dilluns, 11 de març del 2019


2 TIMOTEO 3:16

“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”
“El libro más importante” es el título del escrito que Jaume Pujol, arzobispo de Tarragona publicó en La Vanguardia (24/02/2019). El título crea expectativas. El texto deja mucho que desear. Lo inicia con una referencia al papa Francisco: “Una insistencia del papa Francisco es de que leamos la Biblia, que tengamos una en casa, o al menos un Nuevo Testamento y meditemos en él de vez en cuando”. El inicio del escrito indica la pobreza de su contenido. Un recordatorio de que es el libro más vendido. “Se siguen editando unos cien millones de ejemplares cada año”, “que es un compendio de 73 libros, algunos de pocas páginas: 46 pertenecen al Antiguo Testamento y 27 al Nuevo y que el Canon se configuró definitivamente en el siglo IV. El arzobispo cita algunos personajes importantes que aparecen en la Biblia. En la relación de personajes importantes falta uno que para mí es un error garrafal: el Nombre Jesús que es el Salvador del pueblo de Dios.
“Releer”, dice el arzobispo, “estas páginas sublimes a poco a poco y  con espíritu de escuchar nos permite conocer mejor al Creador del universo, y adentrarnos en los rasgos doctrinales de nuestra fe…y la misericordia. Esta última tendrá su culminación explicativa en el Nuevo Testamento, por bien que ya aparece en las primeras páginas de la vieja ley. Después de la tentación y la Caída, cuando  el ser humano se esconde de la mirada de su Creador, Dios le sale al encuentro y le promete la redención con la figura de una mujer que dará a luz un hijo que aplastará la cabeza del diablo”.
El arzobispo Pujol dice a los fieles católicos que mediten de vez en cuando la Biblia o al menos el Nuevo Testamento. Es una invitación muy pobre dirigida a un pueblo hambriento de la Palabra de Dios. Debería advertirles de la necesidad de arrepentirse de sus pecados y confesarlos, no a un hombre que no puede perdonarlos, sino a Jesús que los perdona por su sacrificio en la cruz, cuya sangre vertida tiene el poder de limpiar todos los pecados y hace de ellos nuevas personas sedientas y hambrientas de la Palabra de Dios. La presencia del Espíritu Santo en los corazones de los redimidos por la fe en Jesús hará que el deseo de escuchar la Palabra de Dios no sea un deseo casual sino como la del salmista que lo expresa con estas palabras: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama a ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Salmo 42: 1,2). Un alma purificada por la sangre de Jesús para conservar su salud necesita alimentarse con la Palabra de Dios todos los días. No de vez en cuando.


1 REYES 18: 17

“Y cuando Acab vio a Elías, le dijo: ¿Eres tú el que perturbas Israel?”
Una  larga y durísima sequía afectaba a Israel. Las fuentes se secaron. Los pastos se marchitaron. La sequía no fue un accidente o casualidad. La palabra que Elías dijo a Acab respecto despejan toda duda al respecto del origen de la sequía: “Vive el Señor Dios de Israel en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío es estos años sino por mi palabra” (1 Reyes 17:1). En tanto duró la sequía el profeta siguiendo la orden dada por Dios se refugió en el arroyo de Querit en donde “beberás del arroyo, y yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer” (v.7). “Pasados unos días se secó el arroyo porque no había llovido sobre la tierra” (v.7).  Llegada esta situación límite vino a Elías la palabra del Señor diciéndole: “Levántate, vete a Serepta de Sidón, y mora allí, he aquí yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente” (v.9). Milagrosamente Elías con la viuda y su hijo fueron alimentados.
Transcurrido el tiempo dispuesto por Dios que durase la sequía, la palabra de Dios llegó a Elías diciéndole: “Ve, muéstrate a Acab, y yo haré llover sobre la tierra” (1 Reyes 18:1). Dicho y hecho. Elías emprende el camino para encontrarse con Acab. Cuando se encuentran el rey le dice al profeta: “¿Eres tú el que turbas a Israel?” Elías le responde: “Yo no he turbado a Israel, sino tú y la casa de tu padre, dejando los mandamientos del Señor, y siguiendo a los baales” (v.18). Este  texto explica porque ocurren los cambios climáticos. En nuestros días se produce la amenaza del calentamiento del planeta. Los científicos explican las causas. Los políticos se reúnen para tomar medidas que no se toman de la manera que deberían tomarse. La amenaza persiste ante la impotencia del hombre de hallarle solución. Se puede traspasar a nuestro tiempo la sequía de la época de Elías. Los responsables de la sequía lo fueron Acab y su casa que habían abandonado a Dios para volverse a los baales. Hoy, cundo se producen largas sequías se sacan en procesión imágenes de santos y de vírgenes para que hagan llover. ¿Se encuentran en estos actos señales de arrepentimiento por haber abandonado a Dios e invocado a dioses que no son Dios? No. No se da señal de arrepentimiento alguna. Se persiste en el pecado y se busca solución al cambio climático allí en donde no se encuentra. ¿Hasta cuándo durará nuestra obstinación de no querer reconocer a Dios el Padre de nuestro Señor  Jesucristo y volvernos a Él?



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