dilluns, 28 de maig del 2018


PROVERBIOS 22:4

“Mujer virtuosa es corona de su marido, mas la mala como carcoma en sus huesos”
El matrimonio no es un invento del hombre, es  creación de Dios. El Señor consagró el primer matrimonio como modelo de todos los que le seguirían. El primer ser humano creado fue Adán que convivía con todos los animales que en aquel entonces eran dóciles y no suponían ningún peligro para él. En medio de esta situación idílica “para Adán no se halló ayuda idónea para él” (Génesis 2: 20). Los animales no podían satisface sus necesidades emocionales y por descontado tampoco las fisiológicas. El texto nos dice: “El Señor Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras este dormía tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que el Señor Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es hueso de mis huesos y carne de mi carne, ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2. 23,24).
El matrimonio además de indicar que la pareja de alguna manera vuelve a la unidad inicial, indica la relación íntima existente entre Cristo y la Iglesia que es su cuerpo. Quiérase aceptar o no, lo cierto es que "el marido es cabeza de su mujer” (Efesios 5: 23). El varón, como cabeza de su futura esposa debe escoger con mucho cuidado y con mucha oración a la mujer con la que “será una sola carne” (v.31) Al revés sucede lo mismo, la mujer debe escoger con mucho tiento al hombre con el que se vaya a convertir en “una sola carne” con él. La elección no debe hacerse en ningún caso precipitadamente  dejándose guiar por las apariencias externas y exclusivamente por las primeras sensaciones.
El texto de Efesios 5: 21-33) que trata del matrimonio es de una tal profundidad  que jamás en el tiempo presente se entenderá en toda su magnitud. “Grande misterio” (v.32), nos dice el texto.
El marido y la mujer previamente deben estar sometidos al Señor para poderse someter uno al otro en el temor de Dios (v.21), sin complejos de superioridad o de inferioridad. La situación conyugal actual es caótica. Se ha superado con creces la línea roja marcada por Dios, no por el hombre. Los jóvenes y no tan jóvenes se lanzan en el desenfreno sexual sin reparar en las consecuencias. Los casados son infieles a sus conyugues con la excusa de que han dejado de amarlos. La anarquía impera por doquier. Ello se debe a que los hombres y las mujeres han abandonado a Dios y a su Ley. La anarquía política se ha convertido en ley dentro del matrimonio.
Reconducir la corriente impetuosa del desenfreno sexual de nuestros días debe empezar por los cristianos. Para los adultos puede resultar muy difícil reconducir lo que se ha empezado mal. Con la ayuda del Señor deben empezar a enderezar lo torcido.


NÚMEROS 33: 35

“Y si no echáis a los moradores del país de delante de vosotros, sucederá que los que dejéis de ellos  serán como aguijones en vuestros ojos y espinas en vuestros costados, y os afligirán sobre la tierra en que vosotros habitareis”
El Señor avisa con antelación las consecuencias de desobedecer sus instrucciones. Si los israelitas no eliminan todo vestigio de paganismo en la tierra que el señor les da en herencia, la más mínima presencia de levadura será suficiente para leudar toda la pasta. El nuevo Israel en su conjunto se  verá contaminado por el paganismo que irrita los ojos del Señor que se verá obligado a castigarlos duramente.
Tal vez el lector se dirá que lo que Dios dic en el texto que comentamos por medio de Moisés no nos atañe a nosotros que no somos un estado teocrático. Es cierto que en un sentido nacional no va con nosotros, pero sí como iglesia que debe ser el genuino pueblo de Dios en la actualidad.
El israelita de la antigüedad tenía que ser santo porque su Dios es santo. La Iglesia en su conjunto de iglesias locales también tiene que ser santa porque Jesucristo su Cabeza es santa. Por ello nada inmundo debe hallarse en quienes han sido hecho santos por la fe en el Nombre de Jesús.
Como las circunstancias actuales son distintas a las existentes en el antiguo Israel en que el pueblo de Dios formaba una nación y hoy no lo es, no se puede exigir a los ciudadanos del mundo que se rijan por los mismos principios que los afectan al pueblo de Dios. En este sentido sí que es aplicable a nosotros el texto que comentamos. Vivimos en el mundo pero no somos del mundo. Somos ciudadanos del Reino de Dios y como tales tenemos que glorificar el Nombre del Rey siendo Santos como Él es santo ¡Manos a la obra!
Vivimos en una sociedad en la que la inmensa mayoría de los ciudadanos tienen como rey al diablo, el dios de este siglo, No se puede repetir el error del pasado buscando conversiones forzadas. Las personas aparentemente “convertidas” siguen teniendo al diablo como rey y respetan sus órdenes. Nuestra obligación es predicar en las iglesias todo el consejo de Dios y dejar que sea el Señor quien salve a sus escogidos.
Nuestra obligación preferente es mantenernos santos, sin dejarnos contaminar por las filosofías contrarias a Dios que navegan a toda vela aprovechando los vientos que les son favorables. Mantengámonos fieles a la autoridad absoluta de la Biblia que es la Palabra de Dios, así nos mantendremos fieles, sin contaminarnos en medio de un mundo que es hostil a Dios. Si permitimos que el mundo se infiltre en nuestro interior el enemigo de nuestras almas, su presencia “serán como aguijones en nuestros ojos y por espinas en nuestros costados que nos afligirán”. Nos encontramos en una encrucijada. Podemos escoger el camino de la muerte o el de la vida. La responsabilidad es nuestra.


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