dilluns, 23 d’abril del 2018

GÉNESIS 4:9

“El Señor dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano?”
El problema entre Caín y Abel se hace evidente  en el momento en que el Señor miró con agrado a Abel y su ofrenda pero no a Caín y  a la suya. Ambos  hermanos aun cuando pisaban el mismo terreno andaban en mundos opuestos. Abel buscaba a Dios según las instrucciones recibidas de Dios de que sin derramamiento de sangre es imposible el perdón de los pecados. Aun cuando la sangre de lo más gordo de las ovejas que sacrificó Abel no limpiase su pecado, sí lo hizo la sangre del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, al cual miraba por fe. La ofrenda de Abel fue del agrado de Dios porque la ofrecía una persona que reconocía ante Dios su pecado y seguro que la sangre que derramaría Jesús le limpiaría todos sus pecados. Caín, en cambio se presentó ante Dios con una ofrenda vegetal con la que quería comprar el favor de Dios. La ofrenda de Caín significaba que ofrecía a Dios sus buenas obras para conseguir su favor. Con las buenas obras no se puede conseguir el favor de Dios porque todas las buenas obras que se le puedan presentar, todas sin excepción, están manchadas de pecado.
Una de las cosas que nos enseña la muerte de Abel en manos de su hermano es que Dios se interesa  por el asesino. Dios habría podido fulminar a Caín tan pronto como cometió el asesinato. Dios es paciente con todos esperando que se arrepientan  para poder perdonarles sus pecados. El Señor muestra su paciencia cuando le pregunta a  Caín: “¿Dónde está Abel tu hermano?” Caín tuvo la oportunidad de confesar su pecado. En vez de ello responde con indiferencia: “No sé.  ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” La sentencia de Dios no tarda en llegar: “¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.  Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza, errante y extranjero serás en la tierra”. Caín salió de la presencia de Dios con miedo: “Grande es mi castigo para sr soportado. He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia, y seré errante  y extranjero en la tierra, y sucederá que cualquiera que me encuentre, me matará”. No dice el texto cuantos años vivió Caín. Sean los que fuesen parece ser que fueron de enemistad con Dios. Si se hubiese arrepentido y hecho la paz con Dios sin duda alguna la Escritura nos hubiera dado a conocer tan fausto acontecimiento.
Una cosa quiero hacer resaltar y es que el pecado oculto Dios lo ve. No podemos desprendernos de él alegando ignorancia. Dios pone a nuestro alcance la posibilidad de arrepentirnos. No cometamos la necedad de Caín de hacerse el desentendido de su pecado, pues si la muerte nos llega sin habernos arrepentido y recibido el perdón de Dios, nuestro futuro es la condenación eterna.



2 CORINTIOS 4: 16

“Por tanto no desmayamos, antes aunque este nuestro hombre exterior  se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”
Ante las dificultades no desmayamos. Algunas de ellas son de procedencia externa como puede serlo la animadversión por el hecho de ser cristianos. En algunos lugares los cristianos sufren  crueles persecuciones. Pero de las dificultades de las que nadie se puede escapar es el hecho de que “nuestro hombre exterior se va desgastando”. Desde el mismo instante de nuestro nacimiento “el hombre exterior se va desgastando”, en unos más deprisa que en otros. Nadie se escapa del proceso de envejecimiento. A todos nos llega  el desenlace fatal: La muerte.
Los cristianos no debemos temer el desgaste físico que va acompañado de achaques más o menos dolorosos porque si nos mantenemos en íntima comunión con el Señor el hombre “interior no obstante se renueva de día en día”. No sé si tal como lo expreso sea correcto. Pienso que a medida que el cuerpo se encoje con el paso de los años el hombre interior se rejuvenece. Las fuerzas físicas decaen pero las espirituales se renuevan. Debido al proceso de renovación que se produce a lo largo de la vida cristiana “no desmayamos, antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”.
El proceso de envejecimiento que el apóstol Pablo describe como “esta leve tribulación momentánea, produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (v.17), es decir el desgaste físico se compensa con una comprensión más clara de la gloria eterna que aguarda a quienes creen en Jesús como a su único Señor y Salvador. La resurrección de Jesús es asumida con plena  seguridad y con ello la garantía de que nuestra resurrección corporal será un hecho y con ello la conversión del cuerpo que hoy se desgasta en un cuerpo inmortal e incorruptible. Con palabras del apóstol: “No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (v.18),
Caminamos por fe no por vista. Las que vemos no hace falta esperarlas. Las que no vemos pero creemos en ellas, son las que esperamos. Las que nos dan fuerzas para no desmayar durante el peregrinaje por este mundo. Cuando los achaques que anuncian que la muerte se acerca, en vez de temerla, nos anticipan la plena renovación futura en el día en que el Señor vivo y glorificado vendrá a buscarnos para pasar toda la eternidad con Él. ¿”Dónde está, oh muerte tu aguijón? El Señor Jesús la ha vencido.




Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada