BANDERAS A MEDIA ASTA
b>¿Cómo debe recordarse la pasión de
Jesús?</b>
La ministra de defensa María Dolores de
Cospedal ha anunciado que en todas las instalaciones militares la bandera
ondeará a media asta desde las catorce horas del jueves santo hasta las
00,01horas del domingo de resurrección. Esta decisión es una barbaridad no
solamente porque en un Estado aconfesional esta orden confunde la gimnasia con
la magnesia, sino porque también es una cuestión teológica.
La bandera a media asta en el contexto de
la Semana Santa implica que Jesús ha
muerto. A pesar de que Jesús previamente había anunciado que tenía que
resucitar de entre los muertos al tercer día, sus seguidores tenían sus mentes
ofuscadas para entenderlo y estaban tristes porque creían que su Señor había
muerto. Las mujeres que fueron al sepulcro con las especies aromáticas para preparar
el cuerpo de Jesús, perplejas porque vieron el sepulcro vacío. Los dos ángeles
que se les aparecieron les dijeron: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que
vive?” (Lucas 24:5).
A pesar de que el Credo enseña que Jesús
murió y resucitó, la Iglesia católica pasa de refilón su resurrección. El plato
fuerte de su doctrina es la muerte de Jesús. Este aspecto le ha permitido
atraer a multitudes que se deleitan viendo las imágenes que quieren describir
del dolor del vía crucis original. Cuando se iniciaron las procesiones de
Semana Santa, quizás la intención fue buena. Se pretendía instruir a las masas
analfabetas, incapaces de leer los evangelios, pero se equivocaron. La manera
de enseñar el camino de la salvación es la predicación. Eso requiere personas verdaderamente
convertidas a Cristo que no se apartan de la verdad bíblica.
Quienes iniciaron las procesiones de
semana Santa, si es que lo hicieron con buena intención, se olvidaron del
mandamiento que dice: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que está
arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.
No te inclinarás a ellas, ni las honrarás, porque yo soy el Señor tu Dios,
fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la
tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a
millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” (Éxodo 20: 4-6).
A la Iglesia católica la cosa se le ha
ido de las manos y una riada de corrupción corre por sus entrañas.
<b>Jesús Bastante</b> escribiendo sobre una reunión que más de 300
chicos y chicas de todo el mundo mantuvieron con el papa Francisco, dice “Los
jóvenes católicos se plantan y exigen cambios, transparencia y credibilidad en
la Iglesia”. Estos jóvenes quieren reformar a la Iglesia católica, las
consecuencias pero no la causa de sus corrupciones. Hace quinientos años que
Martín Lutero lo intentó, pero fracasó. El profeta Oseas ante la situación
desesperada en que se encontraba Israel debido a su infidelidad a Dios,
escribió: “¿Quién es sabio para que entienda esto, y prudente para que lo sepa?
Porque los caminos del señor son rectos, y los justos andarán por ellos, mas
los rebeldes caerán en ellos” (14:9).
¡Iglesia católica si te tienes que
convertir conviértete al Señor!
La muerte de Jesús debe recordarse y
tenerse presente porque es el precio que se tuvo que pagar para el perdón de
los pecados. Hasta la muerte de Jesús en la cruz el sacrificio se hacía
simbólicamente con la muerte de animales cuya sangre no borraba los pecados. Por
ello se precisaba repetir los sacrificios diariamente. “Cristo, habiendo
ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio, se ha sentado a la diestra de
Dios…porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los
santificados” (Hebreos 10: 12,14). ¿Cómo debe recordarse esta única ofrenda? Si
la sangre de los corderos sacrificados simbolizaba un sacrificio que se tenía
que ofrecer, ¿cómo debe recordarse un sacrificio que ya es cosa del pasado? Con
sangre no. Entonces, ¿cómo?
Transportándonos el apóstol Pablo al
cenáculo en donde Jesús con sus discípulos celebró su última cena pascual, el
Señor simbólicamente identifica el pan con su cuerpo que dentro de poco daría
por el perdón de los pecados y su sangre que los limpia todos, con el vino. El
apóstol transmite las instrucciones recibidas directamente del Señor. Cada vez
que la iglesia local se reúne para comer el pan, “este es mi cuerpo que por
vosotros es partido, haced esto en memoria de mí”. “Asimismo tomó también la
copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi
sangre, haced esto todas las veces que la bebiereis en memoria de mí. Así pues,
todas las veces que comáis este pan, y bebáis esta copa, la muerte del Señor
anunciáis hasta que Él venga”. Participar en la Cena del Señor recuerda al
creyente que Jesús vendrá en su gloria a instaurar el Reino eterno de Dios.
Señor instituido por el mismo Jesús tiene que hacerlo de manera muy concreta:
“De manera que cualquiera que coma este pan o beba esta copa del Señor indignamente,
será culpable del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno
a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe
indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí…”
(1 Corintios 11: 23-34).
Los participantes en las procesiones de
Semana Santa, ¿lo hacen con el
cuidado que el apóstol pide en Nombre de Jesús a que lo hagan quienes se reúnen
para comer el pan y beber el vino que simbolizan el cuerpo y la sangre que
Jesús derramó para salvación del pueblo de Dios?
Octavi
Pereña i Cortina
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada