ROMANOS 10: 2
“Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de
Dios pero no conforme a ciencia”
El apóstol
está tratando el tema de la salvación exclusivamente por la fe y contrasta el
error de los judíos que a diferencia de los gentiles que han alcanzado la
justicia que es por la fe, Israel no la
alcanzó persiguiendo una ley de justicia. ¿Por qué Israel no la obtuvo? “Porque
iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la
piedra de tropiezo, como está escrito: He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo
y roca de caída, y el que creyere en Él no será avergonzado” (9: 32,33).
Israel
tropezó en la “piedra de tropiezo” que es Jesús cuando intentaba ganar el favor
de Dios siguiendo la letra de la Ley sin darse cuenta que la Ley es “nuestro
mentor para llevarnos a Cristo” (Gálatas 4: 24). Pretender salvarse cumpliendo
las obras de la Ley conduce al legalismo, cosa que conduce a las personas a ser
duras de corazón, insensibles a las debilidades ajenas, sin misericordia. El
apóstol Pablo tuvo que denunciar el legalismo con dureza porque “tenían celo de
Dios pero no conforme a ciencia”.
El legalismo
no sólo aparece en las páginas de la Biblia. Está bien vivo en nuestros días.
Sin darnos cuentas hoy se está construyendo un cristianismo sin Cristo. Nos
hemos hecho esclavos, no de la Ley de Moisés como los judíos del tiempo de
Jesús, sino de las leyes eclesiásticas que se han formado de las costumbres
convertidas en ley. Sin apercibirlo la Roca que es Jesús se ha convertido en
arena con lo cual las iglesias que se
construyen sobre cimiento tan endeble no resisten los embates de los vientos
huracanados y a aguas turbulentas que las embisten. No hemos aprendido la
lección y seguimos tropezando en la “piedra
de tropiezo”. La denuncia del apóstol Pablo sigue vigente hoy: “tenemos celo de
Dios pero no conforme a ciencia”.
Dios tiene
que zarandearnos para que despertemos. Debemos arrepentirnos de nuestro pecado
de considerarnos “sin pecado” por nuestra fidelidad a las leyes eclesiásticas.
Debemos aprender del apóstol Pablo que
considerándose irreprensible en cuanto a la ley, estando en Cristo se reconoció
como el primero de los pecadores. Siendo irreprensible en cuanto a la Ley lo
llevó a participar a participar en la terrible muerte de Esteban a pedradas y a
perseguir con saña a los cristianos por herejes. Cuando el perseguidor de
cristianos se convirtió a Cristo, de perseguidor se transformó en perseguido.
De defensor acérrimo de las obras de la Ley en
heraldo incansable de la doctrina de la salvación por fe y no por las
obras de la Ley. Del odio hacia el que no pensaba como él a amar a los que le
contradecían. Se convirtió en un excelente discípulo de Jesús de quien aprendió
a amar a sus enemigos. Practicar un cristianismo “conforme a ciencia” hará de
las iglesias lugares de bendición en donde las personas se sentirán
reconfortadas y no excluidas por los legalistas sin misericordia.
SALMO 36: 1,2
“No hay temor de Dios delante de sus ojos. Se
lisonjean, por tanto, en sus propios ojos, de que su iniquidad no será hallada
y aborrecida”
Pilar Rahola,
controvertida periodista de prestigio, escribió: “Seamos sinceros, los
defensores de la razón pura llegamos a creer que el pensamiento racional podría
explicarlo todo. Y con la explicación, llegaba la solución. Pero lo cierto es
que el mundo continua hecho un desastre, que no tenemos respuestas para las
preguntas más desgarradoras y que las soluciones brillan por su ausencia”.
La respuesta
a la incertidumbre que expresa la periodista se encuentra en la Biblia. La
lástima es que los hombres considerando que la razón es la solución a todos los
conflictos existentes les impiden encontrar la solución a los problemas. El
salmo 36 de entre los muchos textos bíblicos que afrontan el problema del mal
lo, hacen sin ambigüedades. He aquí las palabras con las que el salmista inicia
su poema: “La iniquidad del impío me dice al corazón: No hay temor de Dios
delante de sus ojos” (v.1). Si no hay temor de Dios porque se quiere que no
exista o porque se le considere muerto, el mal existente en el corazón humano
puede extenderse hasta límites insospechados. Lo cierto es que el mal alcanza
cotas muy altas. Si Dios tuviese que dejar escrito cómo ve la tierra hoy, sin
duda alguna lo expresaría con las mismas
palabras como lo hizo antes del Diluvio: “Y vio el Señor que la maldad de los
hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del
corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5).
Los hombres
no cesan de hacer el mal porque “se lisonjean, en sus propios ojos, de que su
iniquidad no será hallada y aborrecida” (v.3). Nadie les va a pedir cuentas de
sus acciones, piensan, porque en ellos está el principio y el fin de la
autoridad. Pueden decidir a su antojo lo que está bien y lo que está mal. Nadie
les va a pedir cuentas de lo que hacen porque erróneamente piensan que Dios ha
abandonado el trono desde el que administra justicia.
“Las palabras
de su boca son iniquidad y fraude, ha dejado de ser cuerdo, y de hacer el bien.
Medita maldad sobre su cama, está en
camino no bueno, el mal no aborrecen” (vv. 3,4). El hombre perverso
durante la noche, cuando los pensamientos inicuos lo mantienen desvelado
maquina las fechorías que va a realizar cuando amanezca.
Señora Rahola
y todos los que piensan como Ud., si Dios no existe su incertidumbre seguirá
agobiándola. Únicamente la conversión a Jesús le aportará la luz necesaria para
poder entender porque el ser humano se comporta de la manera como lo hace. La
comprensión del problema llenará de paz su corazón porque creerá que existe un
Dios justo que en su momento ejercerá justicia y dará a cada uno según merezcan
sus obras.
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