LUCAS 16:8
“Y
alabó el amo al mayordomo por haber hecho sagazmente, porque los hijos de este
siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de la luz”
El texto que comentamos siempre me ha
intrigado, ¿qué significa? El misterio desapareció pocos días antes de ponerme
a redactar este comentario al leer el capítulo 9 de Josué. Como cada día leo
simultáneamente el Antiguo y Nuevo testamento, el texto de Josué lo había leído
muchas veces, hasta que su lectura me aportó la luz que hizo desaparecer la
oscuridad que envolvía el texto de Lucas que comentamos. Leyendo Josué 9 me ha
hecho entender el por qué “los hijos de este siglo son más sagaces en el trato
con sus semejantes que los hijos de la luz”.
Los gabaonitas tenían que ser destruidos
como todos los habitantes de la tierra que Dios había dado a Israel en
herencia. Los gabaonitas se habían enterado de la conquista y destrucción de
Jericó y Hay. Sabían que su turno estaba muy cercano. La astucia evitó la
destrucción. ¿En qué consistió la astucia? Simulando que eran habitantes de una
tierra lejana. Simulación que consistió en vestirse de harapos y llenar las
alforjas de pan seco y mohoso. Josué y los ancianos de Israel fueron engañados
por los astutos gabaonitas. Aquí se encuentra la clave del por qué “los hijos
de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de
luz”: “Y Josué hizo paz con ellos, y celebró con ellos alianza concediéndoles
la vida, y también juraron los príncipes de la congregación” (v.15). “Y los hombres
de Israel tomaron las provisiones de ellos, y
no consultaron al Señor” (v.14)
Tres días después de celebrarse el
tratado de paz Josué descubrió el engaño. Como siervo de Dios que era respetó
el tratado a pesar de que era perjudicial para los intereses de Israel. Para
Josué el sí era sí.
El secreto del por qué los hijos de este
siglo son más sagaces que los hijos de la luz se encuentra en el hecho de que
tanto Josué como los príncipes de la congregación no consultaron al Señor antes
de cerrar el trato con los gabaonitas. Este hecho no consta en la Biblia para
hacer bonito. El escritor sagrado dejó constancia escrita de este error para
que las generaciones posteriores no tropecemos con la misma piedra. El error
aparece en la Biblia para que sirva de instrucción para nosotros. La Biblia no
se cansa de amonestar una y otra vez a Israel por no escuchar la voz de Dios.
Muchos perjuicios le acaecieron por no hacerlo. ¿Aprenderemos la lección los
cristianos del siglo XXI?
JUECES 2: 11-13
“Entonces
los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos del Señor, y sirvieron a los
baales. Dejaron al Señor, el Dios de sus padres, que los había sacado de la
tierra de Egipto, y se fueron tras otros dioses, los dioses de los pueblos que
estaban en sus alrededores, a los cuales adoraron, y provocaron a ira al Señor:
Y dejaron al Señor y adoraron a Baal y Astoret”
Josué había fallecido y partido su alma
para estar en presencia del Señor. “Y toda aquella generación también fue
reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no
había conocido al Señor, ni la obra que
Él había hecho para Israel” (v.10).
¿Recuerda el lector qué tenía que hacer
Israel con el mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de
toda tu alma y con todas tus fuerzas?
(Deuteronomio 6:5). La respuesta que da la Escritura es: “Y estas
palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón, y las repetirás a tus
hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andan do por el camino, y al
acostarte, y cuando te levantes” (v .7). Resumiendo: Cada generación debe empezar de nuevo pero no a partir de
cero. El comienzo debe producirse a partir del legado que han dejado sus
padres. De ahí la importancia de que los padres instruyan a los hijos en los
caminos del Señor.
El libro de Jueces nos enseña algo que
debemos tener en cuenta y es que a pesar de que “los hijos de Israel hicieron
lo malo ante los ojos del Señor y sirvieron a los baales”, el Señor levantaba
jueces que hacían que el pueblo se volviese a Dios y Éste los libraba de la
opresión de sus enemigos.
A pesar que “en estos días no había rey
en Israel, cada uno hacía lo que bien le
parecía” (Jueces 21:25), el libro de Rut nos enseña la existencia de Noemí, una
mujer viuda que a pesar que quería que sus nueras la llamaran “Mara” “porque en
grande amargura me ha puesto el Todopoderoso” (Rut 1: 20), fue un ejemplo para
su nuera Rut que dice a su suegra: “Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi
Dios” (v.16). No se nos dice nada de quienes fueron los padres de Noemí. Dado el
silencio debemos suponer que se tomaron en serio educarla en el temor del
Señor. Rut, a pesar de ser moabita fue una antepasada del Señor.
¿Qué tenemos que decir de Ana, la mujer
estéril “que con amargura de alma oraba al Señor, y lloraba abundantemente “?
(1 Samuel 1:10). Suplicaba por un hijo y la consecuencia de sus súplicas fue el
nacimiento de Samuel que consagró al Señor y que se convirtió en juez de
Israel, finalizando con él el oscuro período de Jueces. Gracias a madres y
padres y piadosos y temerosos del Señor la Palabra de Dios ha llegado hasta
nuestros días, iluminando corazones de hijos e hijas que la han transmitido que
a su vez a sus descendientes.
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