1 JUAN 3: 14
“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida,
en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte”
La prueba del
algodón que muestra si una persona es cristiana o no es el amor a los hermanos.
No si uno asiste con regularidad germánica a los cultos dominicales. La
jerarquía católica ve como indicios de recuperación religiosa la alta
participación de público en las procesiones de Semana Santa. ¿La multitudinaria
asistencia en estos actos es síntoma de que las multitudes son cristianas? Si
no aman al hermano, no. Según el apóstol Juan permanecen muertas en sus pecados
y delitos.
Martin Luther
King, pastor evangélico y defensor de los derechos de los negros
estadounidenses dijo algo que merece reflexión: “Hemos aprendido a volar como
pájaros, a nadar como peces, pero no
hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”. El hecho de que
seamos tan malos alumnos en la escuela del amor se debe de que a pesar que
podamos ser muy religiosos, “permanecemos en muerte”. A pesar de que nuestros
labios pronuncien el Nombre de Dios, nuestros corazones están muy lejos de Él.
No conocemos a Dios. No sabemos quién es Él. Dios es amor y los cristianos que
no aman al prójimo ponen de manifiesto que desconocen al Dios que es amor.
Por
nacimiento natural todos nacemos siendo hijos del diablo y que deseamos hacer
las obras de nuestro padre el diablo que son: mentiras y homicidios. Con tal
progenitor, ¿cómo podemos amar a los hermanos? Es imposible que aprendamos el
sencillo arte de vivir como hermanos. Jesús nos enseña como el hombre puede
amar a su hermano cuando dice: “O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o
haced el árbol malo, y su fruto malo, porque por el fruto se conoce el árbol.
¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno siendo malos? Porque de la
abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro de su
corazón saca buenas cosas, y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas”
(Mateo 12: 33-35). El problema de la falta de amor entre los hombres se
encuentra en el hecho de que nacemos siendo árboles malos que únicamente pueden
producir frutos malos.
“El auténtico
amor”, dice David Roper, “es un regalo de Dios para que podamos seguir
dándolo”. Recibimos este regalo cuando abandonamos la hipocresía de
considerarnos buenas personas. En el momento en que reconozcamos la maldad que
anida en nuestros corazones y la confesamos a Jesús que es el Médico divino que
puede perdonarnos y hacernos hijos del Dios que es Amor. Solamente entonces el
Espíritu Santo pone en nuestros corazones el amor de Dios que hace posible que
comenzamos a caminar por la senda de amar a los hermanos.
JOEL 2. 3
“Delante de Él consumirá fuego, tras de Él abrasará
llama, como el huerto de Edén será la tierra delante de él, y detrás de él como
desierto asolado.ni tampoco habrá quien de Él escape”
El profeta
Joel contrasta la situación catastrófica
en que se encontraba el pueblo de Dios con la felicidad existente en el Edén.
En un principio, Adán y Eva, nuestros primeros padres, gozaban de la presencia
de Dios. El jardín era un lugar de delicias. ¡Ah! Adán y Eva desobedecieron la
orden de Dios de no comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal
porque el día que de él comáis ciertamente moriréis. Así sucedió. Eva dudó de
Dios e hizo caso a satanás. Comió del árbol prohibido y sedujo a Adán a hacer
lo mismo. El resultado fue que el jardín de convirtió en un lugar inhóspito. En
lugar de dar frutos deliciosos “maldita será la tierra por tu causa, y con dolor comerás de ella todos los
días de tu vida. Espinos y cardos te producirá… Con el sudor de tu rostro
comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra” (Génesis 3: 17-19). Un antes y un
después muy acusado. Pero Dios no dejó al hombre abandonado a su suerte.
Inmediatamente después de la Desobediencia Dios les propone una manera para
recuperar el paraíso perdido al vestirlos con túnicas fabricadas con las pieles
que el mismo Dios sacrificó. El primer sacrificio expiatorio lo hizo Dios
derramando la sangre que simbolizaba la sangre que Jesús derramaría milenios
después para perdón de los pecados.
El Salmo 1
hace una descripción de cómo será el
paraíso definitivamente recuperado en el que no habrá “ninguna cosa inmunda o
que haga abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero”
(Apocalipsis 21:27), con estas palabras: “Bienaventurado el varón que no anduvo
en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de
escarnecedores se ha sentado, sino que en la Ley del Señor está su delicia, y
en su Ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes
de aguas que da su fruto a su tiempo, y su hoja no cae, y todo lo que hace
prosperará” (vv. 1-3). Dando fe de lo que dice el Salmo 1, Apocalipsis 22: 1-5
nos hace de una descripción de cómo será
el paraíso definitivamente recuperado: “Después me mostró un río limpio de agua
de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle
de la ciudad, y a uno y al otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que
produce doce frutos, dando cada mes su fruto, y las hojas el árbol eran para
sanidad de las naciones. Y no habrá más maldición, y el trono de Dios y del
Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su
Nombre estará en sus frentes. No habrá allí más noche, y no tienen necesidad de
luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará, y
reinarán por los siglos de los siglos”. La muerte y la resurrección de Jesús es
la garantía de que este es el lugar que Jesús está preparando para quienes han creído en Él.
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