EL ARTE DE GOBERNAR
<b>La
justicia divina es el ingrediente necesario para que el gobernante rija con
justicia para bien del pueblo</b>
La
actual Unión Europea nació como Comunidad Europea del Acero y del Carbón con el
Tratado de París el 18 de abril de 1951. Los firmantes del Tratado fueron los
gobiernos de la República Federal de Alemania, Bélgica, Francia, Italia,
Luxemburgo y los Países Bajos. Tenía el propósito de evitar el estallido de
nuevas guerras que destruyesen Europa de nuevo. Han transcurrido 66 años y efectivamente no se ha vuelto a oír el
ruido de sables. La Unión Europea, pero, es deficitaria en justicia, que es la
base de la fortaleza de una unión de
naciones. Con ello La Unión Europea no se edifica sobre sobre la roca
sino sobre unos cimientos de arena que no le dan estabilidad y con ello la
amenaza constante de su destrucción.
La
carta que <b>Martin Luter King, Jr.</b> escribió desde la prisión
de Birmagham no tiene desperdicio: “Entonces comprenderéis porque me cuesta
esperar. Llega un día cuando la copa de esperar vierte y entonces llega la hora
en que los hombres no quieren vivir en un abismo de injusticia en donde
experimentas la desolación del desespero que corree. Espero señores que podrán
comprender nuestra legítima e inevitable impaciencia.
Mostráis
muchísima preocupación por nuestro deseo de romper leyes. Este es un interés
legítimo. Con mucha diligencia insistimos
que las personas obedezcan la decisión de la Corte Suprema de 1954
ilegalizando la segregación en las escuelas públicas, es bastante extraño y paradójico que nos encontremos
conscientemente rompiendo leyes. Alguien se puede peguntar: ¿Cómo puedes ser
partidario de romper algunas leyes y obedecer otras. La respuesta se encuentra
en que existen dos tipos de leyes: Hay leyes justas y las hay injustas.
Coincido con san Agustín: <i>Una ley injusta de ninguna de las maneras es
una ley/i>. Se dan dos tipos de leyes. Existen leyes justas y leyes
injustas. ¿Cuál es la diferencia entre las dos? Una ley justa es un código
hecho por el hombre que encaja con la
ley moral, o la ley de Dios. Una ley injusta es un código que no está en
harmonía con la ley moral. Diciéndolo con el pensamiento de santo Tomás de
Aquino, una ley injusta es una ley humana que no está enraizada en la ley eterna
y moral. Cualquier ley que edifique a la persona humana es justa. Cualquier ley
que degrada a la persona humana es injusta. Todas las leyes que segregan son
injustas porque la segregación deforma el alma y perjudica a la persona…”
La
única ley que no necesita enmendarse es la Ley de Dios porque es la Verdad. Las
leyes humanas a pesar de que puedan ser redactadas por personas piadosas,
contienen defectos. Son útiles durante un cierto tiempo. Nuevas generaciones
aparecen en el escenario social. ¿Qué debe hacerse con las leyes envejecidas,
desfasadas? Maimónides, el filósofo judío nacido en Córdoba en el año 1135 se
expresa con claridad meridiana: “Por el otro lado si una ley vigente desde
hacía mucho tiempo y en el transcurso de los años resulta ser anacrónica, debe
derogarse automáticamente. En términos jurídicos la cuestión debe resolverse
así: “Se sancionó una ley en Israel que siguió vigente durante muchos años, y
en determinado momento apareció un nuevo tribunal y comprobó que aquella ley no
satisfacía las exigencias del momento, en este caso debe anularse, aunque el
tribunal sea inferior en sabiduría y autoridad original”.
Una
perla del jurista holandés Hugo Grotius: “No sabe gobernar un reino quien no sabe dirigir una provincia,
no puede dirigir una provincia quien no sabe ordenar una ciudad, no sabe
administrar una ciudad quien no sabe conducir un pueblo, tampoco un pueblo
quien no sabe guiar una familia, este hombre tampoco puede gobernar bien una
familia si no sabe como gobernarse a sí mismo, tampoco se puede gobernar a sí
mismo a no ser que su razón sea señor, la voluntad y sus deseos, sus vasallos.
Nadie puede gobernar a la razón a no ser que la gobierne Dios y le sea
obediente”. Corolario: Sin la conversión a Cristo que es el camino para encontrar
a Dios, el ser humano no puede amar la justicia que enaltece a la nación.
Octavi Pereña i Cortina