GÉNESIS 50: 18
“Vinieron
también sus hermanos y se postraron delante de él, y dijeron: Henos aquí por
siervos tuyos”
Transcurrieron
unos quince años desde que José fue vendido como esclavo por sus hermanos hasta su reencuentro. El dicho ·el tiempo
todo lo borra” no es verdad. El tiempo no borra las consecuencias de las malas
acciones. El pecado que los hermanos de José no se borró de su conciencia. En
un momento u otro sale a la superficie y hace temblar.
Cuando José
acusó de espías a sus hermanos y que demostrasen su inocencia trayendo con
ellos a su hermano Benjamín, sus conciencias los acusaron: “Verdaderamente
hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando
nos rogaba, y no le escuchamos, por eso ha venido sobre nosotros esta angustia”
(Génesis 42:21).
Al fallecer su
padre Jacob, a pesar de que durante su estancia en Egipto no les había faltado
nada, los hermanos de José se apresuraron a enviarle un mensaje: Tu padre mandó
antes de su muerte diciendo: Así diréis a José: Te ruego que perdones ahora la
maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron, por tanto, ahora te
rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre” (v. 17). La
respuesta de José al miedo de sus hermanos fue: “No temáis, ¿acaso estoy yo en
lugar de Dios?” (v.19).
La carta a los
Hebreos aporta luz acerca de cómo debemos reaccionar ante quienes nos tratan o
nos han tratado injustamente: “Pues conocemos al que dijo: mía es la venganza,
yo daré el pago, dijo el Señor. Y otra vez: el Señor juzgará a su pueblo” (10:
30). José fue un fiel cumplidor del mandato de Jesús. “Oísteis que fue dicho:
Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a
vuestros enemigos, y bendecid a los que os
maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os
ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los
cielos, que hace salir el sol sobre
malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos…Sed, pues,
vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”
(Mateo 5: 44-48). Todo el mundo guarda
rencor a quien se ha extralimitado con uno. Amar a los enemigos y a quienes no nos caen bien es harina de
otro costal. Realmente es imposible hacerlo a no ser que no sea por el poder
del Espíritu Santo que se nos ha dado por la fe en el Señor Jesucristo
Eso no es
todo. Acostumbramos a maldecir ante la maldad de las personas. La Biblia nos da
un ejemplo de cómo debemos proceder, citando a Judas: “Pero cuando el arcángel
Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no
se atrevió a proferir juicio de maldición
contra él, sino que dijo: El Señor te maldiga” (v.9). Por algo será que
esta advertencia conste en la Palabra de Dios.
SALMO 37:7
“Guarda
silencio ante el Señor, y espera en Él. No te alteres con motivo del que
prospera en su camino, por el hombre que hace maldades”
La vida es un cúmulo de esperas: El
pescador espera a que el pez pique el anzuelo, Tenemos que esperarnos al
teléfono cuando tenemos que hacer una consulta. Los segundos se nos hacen
horas. Esperamos…Tenemos que esperar…El salmista nos dice: “Espera en Él”.
Nuestro tiempo no es el tiempo de la inmediatez. Queremos recibir lo que le
pedimos a Dios de inmediato. Vamos tan acelerados que no tenemos tiempo para
cocinar. Antes cocinar requería su tiempo y se comía pausadamente sentados a la
mesa. Hoy con los precocinados ya no tenemos tiempo de sentarnos a la mesa. Nos
llevamos la comida y nos la comemos dentro del coche, sentados en un banco o
comiéndonos el bocadillo andando por la calle. Esperar, hoy es un sufrimiento.
Pero el salmista nos dice: “Espera en Él”. El dicho dice: “Vísteme despacio que
tengo prisa”. ¡No corras que te puedes caer!
La belleza de una flor requiere su
tiempo. Desde el momento en que aparece el capullo de la rosa hasta el de su
floración requiere tiempo. Desde el instante de que una mujer conoce su
embarazo hasta el momento que puede abrazar a su hijo, pasan nueve meses.
“Espera en el Señor. No te precipites.
Esperar en el señor significa que
reconocemos que Él es el Señor del tiempo. Que cada cosa ocurre en el momento
establecido por Él. No se pueden anticipar los planes de Dios. Nuestros
hermanos en la fe del Antiguo Testamento esperaron la venida del Mesías en la
carne sin verla. Los cristianos no esperamos la venida del Señor en su
humillación porque ya es un hecho, Pero juntamente con los hermanos del Antiguo
Testamento esperamos la venida gloriosa del Señor al final del tiempo.
No nos impacientemos. Las miserias
humanas que tanto dolor nos producen y
que quisiéramos que desapareciesen en el acto, están bajo el control de Dios.
“Espera en Él”. La segunda parte del versículo que comentamos dice: “Ni te
alteres con motivo del que prospera en su camino, por el hombre que hace
maldades”. Desearíamos que rayos cayesen encima de ellos y desapareciesen de
nuestra vista. ¿Qué hubiese ocurrido si Dios no hubiese tenido paciencia con
nosotros?, pues que viviríamos en la oscuridad en espera de que la muerte nos
llevase a la condenación eterna. Tal vez alguien intercedió por nosotros y Dios
en su misericordia escuchó la súplica intercesora de un desconocido, y nos dio
el don de la fe para que pudiésemos creer en el Salvador. La cadena intercesora
debe continuar. Tenemos que orar por familiares y amistades con el fin de que
la luz de Dios ilumine sus corazones y conscientes de sus pecados acudan a
Jesús para que se los perdone. En tanto la muerte no llame a las puertas de sus
corazones disponen de un tiempo para el arrepentimiento. En el momento en que
se produce el deceso se sella el destino eterno. Entonces dejaremos de orar por
ellos. “Espera en el Señor” que Él hará con nosotros lo que tenga que ser,
Esperemos con paciencia.
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