ISAÍAS 3: 11
“¡Ay
del impío! Mal le irá, porque según sus obras le será pagado”
El malhechor cree que porque Dios no
trata inmediatamente su fechoría tal
como se merece, piensa que, o bien Dios no existe, o que si existe le es
indiferente que los hombres hagan el bien o el mal. Según las Escrituras esta
forma de pensar es mortífera, porque sí que existe un único Dios justo que
pasará cuentas en el momento en que Él lo crea oportuno.
El texto de Isaías que comentamos alerta a quienes creen que su maldad quedará
impune, que pueden seguir haciendo el mal porque su impiedad no será juzgada ni
condenada. El mencionado texto dice con claridad insuperable: “¡Ay el impío! Mal le irá, porque según sus
obras le será pagado” “¡Ay del impío!”. Es el grito de dolor que siente el
profeta por la catástrofe que se cierne sobre los hombres si persisten en sus
caminos de maldad. No. Dios no se ha ido de vacaciones para descansar del
cansancio que le produce juzgar. Tampoco no ha abandonado su trono para
desentenderse de su función de Juez justo.
El apóstol Pedro nos explica la casa de
la aparente desidia de Dios: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la
llaman por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que
ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). De
este texto tenemos que destacar la paciencia
de Dios a la hora de ejecutar la sentencia condenatoria. Envía una y otra vez
mensajeros que digan a los hombres a que se arrepientan de sus pecados y se
vuelvan a Él porque desea su salvación y no su condenación. Cuando considera
que el tiempo de gracia que concede a los hombres se ha agotado y que es
imposible su arrepentimiento, es entonces es cuando cumple la sentencia.
El apóstol Juan describe el infinito
amorque siente por los pecadores cuando escribe: “Porque de tal manera amó Dios
al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo
para condenar al mundo, sino que el mundo sea salvo por Él” (Juan 3: 16,17).
Amado lector, tú que tienes la oportunidad de leer este mensaje significa que Dios te brinda una nueva
oportunidad de creer en Jesús como tu Salvador. Confiésale tu pecado y recíbelo
como a tu Salvador y recibirás la vida eterna. En Jesús la sentencia de
condenación se convierte en absolución.
1 SAMUEL 8:3
“Pero
no anduvieron los hijos por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la
avaricia dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho”
El profeta Samuel fue un gran siervo de
Dios. Como todos los santos tuvo sus errores debido a que aquí en la tierra no
se alcanza la santidad perfecta. Una de las peculiaridades de la Biblia, en
ello se ve la mano de Dúos, es que no rehúye denunciar los pecados de sus siervos
que destacan. Ana la madre de Samuel consagró a Dios a su hijo y estuvo al
servicio del sacerdote Elí que en su vejez no reprendía a sus hijos como debía.
¿Aprendió Samuel de su maestro Elí ya que también desechó la responsabilidad de
reprender a sus hijos? Si lo aprendió o no de Elí no es lo más importante. Lo
que si debe interesarnos saber es que sus hijos “no anduvieron por los caminos
de su padre, antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y
pervirtiendo el derecho”.
Tanto el sacerdote Elí como Samuel
ocuparon cargos públicos en la iglesia del Señor y pusieron en ellos a sus
hijos a sabiendas de que no eran aptos para desempeñarlos. Ello acarreó
gravísimos perjuicios a la iglesia. Ambos padres cometieron el pecado de
nepotismo al poner a dedo a sus hijos en la dirección de la iglesia.
El que la Biblia mencione estos dos casos
de nepotismo no es casual. El Señor quiere que los cargos en las iglesias los
ocupen verdaderos siervos suyos. Es obligación de las iglesias velar para que
la elección de las personas que vayan a ocupar las vacantes no avergüencen a
las iglesias porque quienes los ocupen no reúnan los requisitos morales ni
doctrinales para desempeñarlos para la gloria de Dios y el bien de los hombres. Es responsabilidad
de cada uno de los miembros de una iglesia velar para que las personas elegidas
sean las adecuadas. Ello requiere buscar intensamente la voluntad del Señor,
que sabe lo que hay en el corazón, para
que muestre quienes deben ser las personas que deben ocupar el cargo de pastor
y maestros de Escuela Dominical u otras funciones, porque en todas ellas deben
situarse hombres y mujeres que sean verdaderos siervos de Dios.
Uno de los grandes males que afectan a
muchas iglesias es haber cambiado Teocracia por Democracia. Teocracia significa
gobierno de Dios. Democracia gobierno del hombre. Cuando una iglesia se hace
democrática el hombre se hace grande y a
Dios se le convierte en un enano. En este caso Dios no es el Señor de la
iglesia. Se le convierte en un títere que se pretende manejarlo a conveniencia.
Pero el Señor que es el único Señor de la Iglesia, a las iglesias que se
democratizan les dice que “conoce sus obras, que tienen nombre de que
están vivas, y estáis muertas” (Apocalipsis
3:1). Lector, si la iglesia a la que perteneces tiene nombre de que está viva
pero está muerta aún está a tiempo de arrepentirse para que el Señor pueda
bendecirla y ser utilizada para la
gloria de su Nombre.
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