GÉNESIS 4:9
“El Señor dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano?”
El problema
entre Caín y Abel se hace evidente en el
momento en que el Señor miró con agrado a Abel y su ofrenda pero no a Caín
y a la suya. Ambos hermanos aun cuando pisaban el mismo terreno
andaban en mundos opuestos. Abel buscaba a Dios según las instrucciones
recibidas de Dios de que sin derramamiento de sangre es imposible el perdón de
los pecados. Aun cuando la sangre de lo más gordo de las ovejas que sacrificó
Abel no limpiase su pecado, sí lo hizo la sangre del Cordero de Dios que quita
el pecado del mundo, al cual miraba por fe. La ofrenda de Abel fue del agrado
de Dios porque la ofrecía una persona que reconocía ante Dios su pecado y
seguro que la sangre que derramaría Jesús le limpiaría todos sus pecados. Caín,
en cambio se presentó ante Dios con una ofrenda vegetal con la que quería
comprar el favor de Dios. La ofrenda de Caín significaba que ofrecía a Dios sus
buenas obras para conseguir su favor. Con las buenas obras no se puede
conseguir el favor de Dios porque todas las buenas
obras que se le puedan presentar, todas sin excepción, están manchadas de
pecado.
Una de las
cosas que nos enseña la muerte de Abel en manos de su hermano es que Dios se
interesa por el asesino. Dios habría
podido fulminar a Caín tan pronto como cometió el asesinato. Dios es paciente
con todos esperando que se arrepientan
para poder perdonarles sus pecados. El Señor muestra su paciencia cuando
le pregunta a Caín: “¿Dónde está Abel tu
hermano?” Caín tuvo la oportunidad de confesar su pecado. En vez de ello
responde con indiferencia: “No sé. ¿Soy
yo acaso guarda de mi hermano?” La sentencia de Dios no tarda en llegar: “¿Qué
has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra,
que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Cuando
labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza, errante y extranjero serás en
la tierra”. Caín salió de la presencia de Dios con miedo: “Grande es mi castigo
para sr soportado. He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia, y seré
errante y extranjero en la tierra, y
sucederá que cualquiera que me encuentre, me matará”. No dice el texto cuantos
años vivió Caín. Sean los que fuesen parece ser que fueron de enemistad con
Dios. Si se hubiese arrepentido y hecho la paz con Dios sin duda alguna la
Escritura nos hubiera dado a conocer tan fausto acontecimiento.
Una cosa
quiero hacer resaltar y es que el pecado oculto Dios lo ve. No podemos desprendernos
de él alegando ignorancia. Dios pone a nuestro alcance la posibilidad de
arrepentirnos. No cometamos la necedad de Caín de hacerse el desentendido de su
pecado, pues si la muerte nos llega sin habernos arrepentido y recibido el
perdón de Dios, nuestro futuro es la condenación eterna.
2 CORINTIOS 4: 16
“Por tanto no desmayamos, antes aunque este nuestro
hombre exterior se va desgastando, el
interior no obstante se renueva de día en día”
Ante las
dificultades no desmayamos. Algunas de ellas son de procedencia externa como
puede serlo la animadversión por el hecho de ser cristianos. En algunos lugares
los cristianos sufren crueles
persecuciones. Pero de las dificultades de las que nadie se puede escapar es el
hecho de que “nuestro hombre exterior se va desgastando”. Desde el mismo
instante de nuestro nacimiento “el hombre exterior se va desgastando”, en unos
más deprisa que en otros. Nadie se escapa del proceso de envejecimiento. A
todos nos llega el desenlace fatal: La
muerte.
Los
cristianos no debemos temer el desgaste físico que va acompañado de achaques
más o menos dolorosos porque si nos mantenemos en íntima comunión con el Señor
el hombre “interior no obstante se renueva de día en día”. No sé si tal como lo
expreso sea correcto. Pienso que a medida que el cuerpo se encoje con el paso
de los años el hombre interior se rejuvenece. Las fuerzas físicas decaen pero
las espirituales se renuevan. Debido al proceso de renovación que se produce a
lo largo de la vida cristiana “no desmayamos, antes aunque este nuestro hombre
exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”.
El proceso de
envejecimiento que el apóstol Pablo describe como “esta leve tribulación
momentánea, produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de
gloria” (v.17), es decir el desgaste físico se compensa con una comprensión más
clara de la gloria eterna que aguarda a quienes creen en Jesús como a su único
Señor y Salvador. La resurrección de Jesús es asumida con plena seguridad y con ello la garantía de que
nuestra resurrección corporal será un hecho y con ello la conversión del cuerpo
que hoy se desgasta en un cuerpo inmortal e incorruptible. Con palabras del
apóstol: “No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven,
pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”
(v.18),
Caminamos por
fe no por vista. Las que vemos no hace falta esperarlas. Las que no vemos pero
creemos en ellas, son las que esperamos. Las que nos dan fuerzas para no
desmayar durante el peregrinaje por este mundo. Cuando los achaques que
anuncian que la muerte se acerca, en vez de temerla, nos anticipan la plena
renovación futura en el día en que el Señor vivo y glorificado vendrá a
buscarnos para pasar toda la eternidad con Él. ¿”Dónde está, oh muerte tu
aguijón? El Señor Jesús la ha vencido.
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