SALMO 69:6
“No
sean avergonzados por causa mía los que en ti confían, oh Señor Dios de los
ejércitos, no sean confundidos por mí los que te buscan, oh Dios de Israel”
Este texto pone de manifiesto la
responsabilidad que tienen los cristianos de vivir en santidad. Sabemos que los
descendientes de Adán cuando nacen lo hacen infectados por el pecado y siendo
hijos del diablo y como tales enemigos de Dios. Dicha prole podrá ser religiosa
porque a pesar de haber perdido la imagen de Dios no se ha borrado del todo,
todavía le queda un anhelo de Dios aun cuando sea buscarle por caminos
equivocados. Son responsables de ser seguidores del diablo y de querer hacer su
voluntad. Jamás por propia voluntad desearán librarse de la red que los retiene
cautivos del diablo.
El texto que comentamos debería
motivarnos a no desear ser causa de que algún pecador no busque al Señor debido
a nuestro comportamiento impropio de un hijo de Dios. Ya sé que los verdaderos
cristianos son pecadores cuyos pecados han sido lavados por la sangre de
Cristo. A pesar de ello seguimos siendo pecadores. Antes de nuestra conversión
a Cristo amábamos el pecado y nos complacíamos en él. No podíamos hacer otra cosa pues nuestra naturaleza nos
impulsaba a ello. Ahora que estamos en Cristo la cadena que nos unía al diablo
se ha roto. La presión que ejercía sobre nosotros se ha quebrado. Nuestra
voluntad ha sido liberada y podemos decidir entre el bien o el mal. Nuestra
decisión debería ser siempre a favor del bien, pero…no siempre es así. El
apóstol Pablo luchó contra este problema. (Romanos 7: 14-23). El apóstol acaba
su descripción de la lucha contra el pecado que a un permanece en él con este
cántico de victoria: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de
muerte? Gracias doy a Dios por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo con la
mene sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado” (vv.24, 25).
Si en el interior del alma persiste esta lucha espiritual el resultado será el
crecimiento en santidad. Si nos encontramos en punto muerto significa que no
hay lucha con lo que crece la comodidad y disminuye el buen testimonio que
tenemos que dar. Con ello se consigue que los incrédulos blasfemen el Nombre de
Dios por nuestra causa. De ello somos responsables y tendremos que dar cuenta a
Dios cuando nos presentemos ante su presencia para dar cuenta del bien y del
mal que hagamos cometido estando en la carne.
PROVERBIOS 17: 22
“El
corazón alegre constituye buen remedio, mas el espíritu triste seca los huesos”
La sociedad actual se caracteriza por el
incremento de enfermedades mentales que podríamos resumir en una sola palabra:
Estrés. La forma de vida actual, valga la redundancia es muy estresante, es
decir, se vive sometidos a una fuerte
presión que si no se disminuye acaba con hacer añicos el sistema nervioso.
Indudablemente la causa de la pandemia
mental que comentamos se debe a que la sociedad se ha hecho atea. Permanecen
restos de un pasado religioso intenso que ha desaparecido. Permanece el
envoltorio de este pasado religioso pero sin
el espíritu que lo hizo fuerte. Permanecen tradiciones lúdicas que se consideran culturales pero
carentes de la esencia que les dio vida. Un signo de esta decadencia espiritual
tal vez lo podría ser el incendio de la emblemática Notre Dame de París convertida
en una máquina de hacer euros con la afluencia de turistas que la visitan. La
vacuidad de los templos emblemáticos como los sencillos se han convertido en
edificios carentes de alma.
La religiosidad folclórica es otro
síntoma de que la religión aunque se diga que está viva lo cierto es que se
encuentra en un avanzado estado de descomposición. La evidencia de tal hecho es
el domingo, un día entre siete para descansar y buscar a Dios ha perdido su
razón de ser. El día del Señor en vez de ser una jornada dedicada al
recogimiento y a la reunión con otras personas para escuchar la predicación de
la Palabra de Dios que es el pan y agua que necesita el alma se ha convertido
en un frenesí en busca de nuevas sensaciones que lo que hacen es reforzar las
tensiones de los seis días laborables.
“Pero los impíos son como el mar en
tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No
hay paz dijo mi Dios, para los impíos” Isaías 57: 20, 21). Tal vez nos sean más
familiares las palabras de Jesús: “La paz os dejo, mi paz o doy, yo no s la doy
como el mundo la da” (Juan 14: 27). Fuera de Jesús no hay descanso para el
alma. Como dice el profeta, sin la paz de Dios el alma es como el mar en
tempestad. En vez de ir a Jesús para que calme la tempestad del alma como
aquietó las embravecidas aguas del Mar de Galilea, se refugian en las pastillas
que receta el médico que en vez de
resolver el problema lo agravan porque se busca el remedio fuera de Jesús que
es el único que puede calmar el alma turbulenta.
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