dissabte, 14 d’abril del 2018


ROMANOS 10: 2

“Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios pero no conforme a ciencia”
El apóstol está tratando el tema de la salvación exclusivamente por la fe y contrasta el error de los judíos que a diferencia de los gentiles que han alcanzado la justicia que es por la fe, Israel  no la alcanzó persiguiendo una ley de justicia. ¿Por qué Israel no la obtuvo? “Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo, como está escrito: He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída, y el que creyere en Él no será avergonzado” (9: 32,33).
Israel tropezó en la “piedra de tropiezo” que es Jesús cuando intentaba ganar el favor de Dios siguiendo la letra de la Ley sin darse cuenta que la Ley es “nuestro mentor para llevarnos a Cristo” (Gálatas 4: 24). Pretender salvarse cumpliendo las obras de la Ley conduce al legalismo, cosa que conduce a las personas a ser duras de corazón, insensibles a las debilidades ajenas, sin misericordia. El apóstol Pablo tuvo que denunciar el legalismo con dureza porque “tenían celo de Dios pero no conforme a ciencia”.
El legalismo no sólo aparece en las páginas de la Biblia. Está bien vivo en nuestros días. Sin darnos cuentas hoy se está construyendo un cristianismo sin Cristo. Nos hemos hecho esclavos, no de la Ley de Moisés como los judíos del tiempo de Jesús, sino de las leyes eclesiásticas que se han formado de las costumbres convertidas en ley. Sin apercibirlo la Roca que es Jesús se ha convertido en arena con lo cual las iglesias   que se construyen sobre cimiento tan endeble no resisten los embates de los vientos huracanados y a aguas turbulentas que las embisten. No hemos aprendido la lección y seguimos tropezando en  la “piedra de tropiezo”. La denuncia del apóstol Pablo sigue vigente hoy: “tenemos celo de Dios pero no conforme a ciencia”.
Dios tiene que zarandearnos para que despertemos. Debemos arrepentirnos de nuestro pecado de considerarnos “sin pecado” por nuestra fidelidad a las leyes eclesiásticas. Debemos  aprender del apóstol Pablo que considerándose irreprensible en cuanto a la ley, estando en Cristo se reconoció como el primero de los pecadores. Siendo irreprensible en cuanto a la Ley lo llevó a participar a participar en la terrible muerte de Esteban a pedradas y a perseguir con saña a los cristianos por herejes. Cuando el perseguidor de cristianos se convirtió a Cristo, de perseguidor se transformó en perseguido. De defensor acérrimo de las obras de la Ley en  heraldo incansable de la doctrina de la salvación por fe y no por las obras de la Ley. Del odio hacia el que no pensaba como él a amar a los que le contradecían. Se convirtió en un excelente discípulo de Jesús de quien aprendió a amar a sus enemigos. Practicar un cristianismo “conforme a ciencia” hará de las iglesias lugares de bendición en donde las personas se sentirán reconfortadas y no excluidas por los legalistas sin misericordia.


SALMO 36: 1,2

“No hay temor de Dios delante de sus ojos. Se lisonjean, por tanto, en sus propios ojos, de que su iniquidad no será hallada y aborrecida”
Pilar Rahola, controvertida periodista de prestigio, escribió: “Seamos sinceros, los defensores de la razón pura llegamos a creer que el pensamiento racional podría explicarlo todo. Y con la explicación, llegaba la solución. Pero lo cierto es que el mundo continua hecho un desastre, que no tenemos respuestas para las preguntas más desgarradoras y que las soluciones brillan por su ausencia”.
La respuesta a la incertidumbre que expresa la periodista se encuentra en la Biblia. La lástima es que los hombres considerando que la razón es la solución a todos los conflictos existentes les impiden encontrar la solución a los problemas. El salmo 36 de entre los muchos textos bíblicos que afrontan el problema del mal lo, hacen sin ambigüedades. He aquí las palabras con las que el salmista inicia su poema: “La iniquidad del impío me dice al corazón: No hay temor de Dios delante de sus ojos” (v.1). Si no hay temor de Dios porque se quiere que no exista o porque se le considere muerto, el mal existente en el corazón humano puede extenderse hasta límites insospechados. Lo cierto es que el mal alcanza cotas muy altas. Si Dios tuviese que dejar escrito cómo ve la tierra hoy, sin duda alguna  lo expresaría con las mismas palabras como lo hizo antes del Diluvio: “Y vio el Señor que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5).
Los hombres no cesan de hacer el mal porque “se lisonjean, en sus propios ojos, de que su iniquidad no será hallada y aborrecida” (v.3). Nadie les va a pedir cuentas de sus acciones, piensan, porque en ellos está el principio y el fin de la autoridad. Pueden decidir a su antojo lo que está bien y lo que está mal. Nadie les va a pedir cuentas de lo que hacen porque erróneamente piensan que Dios ha abandonado el trono desde el que administra justicia.
“Las palabras de su boca son iniquidad y fraude, ha dejado de ser cuerdo, y de hacer el bien. Medita maldad sobre su cama, está en  camino no bueno, el mal no aborrecen” (vv. 3,4). El hombre perverso durante la noche, cuando los pensamientos inicuos lo mantienen desvelado maquina las fechorías que va a realizar cuando amanezca.
Señora Rahola y todos los que piensan como Ud., si Dios no existe su incertidumbre seguirá agobiándola. Únicamente la conversión a Jesús le aportará la luz necesaria para poder entender porque el ser humano se comporta de la manera como lo hace. La comprensión del problema llenará de paz su corazón porque creerá que existe un Dios justo que en su momento ejercerá justicia y dará a cada uno según merezcan sus obras.

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