ALBOROTOS EN LOS ESTADIOS
<b >El comportamiento en los
estadios se forja en los clubes infantiles</b>
<b>Sergio Heredia</b>
finaliza con estas palabras su escrito<i>¡Qué vergüenza!</i>, en
que describe los alborotos que se produjeron durante el partido de futbol que
jugaron el Aleró y el Collrenc, de la Federación Mallorquina, entre los padres
de los jugadores. Espectáculo desagradable que reactivó las alarmas en el futbol:
“El partido se suspendió en la segunda parte al entrar en el terreno de juego
un padre que quiso defender a su hijo después de una dura entrada de un rival.
Los familiares de ambos niños se enzarzaron en una agria discusión que degeneró
en una batalla campal en la gradería y en el mismo terreno de juego, imágenes
que han causado un gran impacto social en España y en otros países”.
<b>Sergio Heredia</b> termina
su escrito con estas palabras: “Vista la escalada de despropósitos que se
registran en los campos de futbol (en las categorías infantiles), los hay que
creen que la mejor solución sería la que se aplica en el golf. En la mayoría de
los torneos, los padres deben estar al menos a treinta metros de los hijos. Han
de guardar silencio y no pueden celebrar las mejores jugadas de sus hijos”. Con
ello se combaten los efectos pero no la causa de los alborotos, con lo que no
se soluciona el problema porque la raíz permanece intacta.
Recientemente en Pontevedra “una batalla
entre padres que terminó a cabezazos ante niños de seis y siete años”. Un
periodista hace el siguiente comentario: “La estrambótica, violenta e
injustificable mordisco que el jugador uruguayano <b>Luís Suárez</b> le hizo a un
contrario italiano durante un partido del mundial de Brasil no ha parecido tan
indignante como algunas de las reacciones que le han acompañado y que todavía
perduran. Primero porque no ha sido un sorpresa: éste es un jugador con un gran
problema con su rabia, es la tercera vez que pierde el control de la misma manera
que lo hace una criatura de dos años en la guardería cuando un compañero le
quita su peluche” ¡Tarjeta roja para el jugador y para los padres que no saben
educar a sus hijos!
El periodista se refiere a <b>Luís
Suárez</b> como alguien que pierde el control. ¿Quién es el que no lo
pierde fácilmente? Las relaciones sociales se caracterizan por esta
incontinencia. A la más mínima saltamos como poseídos por el diablo.
<b>Andreu Subies</b>, presidente de la Federación Catalana de
futbol, dijo: “Tenemos que expulsar del mundo del futbol a la gente violenta.
No solamente los autores de agresiones físicas, también de las verbales, y en
todos los ámbitos, desde los aficionados hasta las directivas”. “El que modera
sus palabras tiene sabiduría, de
espíritu prudente es el hombre entendido” (Proverbios 17: 27). Si se tiene que
hacer limpieza hágase en todos los ámbitos, empezando por los hogares. Palabras
malsonantes se escuchan por doquier. Allí en donde se encuentran dos personas
aparecen las insolencias que se hacen públicas en la mujer maltratada, en el
niño que se lleva al médico con moratones y alguna costilla rota. En el mundo
del deporte con los insultos racistas, xenófobos y machistas que se escuchan en
las gradería. En el campo político, las groserías que se dicen en los
parlamentos y durante las campañas electorales deslucen el respeto que se les
debería otorgar por el cargo que ostentan para terminar siendo considerados
unos ramplones que se han metido en política con el único propósito de medrar a
costa del erario público. Jesús nos dice la causa por la que los seres humanos
se comporten de manera tan desagradable: “El hombre bueno, del buen tesoro de
su corazón, saca lo bueno, y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca
lo malo, porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6: 45).
Cuando miramos a nuestro, ¿qué vemos? Que el mal campa a sus anchas y si
hacemos una mirada introspectiva también descubrimos que se encuentra agazapado en lo profundo de nuestro
corazón. La conclusión a que llega la Biblia es que el ser humano es malo. Que
se dan grados de maldad, cierto. El más leve indicio de maldad es pecado que
nos aparta de Dios y que impide que recibamos sus bendiciones a no ser que nos
arrepintamos y andemos en “novedad de vida” (Romanos 6:4).
Vayamos a la frase: “El hombre bueno, del
buen tesoro de su corazón saca lo bueno”. Las personas deben ser recreadas de
malas a buenas. Esta transformación únicamente puede hacerla Jesús ya que por
la fe en su Nombre nos transforma de hijos del diablo en hijos de Dios
dispuestos a hacer buenas obras que glorifican a Dios. “Con el temor del Señor, los hombres se apartan del mal”
(Proverbios 16:6). ¿Dónde se ve el temor de Dios en nuestros días?
Octavi
Pereña i Cortina
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