dilluns, 3 de juny del 2019


SALMO 121

Peligro amenazador acecha al hombre dondequiera. Enfermedad, crisis económica, auge de los partidos políticos extremistas. Un sin fin de situaciones angustiosas nos acechan en la esquina. El incrédulo ante semejantes situaciones no sabe a dónde acudir en busca de ayuda. Ante la desolación se acoge a los fármacos como solución a los problemas síquicos que el miedo les provoca. El creyente en Jesús encuentra en Él la protección que necesita. El salmo 121 expresa la confianza que el salmista tiene en el Señor Jesús.
Comienza el salmo con estas palabras: “Alzaré mis ojos a los montes, ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra” (vv. 1,2). El salmista no confía en cualquier cosa. No cree en ninguno de los dioses que los incrédulos fabrican con sus manos, los revisten de oro y los cubren de seda adornados de pedrería. No. Pone la mirada en el mismo Dios, en el Todopoderoso que manifiesta su omnipotencia creando con su palabra los cielos y la tierra. Si el firmamento que en nuestra pequeñez  consideramos infinito, ¿cómo no va poder su Creador ayudarnos en el momento de necesidad?
Maldito el hombre que con fía en el hombre. La ayuda que pueda prestarnos el hombre es muy limitada. Bastante trabajo tiene el posible ayudador en preocuparse por sus propias miserias. El Dios que hizo los cielos y la tierra “no dará tu pide al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda. He aquí no se adormecerá ni se dormirá el que guarda a Israel” (vv.3,4). El Todopoderoso no precisa dormir como los ayudadores humanos. Mantiene siempre abiertos los ojos mirando lo que ocurre en la tierra, dispuesto a todas horas de consolar al atribulado. El salmista describe la vigilancia permanente que el Señor ejerce en quien confía en Él, con estas palabras: “El Señor es tu guardador, el Señor es tu sombra a tu mano derecha, el sol no te fatigará de día. Ni la luna de noche” (vv.5,6). Los humanos que somos tan cortos de entendimiento el Señor tiene que  hablarnos con imágenes para que seamos capaces de entender. ¿Qué alivio nos produce cuando bajo un sol abrasador Dios es su misericordia envía una nube solitaria que se interpone entre el astro rey y nosotros? ¿Entendemos cuán grande es nuestro Ayudador?
Como remate a la visión que el salmista tiene del Señor como Socorrista nuestro, escribe: “El Señor te guardará de todo mal, Él guardará tu alma, el Señor guardará tu salida y tu entrada, desde ahora y para siempre” (vv. 7,8). La ayuda que el Señor ofrece a su pueblo no es espaciada en el tiempo. Ofrece su servicio de ayuda a los suyos las 24 horas del día y los 365 días del año. ¿Podremos ir a buscar en alguna otra parte un ayudador que ofrezca un servicio de protección como el que el Señor ofrece a su pueblo?




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