JUAN 12. 35
“Andad
entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas, porque el
que anda en tinieblas no sabe a dónde va”
El
contexto inmediato del texto que es motivo de meditación es la
resurrección de Jesús. Para que quienes decimos ser creyentes en Cristo podamos
comportarnos como “hijos de luz” (v.36) es imprescindible que la resurrección
de Jesús el Espíritu Santo la grave en nuestro corazón. Un conocimiento cultural
de la resurrección de Jesús no convierte a quienes lo poseen en hijos de luz,
de hecho, siguen estando en tinieblas porque la luz de Dios no ha resplandecido
en sus corazones. ¿Cuál es la consecuencia de andar en tinieblas? No saber a
dónde se va (v.35).
No ser conscientes de haber resucitado en
Cristo convierte a los “cristianos practicantes” en meros religiosos que se
guían por preceptos y más preceptos.
Leyes y más leyes. En hipócritas exigen que las personas sigan su
ejemplo pero que no mueven un dedo para ayudar a llevar las cargas que les
imponen. La religiosidad al estilo farisaico, Jesús deja bien claro en que
consiste: sus practicantes son unos hipócritas. Exigen que el prójimo ande en
la luz de Cristo cuando ellos andan en tinieblas. Son ciegos que quieren guiar
a ciegos. De ser así ambos caen en el hoyo.
Quien anda en tinieblas no sabe a dónde va. Anda perdido en medio de un
desierto sin puntos de referencia que le indiquen el camino.
Jesús nos avisa de que andemos en luz. El
toque de atención que nos da el Señor es: “¿Acaso se trae la luz para ponerla
debajo del almud (recipiente para medir grano o líquidos), o debajo de la cama?
¿No es para ponerla en el candelero?” (Marcos 4: 21). Antes de intentar sacar a
los paganos de las tinieblas, los cristianos tenemos que exponer la luz que hay
en nosotros. No debemos guardarla en el almud. Tenemos que ponerla en el
candelero. Así es como la irradiamos
para que por la gracia del Señor alumbre los corazones de quienes andan
en tinieblas.
¡Cuán necesario es que nos demos cuenta
que en muchas ocasiones no irradiamos la luz
que los ciegos esperan recibir. Damos por descontado que la salvación es
obra exclusiva de Dios. No debemos olvidar, pero, que somos instrumentos en las
manos de Dios para llevar salvación a los perdidos. ¡Cuán necesario es que los
instrumentos estén a punto! ¡Cuánta humildad nos falta para que nos demos
cuenta de que no somos lo que creemos ser!
Arrepintámonos de nuestro pecado de
orgullo para que Jesús nos convierta en lámparas que irradien su luz y los que
andan en tinieblas puedan salir del mundo tenebroso en que se encuentran
sumidos y puedan empezar a andar en la luz de Cristo.
1 SAMUEL 18: 7
“Y
cantaban las mueres que danzaban y decían: Saúl hirió a sus miles y David a sus diez miles”
El ejército regresa victorioso de la
batalla contra los filisteos. Nos dice el texto que la mujeres salían a recibir
a la tropa cantando y danzando de alegría. Al rey Saúl no le agradó que de los
labios de las mujeres saliesen las palabras que cita el texto que comentamos.
Al rey le disgustó oír estas palabras: “Y se enojó Saúl en gran manera, y le
desagradó este dicho, y dijo: a David dieron diez miles, y mí miles, no le
falta más que el reino. Y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David”
(vv. 8,9).
A partir de oír aquellos cánticos que
entonaban las mujeres para celebrar el regreso victorioso del ejército, el
afecto que sintió Saúl por David cuando se presentó ante él llevando la cabeza
de Goliat en su mano se transformó en un odio enfermizo que nubló su
entendimiento de tal manera que llegó considerarlo como conspirador que
pretendía arrebatarle el trono.
El texto sigue diciendo: “Aconteció al
otro día que un espíritu malo de parte del Dios tomó a Saúl y él desvariaba en
medio de la casa. David tocaba con su mano como lo hacía los otros días”
(v.10).
Debido a la desobediencia de Saúl al
Señor “el Espíritu del Señor se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu
malo de parte del Señor” (1 Samuel 16: 14). Para combatir la posesión satánica los funcionarios de Saúl en respuesta a la
orden que les dio de “buscadme, hora, pues, ahora, alguien que toque bien y
traédmelo” (v.17). Entonces uno de los sirvientes del rey propuso que David era la persona
adecuada (v. 18).
David fue contratado como exorcista. Se consideraba que la música era un medio
adecuado para expulsar demonios.
Volvamos a la escena en que Saúl desvariaba debido al espíritu
maligno que obraba en él. David tocaba ara exorcizarlo: “Y tenía Saúl la lanza
en la mano, y arrojó Saúl la lanza diciendo: “Enclavaré a David en la pared”
(vv. 10,11). El Señor en su misericordia liberó a David se ser enclavado en la
pared.
Los celos crean odio. El odio según Jesús
es un asesinato espiritual. El Espíritu distribuye los dones para edificación
de la iglesia como mejor le parece. Para evitar situaciones parecidas a la de
Saúl tenemos que recibir con gratitud los dones que los hermanos reciben de
parte del Señor y no nos dejemos llevar por los celos enfermizos que en vez de edificar
a la iglesia perturban su funcionamiento. Cuando los dones que el Espíritu
Santo distribuye en las iglesias para su
edificación provocan celos, la iglesia
en que se produce se deja guiar por la carnalidad. Luchas intestinas se
producen y los hermanos no son edificados para gloria de Dios.
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