que les había dado el ex ciego, despreciándole le dicen: “Tú naciste del todo en pecado”. Tú no mereces ser tenido en cuenta. Y haciendo gala de su supuesta superioridad, le espetan: ¿Y quieres enseñarnos a nosotros? ¿Tú quieres enseñarnos a nosotros que hemos aprendido teología a los pies de los grandes maestros de Israel? Cuando no se tienen argumentos para rebatir los razonamientos de alguien a quien se considera inferior: “le expulsaron”. “Muerto el perro se acabó la rabia”. Los fariseos se quedaron con su ortodoxia, pero no con la VERDAD.




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