dilluns, 15 d’abril del 2019


ISAÍAS 3: 11

“¡Ay del impío! Mal le irá, porque según sus obras le será pagado”
El malhechor cree que porque Dios no trata inmediatamente su fechoría   tal como se merece, piensa que, o bien Dios no existe, o que si existe le es indiferente que los hombres hagan el bien o el mal. Según las Escrituras esta forma de pensar es mortífera, porque sí que existe un único Dios justo que pasará cuentas en el momento en que Él lo crea oportuno.
El texto de Isaías que comentamos  alerta a quienes creen que su maldad quedará impune, que pueden seguir haciendo el mal porque su impiedad no será juzgada ni condenada. El mencionado texto dice con claridad insuperable: “¡Ay el impío! Mal le irá, porque según sus obras le será pagado” “¡Ay del impío!”. Es el grito de dolor que siente el profeta por la catástrofe que se cierne sobre los hombres si persisten en sus caminos de maldad. No. Dios no se ha ido de vacaciones para descansar del cansancio que le produce juzgar. Tampoco no ha abandonado su trono para desentenderse de su función de Juez justo.
El apóstol Pedro nos explica la casa de la aparente desidia de Dios: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la llaman por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). De este texto tenemos que destacar la paciencia de Dios a la hora de ejecutar la sentencia condenatoria. Envía una y otra vez mensajeros que digan a los hombres a que se arrepientan de sus pecados y se vuelvan a Él porque desea su salvación y no su condenación. Cuando considera que el tiempo de gracia que concede a los hombres se ha agotado y que es imposible su arrepentimiento, es entonces es cuando cumple la sentencia.
El apóstol Juan describe el infinito amorque siente por los pecadores cuando escribe: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino que el mundo sea salvo por Él” (Juan 3: 16,17). Amado lector, tú que tienes la oportunidad de leer este mensaje  significa que Dios te brinda una nueva oportunidad de creer en Jesús como tu Salvador. Confiésale tu pecado y recíbelo como a tu Salvador y recibirás la vida eterna. En Jesús la sentencia de condenación se convierte en absolución.


1 SAMUEL 8:3

“Pero no anduvieron los hijos por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la avaricia dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho”
El profeta Samuel fue un gran siervo de Dios. Como todos los santos tuvo sus errores debido a que aquí en la tierra no se alcanza la santidad perfecta. Una de las peculiaridades de la Biblia, en ello se ve la mano de Dúos, es que no rehúye denunciar los pecados de sus siervos que destacan. Ana la madre de Samuel consagró a Dios a su hijo y estuvo al servicio del sacerdote Elí que en su vejez no reprendía a sus hijos como debía. ¿Aprendió Samuel de su maestro Elí ya que también desechó la responsabilidad de reprender a sus hijos? Si lo aprendió o no de Elí no es lo más importante. Lo que si debe interesarnos saber es que sus hijos “no anduvieron por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho”.
Tanto el sacerdote Elí como Samuel ocuparon cargos públicos en la iglesia del Señor y pusieron en ellos a sus hijos a sabiendas de que no eran aptos para desempeñarlos. Ello acarreó gravísimos perjuicios a la iglesia. Ambos padres cometieron el pecado de nepotismo al poner a dedo a sus hijos en la dirección de la iglesia.
El que la Biblia mencione estos dos casos de nepotismo no es casual. El Señor quiere que los cargos en las iglesias los ocupen verdaderos siervos suyos. Es obligación de las iglesias velar para que la elección de las personas que vayan a ocupar las vacantes no avergüencen a las iglesias porque quienes los ocupen no reúnan los requisitos morales ni doctrinales para desempeñarlos para la gloria de Dios  y el bien de los hombres. Es responsabilidad de cada uno de los miembros de una iglesia velar para que las personas elegidas sean las adecuadas. Ello requiere buscar intensamente la voluntad del Señor, que sabe lo que hay en el corazón,  para que muestre quienes deben ser las personas que deben ocupar el cargo de pastor y maestros de Escuela Dominical u otras funciones, porque en todas ellas deben situarse hombres y mujeres que sean verdaderos siervos de Dios.
Uno de los grandes males que afectan a muchas iglesias es haber cambiado Teocracia por Democracia. Teocracia significa gobierno de Dios. Democracia gobierno del hombre. Cuando una iglesia se hace democrática  el hombre se hace grande y a Dios se le convierte en un enano. En este caso Dios no es el Señor de la iglesia. Se le convierte en un títere que se pretende manejarlo a conveniencia. Pero el Señor que es el único Señor de la Iglesia, a las iglesias que se democratizan les dice que “conoce sus obras, que tienen nombre de que están  vivas, y estáis muertas” (Apocalipsis 3:1). Lector, si la iglesia a la que perteneces tiene nombre de que está viva pero está muerta aún está a tiempo de arrepentirse para que el Señor pueda bendecirla  y ser utilizada para la gloria de su Nombre.



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