LUCAS 14: 10
“Porque
el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”
¿Por qué se dan tan pocas respuestas al
anuncio del ·Evangelio? La razón es muy sencilla. Las personas en general no se
consideran espiritualmente enfermas. Los centros de atención primaria de salud
están llenos a rebosar. Los hospitales están
a tope. Los presupuestos dedicados a la sanidad no paran de crecer. Se
necesitan construir nuevos hospitales y
ambulatorios o ampliar los existentes. En cambio, la asistencia a las iglesias
es ínfima. Ello se debe a que las personas en general no se consideran enfermos
del alma. No necesitan ir al Médico. Ni a la iglesia que es donde se expende la
receta que el Médico divino rellena. El ·Facultativo escribe en el documento:
Mi sangre que derramé en el Gólgota te limpia todos tus pecados. Si la crees te
doy vida eterna.
Ni la iglesia
ni el predicador buscan y salvan lo que se había perdido. Son el cauce
autorizado por Jesús para transmitir las Buenas Noticias de Salvación. ”Porque
el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Las
iglesias deben anunciar este único Nombre que salva porque si es voluntad de
Dios el mensaje predicado se convierta en Palabra de Dios que no vuelve a Él de
vacía.
Se debe tener
mucho cuidado de no pervertir el propósito del Hijo del Hombre de buscar y salvar lo que se había perdido.
Con demasiada frecuencia se deprava el mensaje que debe proclamarse añadiendo a
Cristo: la existencia obligada a los cultos, obediencia a los pastores,
diezmar, etc. Todo ello es conveniente y necesario. Recuerdo al lector que la
asistencia a los cultos, el diezmo, la obediencia a los pastores, no salva.
Todo ello debe ser la consecuencia de ser una oveja extraviada que Jesús el
Buen Pastor ha encontrado y añadido a su rebaño. Por cada oveja que Jesús
encuentra, gran gozo hay en el cielo. Jesús como Buen Pastor que es pastorea su
rebaño en lugares de delicados pastos y lo hace descansar junto a aguas de
reposo. Cuando la placidez se convierte
en un valle de sombra de muerte, que en un momento u otro así será, la vara y
el cayado del Buen Pastor infundirá aliento. Amado lector, no lo olvides nunca:
solamente Jesús salva.
SALMO 65: 2
“Tú
oyes la oración, a ti vendrá toda carne”
El salmista nos da ejemplo de
conocimiento de Dios. “Tú oyes mi oración”. Da la impresión de que el salmista
más que la respuesta lo que le importa es de que el Señor le escucha. Es muy
importante de que tengamos certeza de que el Señor atiende nuestras súplicas.
Viviendo en un mundo carente del amor de Dios, en el que existe una profunda
indiferencia de los unos hacia los otros, nos damos cuenta que nadie nos
atiende, nos produce un gran gozo que a pesar de nuestra insignificancia
descubrimos que a Él le importamos. La posibilidad de que oiga las plegarias de
los hombres no se limita a un pequeño número de personas. “A ti vendrá toda
carne”. Si Dios no oye a todo el mundo no se debe a que no quiera escuchar,
sino al hecho de que no se dirigen a Él con la humildad de corazón que se
necesita para ser escuchado, o porque las súplicas que se le dirigen están tan
cargadas de pecado no arrepentido que han taponado los oídos del Señor que le
impide oír. Si queremos ser escuchados no podemos acercarnos a Él con altivez
de corazón, sino con un corazón contrito y humillado, que es el requisito que
Dios nos impone para que los oídos de Dios estén dispuestos a escucharnos.
Todas las personas que el Padre ha dado
al Hijo son las que van a Él. El salmista lo expresa con estas palabras:
“Bienaventurado el que tú escoges y atraes a ti, para que habite en tus atrios,
seremos saciados del bien de tu casa, de tu santo templo”. El salmista expresa
su relación íntima con Dios con el
lenguaje propio del Antiguo testamento. Cuando escribe “para que habite en tus
atrios” quiere decir estar en presencia de Dios ya que el templo de Jerusalén
era el lugar en donde moraba el Señor
entre su pueblo. Ahora que el templo no existe se encuentra en las mansiones
celestiales junto el trono de Dios en donde Jesús intercede por su pueblo en la
tierra. El hecho de que la sangre de Jesús haya limpiado todos los pecados de
su pueblo, éste es santo a los ojos del Padre y porque estamos en el Hijo somos
bienvenidos a su presencia. Somos saciados de los bienes divinos. ¡Qué
bendición saber que nuestras oraciones son escuchadas por nuestro Padre
celestial! Que ante la indiferencia humana sabemos que en Él los oídos de Dios
siempre están atentos a escucharnos.
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