SALMO 121
Peligro amenazador acecha al hombre
dondequiera. Enfermedad, crisis económica, auge de los partidos políticos
extremistas. Un sin fin de situaciones angustiosas nos acechan en la esquina.
El incrédulo ante semejantes situaciones no sabe a dónde acudir en busca de
ayuda. Ante la desolación se acoge a los fármacos como solución a los problemas
síquicos que el miedo les provoca. El creyente en Jesús encuentra en Él la
protección que necesita. El salmo 121 expresa la confianza que el salmista
tiene en el Señor Jesús.
Comienza el salmo con estas palabras:
“Alzaré mis ojos a los montes, ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene
del Señor, que hizo los cielos y la tierra” (vv. 1,2). El salmista no confía en
cualquier cosa. No cree en ninguno de los dioses que los incrédulos fabrican
con sus manos, los revisten de oro y los cubren de seda adornados de pedrería.
No. Pone la mirada en el mismo Dios, en el Todopoderoso que manifiesta su omnipotencia
creando con su palabra los cielos y la tierra. Si el firmamento que en nuestra
pequeñez consideramos infinito, ¿cómo no
va poder su Creador ayudarnos en el momento de necesidad?
Maldito el hombre que con fía en el
hombre. La ayuda que pueda prestarnos el hombre es muy limitada. Bastante
trabajo tiene el posible ayudador en preocuparse por sus propias miserias. El
Dios que hizo los cielos y la tierra “no dará tu pide al resbaladero, ni se
dormirá el que te guarda. He aquí no se adormecerá ni se dormirá el que guarda
a Israel” (vv.3,4). El Todopoderoso no precisa dormir como los ayudadores
humanos. Mantiene siempre abiertos los ojos mirando lo que ocurre en la tierra,
dispuesto a todas horas de consolar al atribulado. El salmista describe la vigilancia
permanente que el Señor ejerce en quien confía en Él, con estas palabras: “El
Señor es tu guardador, el Señor es tu sombra a tu mano derecha, el sol no te
fatigará de día. Ni la luna de noche” (vv.5,6). Los humanos que somos tan
cortos de entendimiento el Señor tiene que
hablarnos con imágenes para que seamos capaces de entender. ¿Qué alivio
nos produce cuando bajo un sol abrasador Dios es su misericordia envía una nube
solitaria que se interpone entre el astro rey y nosotros? ¿Entendemos cuán
grande es nuestro Ayudador?
Como remate a la visión que el salmista
tiene del Señor como Socorrista nuestro, escribe: “El Señor te guardará de todo
mal, Él guardará tu alma, el Señor guardará tu salida y tu entrada, desde ahora
y para siempre” (vv. 7,8). La ayuda que el Señor ofrece a su pueblo no es
espaciada en el tiempo. Ofrece su servicio de ayuda a los suyos las 24 horas
del día y los 365 días del año. ¿Podremos ir a buscar en alguna otra parte un
ayudador que ofrezca un servicio de protección como el que el Señor ofrece a su
pueblo?
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