PROVERBIOS 15. 8
“Mas
la oración de los justos es el gozo de Él”
Justos, rectos, son palabras que
describen a aquellas personas cuyos pecados han sido lavados por la sangre de
Jesús. Que por la fe en el Nombre del Señor han sido convertidos en templos del
Espíritu Santo y adoptados como hijos de Dios. El Espíritu a la vez que hace que reconozcan a Dios como el Padre
celestial, les enseña a orar porque no saben cómo hacerlo. Los justos, los
rectos, son personas que han sido escogidas por Dios para salvación antes de la
creación del mundo.
Los justos no son personas que practican
una religión. Son hombres y mujeres que saben en quién han creído. No practican
por tradición una religión que no les dice nada. Viven en íntima comunión con
Dios. Por la fe en Jesús muerto y resucitado conocen a Dios. No creen en un
dios desconocido como lo hacían los atenienses. Son personas que como los
samaritanos decían a la mujer con quien habló Jesús junto al pozo de Jacob: “Ya
no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos
que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo” (Juan 4: 42). En
definitiva, los justos son pecadores que se toman en serio a Jesús y a su
Padre.
“La oración de los justos es el gozo para
Él”. Al Padre celestial le encanta que sus hijos se le acerquen en oración. Le
place que sus hijos se le arrimen a Él con reverencia y con palabras
balbuceantes le cuenten sus problemas. No le gustan las oraciones aprendidas de
memoria, ni que reciten como papagayos el Padrenuestro sin tener conciencia de
lo que dicen, y que lo hacen por pura
costumbre. Tampoco le placen las oraciones que son pronunciadas como precepto
eclesiástico. No son palabras elaboradas y rebuscadas las que le encanta oír.
Son las palabras sencillas, nacidas de un corazón que ama al Padre las que son
un gozo para Él. Que el Espíritu ponga en nuestros corazones las palabras que
deben pronunciar nuestros labios, pues desconocemos lo que tenemos que pedirle
que sea conforme a su voluntad. ¡Somos tan torpes. Enséñanos a orar!
JUAN 9:34
“Respondieron
y le dijeron: Tú naciste del todo en pecado, ¿Y nos enseñas a nosotros? Y le
expulsaron”
Era sábado. Jesús ve a un ciego de
nacimiento. Escupió en tierra e hizo lodo con la saliva. Con el lodo untó los
ojos del ciego. Jesús lo envió al estanque de Siloé para que se lavara. Se lavó y recibió la
vista. Cada vez que Jesús obraba un milagro de sanidad en sábado, los fariseos
y la casta sacerdotal ponían el grito en
el cielo porque consideraban que Jesús incumplía el descanso sabático
tal como lo interpretaban los doctores de la Ley. La élite sacerdotal
consideraba a Jesús como un pecador porque infringía la Ley de Dios.
Los fariseos someten al ciego que había
recuperado la vista a un duro interrogatorio. El que había sido ciego, cansado
de tanto acoso, les dice: “Pues esto es lo maravilloso, que no sepáis de dónde
es, y a mí me abrió los ojos. Y sabemos
que Dios no oye a los pecadores, pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su
voluntad, a éste oye. Desde el principio no se ha oído decir que alguien
abriese los ojos a uno que nació ciego. Si éste no viniese de Dios, nada podría hacer” (vv.30-33).
La respuesta que dio el que había sido
ciego exasperó a los fariseos que no pudieron rebatir las verdad que les espetó
el nuevo vidente. Enojados, le respondieron con las palabras del texto que
comentamos. Su respuesta es una declaración de superioridad de conocimientos
teológicos con respecto al hombre que acababa de recibir la vista. Este hombre
les viene a decir a los engreídos fariseos: yo no he estudiado teología, pero
una cosa sí sé: Yo nací ciego y ahora veo. No me vengáis con monsergas.
Los fariseos que no tenían palabras con
que rebatir el argumento que les había dado el ex ciego, despreciándole le
dicen: “Tú naciste del todo en pecado”. Tú no mereces ser tenido en cuenta. Y
haciendo gala de su supuesta superioridad, le espetan: ¿Y quieres enseñarnos a
nosotros? ¿Tú quieres enseñarnos a nosotros que hemos aprendido teología a los
pies de los grandes maestros de Israel? Cuando no se tienen argumentos para
rebatir los razonamientos de alguien a quien se considera inferior: “le
expulsaron”. “Muerto el perro se acabó la rabia”. Los fariseos se quedaron con
su ortodoxia, pero no con la VERDAD.
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