CRUELDAD O JUSTICIA
<b>¿Se acepta una justicia
injusta?</b>
En una sociedad secularizada y a la vez
tradicionalmente religiosa le va como el anillo al dedo la respuesta que
<b>Augusto Comte</b> dio cuando se le peguntó dónde estaba Dios en
su teoría científica: “No tengo necesidad de esta hipótesis”. ¿Realmente se
puede vivir de manera satisfactoria sin Dios? La evidencia de que no se puede
se pone de manifiesto en los medios de comunicación. Otro síntoma se encuentra
en el aumento de bautismos laicos. ¿No indica ello de que subjetivamente al ser
humano le inquieta la cuestión de Dios?
Cuando al escritor británico
<b>Philip Pullman</b> se le preguntó en qué creía, respondió: “Creo
que estoy vivo, que vivimos. Creo que estamos conscientes, creo que el mundo es
el lugar más maravilloso. La pegunta sobre si existe Dios o no, no ocupa gran
parte de mi tiempo. No creo que necesitemos un Dios para explicar porque todo
es aquí. Si hay Dios, está muy lejos ahora mismo” El mismo
<b>Pullman</b> llamado a posicionase sobre la noción de Dios,
afirma: “Si es un Dios el de la Biblia, es un criminal y estamos más bien sin
él”. Dios no deja de existir por el hecho de que los hombres no crean en él o
que esté muerto. <b>Agustín de Hipona</b> explica con claridad la razón
del ateísmo o del agnosticismo: “Nadie niega a Dios sino aquel que le conviene
que Dios no exista”. <b>Pullman</b> niega porque si es “como el de
la Biblia es un criminal”, sería interesante escudriñar porque
<b>Pullman</b>considera que el Dios de la Biblia es un criminal.
Bien seguro que esta idea le nace al ver que lo que él considera crueldad en el
Dios que se revela en el Antiguo Testamento. La primera manifestación de la
“crueldad” divina se hizo patente en el Diluvio Universal.
<b>Pullman</b> y todos los que piensan como él, ¿se han parado a
pensar por qué Dios procedió de manera tan cruel? Guste o no, no podemos
adaptar el carácter de Dios que se manifiesta en la Biblia a lo que nosotros consideramos justicia.
Nuestro concepto de justicia es muy voluble.
<b>José Luís Sampedro</b>
dice que si existe Dios o no tanto le da: ”Porque no pedí venir a este mundo,
él me ha hecho…Porque si he salido mal, es culpa suya, que construya mejor el
juguete”. Cuando Dios finalizó la creación vio que todo lo que había hecho era
muy bueno (Génesis 1:31). Dios no creó el “juguete” defectuoso. La condición
malvada que hay en el hombre no se debe a un defecto de fabricación. Es la
consecuencia de un acto de libre decisión. Negarlo no anula la realidad. El
hombre a diferencia de un juguete fue creado con la capacidad de tomar
decisiones libremente. Siguiendo el símil de un producto manufacturado que le
acompaña un manual de instrucciones que el comprador debe seguir para su buen
funcionamiento, al “juguete” racional que Dios creó sin ningún defecto le dio
instrucciones para conservar la perfección: “De todo árbol del huerto podrás
comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día
que de él comas, ciertamente morirás”
(Génesis 2: 16, 17). La perfección con que fue creado el “juguete” se
perdió en el instante en que desobedeció el manual de instrucciones del
Fabricante. El “juguete” pronto dio evidencia del defecto adquirido cuando Caín
mató a su hermano Abel.
“Y vivió Adán ciento treinta años, y
engendró a un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set”
(Génesis 5:3). A partir de este instante
la humanidad se divide en dos familias espirituales: La de Caín y la de
Set. La de Caín, la más numerosa sigue
las inclinaciones perversas de su padre el diablo. La de Set,
minoritaria, la forman los hijos de Dios. Desde la creación de Adán hasta Noé
transcurrieron unos mil años. De esta época Dios hace un retrato de la
humanidad que desciende de Caín: “Y el Señor vio que la maldad de los hombres
era mucha en la tierra, y todo designio de los pensamientos del corazón de
ellos era de continuo solamente el mal”
(Génesis 6:5). El juicio de Dios sobre el “juguete” que se deterioró por
libre decisión fue: “Dijo, pues Dios a Noé: he decidido el fin de todo ser,
porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos, y he aquí los
destruiré con la tierra” (v.13).
¿Por qué el Señor tardó casi mil años en
destruir la humanidad? La paciencia de Dios tiene un límite. Cuando el límite
se ha agotado la sentencia se ejecuta. El Señor le prometió a Abraham que la
tierra que pisaban sus pies se la daría en herencia a su descendencia en la
cuarta generación. ¿Por qué esta demora tan precisa? “Porque aún no ha llegado
a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí” (Génesis 15: 16). El Señor siempre
aplaza la sentencia hasta el momento en que la maldad colma el vaso y no es
posible que el hombre haga marcha atrás en su camino de impiedad.
<b>José Luís Sampedro</b>
dice algo que evidencia, aunque sea inconscientemente, su condición de pecador:
“Porque aun cuando soy consciente de haber hecho mal muchas cosas en mi vida, y
que he podido perjudicar involuntariamente a alguien, tengo la plena seguridad
de no haber hecho mal deliberadamente a alguien”. Se quiera reconocer o no, si
se es descendiente de Adán por la línea de Caín se nace pecador destituido de
la gloria de Dios. Por la fe en el Dios de Set, que no es otro que Jesús, el
pecador pasa a ser de hijo del diablo a serlo de Dios, hecho a imagen y
semejanza suya. Noé, sus tres hijos con sus respectivas esposas fueron salvados
de la destrucción universal porque se cobijaron en el arca que Dios había
mandado a Noé que construyese. He aquí lo que el apóstol Pedro dice respecto a
Noé: “Y no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el
diluvio sobre el mundo de los impíos” ( 2 Pedro 2:5). Durante todo el tiempo
que duró la construcción del arca los hombres escucharon l mensaje de la
inundación que se acercaba, pero tenían oídos que no escuchaban. Decidieron no
hacer caso del mensaje de salvación que pronunciaban los labios de Noé y de la
fe que acreditaba tener al hacer caso de la amenaza de Dios y construir el arca
en que se salvaría él y su familia.
La justicia para ser justa tiene que
castigar al delincuente. En Adán todos hemos desobedecido a Dios y con él
tenemos que morir física y espiritualmente. La demora en ejecutar la sentencia
nos brinda la oportunidad de arrepentirnos y cobijarnos de la destrucción final
que se avecina en Jesús.
Octavi
Pereña i Cortina
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