dilluns, 21 de maig del 2018

HAGEO 1: 3,4

“Entonces vino la palabra del Señor por medio del profeta Hageo diciendo: ¿Es para vosotros tiempo, para vosotros de habitar en vuestras casas artesonadas y esta casa (el templo de Jerusalén) está desierto?
El orden de los factores no altera el resultado de la multiplicación. Lo que es correcto en aritmética, no es válido en el campo de la relación del hombre con Dios. El mandamiento es clarísimo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón” (Lucas 16:27). El amor a Dios debe prevalecer a cualquier otro amor. La denuncia que hace Hageo se puede trasladar perfectamente a nuestros días. El hecho de que aparezca escrita en la Biblia significa que es un hecho que debe tomarse en consideración. Debe ser motivo de sincera reflexión.
En la mayoría de nuestras viviendas no tenemos artesonados. Son espacios sencillos. Carentes de lujos. Pero son nuestras casas y las cuidamos con esmero porque son los lugares en los que vivimos con nuestras familias. Sean en propiedad o en régimen de alquiler, lo cierto es que son nuestras viviendas. ¿Las amamos más que al Señor?
Las viviendas en las que residimos debemos mantenerlas limpias, ordenadas. Deben reflejar el orden de Dios en la creación y su santidad. Una vivienda desordenada, sucia, no refleja el carácter de Dios que deberían expresar  quienes en ellas residen. Dicho esto, ¿amamos a nuestras viviendas más que a Dios?
El profeta Hageo describe la situación social en que se encontraba Jerusalén habitada  por los judíos que habían regresado de Babilonia. El profeta los avisa: “Meditad bien en vuestros caminos” (v.5). Prestad atención en lo que hacéis. Vivís pensando en embellecer vuestras viviendas y el templo de Dios que es el símbolo de la presencia del Señor entre su pueblo permanece desierto porque no os habéis preocupado en reconstruirlo “porque este pueblo se acerca a mí  con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí” (Isaías 29: 13). El pueblo de Dios había perdido la pasión del primer amor. Se habían convertido en creyentes no practicantes. Abandonar a Dios no sale gratis. Se tiene que pagar un pecio. “Sembráis mucho, y recogéis poco, coméis y no os saciáis, bebéis y no quedáis satisfechos, os vestís y no os calentáis, y el que trabaja a jornal recibe su salario en saco roto” (Hageo 1: 6). Malestar social, desde escasez de alimentos a desengaño colectivo. ¿No está ocurriendo algo parecido en nuestros días? ¿No nos alertan las noticias del incremento de la pobreza, de los precios abusivos de las viviendas en alquiler, de la precariedad laboral. Quejas de multitud de personas que son desatendidas por la Administración…? La respuesta a toda esta problemática se encuentra en el hecho de que los hombres  masivamente han abandonado a Dios. No se podrá enderezar la situación actual hasta que los hombres vuelvan a Dios. Debe producirse un arrepentimiento general, desde el rey hasta el último de los ciudadanos. El ejemplo lo tenemos en Nínive que se arrepintió a la predicación del profeta Jonás y la destrucción se aplazó.

GÉNESIS 15: 1

“No temas Abram, yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande”
Abram había acabado de liberar a su sobrino Lot de los reyes que habían asaltado Sodoma. Melquisedec bendijo al patriarca.  “Después de estas cosas vino la palabra del señor a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram, yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande”. El Señor le promete bendición abundante no exenta de dificultades a lo largo de su vida.
Dios, a sus hijos que lo son por la fe en el Nombre de su Hijo Jesucristo les promete la Jerusalén celestial, la ciudad con calles pavimentadas con oro, murallas levantadas sobre cimientos de piedras preciosas y puertas de bellas perlas. En ella no existirá ni la muerte, ni dolor, ni injusticia alguna. Hermosa esperanza. Pero entre hoy y mañana un duro peregrinaje a través del desierto de este mundo maldito por Dios debido al pecado de Adán.
Los predicadores del evangelio de la prosperidad anuncian un falso evangelio porque contradice lo que enseña la Biblia. Si se os dice que si padecéis dificultades económicas por haber perdido el empleo. Si padecéis una enfermedad irreversible. Si tenéis problemas en general. Si sois perseguidos por la fe que poseéis en Jesús. No os dejéis intimidar por las acusaciones  que estos falsos pastores os hacen diciéndoos que no tenéis fe o es muy insignificante. Proseguid vuestro peregrinaje hacia la Jerusalén celestial con los ojos puestos en Jesús el autor y consumador de la fe y caminaréis por este mundo de victoria en victoria aun cuando no exenta de dificultades.
Estando Jesús clavado en la cruz dando su vida para salvación del pueblo de Dios, los sacerdotes y ancianos de Israel se burlaban de Él diciendo: “A otros salvó, salvase a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios” Lucas 23: 35).
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12: 1,2).
La vida cristiana no es un esprint, es una maratón a lo largo de la cual debemos esforzarnos en el Señor. ¿No sabéis que todos los que corren  en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis” (1 Corintios 9: 24).



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