MIQUEAS 3: 11
“Sus jefes juzgan por cohecho, y sus
sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas adivinan por dinero, y se apoyan
en el Señor diciendo: ¿No está el Señor entre nosotros? No vendrá mal sobre
nosotros”
La
Biblia es la radiografía que pone al
descubierto la situación moral del hombre. Por ser Palabra de Dios la Escritura
es un libro intemporal. Cierto es que fue escrita en épocas diversas de la
antigüedad, pero su enseñanza se adapta a todos los tiempos. Los escenarios y
decorados varían, pero los personajes son los mismos. A pesar de que las
personas sean distintas, la naturaleza humana es la misma. Niveles sociales,
culturales, religiosos variados, pero el ser humano es el mismo en el aspecto
espiritual.
Sin
justicia un pueblo no puede progresar. Los letrados aseguran que la justicia es
igual para todos los ciudadanos, lo cierto es que no es así. Muchos textos de
la Biblia aseguran que la administración de justicia no es justa. Maximilien
Robespierre, escribió: “Toda ley que viole los derechos inalienables es
esencialmente una ley injusta y tiránica, no es una ley en absoluto”. El
cohecho que es el acto de sobornar a un juez o funcionario para que obren
contra la justicia y el derecho es el causante de que as sentencias sean tan
desfavorables para los pobres y las viudas. Aceptar sobornos entela los ojos de
jueces y funcionarios. La injusticia, no la religión, es el oprobio de los
pueblos. Lo más triste del caso es que sacerdotes y profetas también enseñan
por dinero. El amor al dinero es la raíz de todos los males.
¿Cómo
pueden los idólatras enseñar el contenido de las Sagradas Escrituras
cristianas? Los adoradores de ídolos no
pueden enseñar la doctrina cristiana. Pueden utilizar la letra de las
Escrituras en su adoctrinamiento, pero ignoran totalmente el significado de
ellas.
Jueces,
funcionarios, ministros de Dios que actúan por dinero hacen las cosas mal y, a
pesar de ello “se apoyan en el Señor diciendo: ¿No está el Señor entre
nosotros?” Pueden tener el Nombre de Dios a flor de labios, pedro que el Señor
esté con ellos es harina de otro costal. Dios no está con los que se venden por
dinero. Quienes piensan erróneamente que el Señor está con ellos y que creen
que “no vendrá mal sobre nosotros”, recuerden que Cristo, el Juez justo en el momento
de la muerte lanzará sus almas en el fuego del infierno y en el día de la
resurrección, el día del juicio final, el cuerpo acompañará al alma en la
condenación eterna.
MIQUEAS 6:8
“Oh hombre, Él te ha declarado lo que es
bueno, y que pide el Señor de ti: solamente hacer justicia, y amar
misericordia, y humillarte ante tu Dios”
El
mundo en que vivimos es un caos. Nos encontramos inmersos en un mar de
confusión. Las nubes cargadas de tormenta impiden ver a los dirigentes de las
naciones la estrella polar que les señala la dirección que deben seguir. Se convocan reuniones al más alto
nivel para analizar las complejas situaciones a las que se enfrentan. Cuantos
más esfuerzos para estabilizar el rumbo, menos paz hay en el mundo. No hay paz
para el impío ha dicho el Señor. En tanto la impiedad siga presidiendo las
reuniones de los gobernantes no habrá paz ni estabilidad. Debido a haber
abandonado a Dios el mundo se ha convertido en un mar tempestuoso cuyas olas
arrojan lodo y cieno.
El
profeta Miqueas dice a su pueblo: “Oh hombre, Él te ha declarado lo que es
bueno, y que pide el Señor de ti”. A
pesar de que se habla del silencio de Dios, de que ha enmudecido, quienes
piensan tal cosa deben saber que Dios siempre ha hablado por medio de sus
profetas y en concreto al final del tiempo por medio de su Hijo que vino para
dar a conocer a Dios Padre. ¿Cómo reacciona el hombre ante el hablar de
Dios? Jesús narra a sus oyentes la
parábola de los labradores malvados. Un hombre planta una viña y la pone en
condiciones para ser explotada. Finalizada la preparación la arrenda y se va
lejos. Llegado el momento de la vendimia envía a sus siervos para que re cojan
la parte que le corresponde. En vez de cumplir el trato, golpearon a uno de los
enviados, a otro lo mataron y a otro lo apedrearon. “Finalmente envió a su
hijo, diciendo: “tendrán respeto a mi hijo”, pero lo mataron. Los siervos del
propietario de la viña son los profetas que a lo largo de la historia de Israel
Dios mandó para anunciarles el mensaje de salvación, pero no hicieron caso a
sus palabras. El hijo al que matan no es otro que Jesús que mataron en la cruz
del Gólgota.
“Y
oyendo sus parábolas los principales sacerdotes y los fariseos entendieron que
hablaba de ellos. Pero al buscar como echarle mano, temían al pueblo, porque
éste le tenía por profeta” (Mateo 21:33-46).
El
profeta Miqueas dice a Israel lo que el Señor le pide: “Solamente hacer
justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios”. La respuesta fue: No
oiremos para hacer la voluntad de Dios. El resultado de desatender las palabras
de Dios fue la destrucción del templo y el destierro a tierras lejanas. La
moraleja de la parábola de los labradores malvados es que la desobediencia a
Dios le sigue el castigo, tanto en el aspecto individual como nacional. La
desolación que existe en el mundo actual es la evidencia de que Dios no miente
y que en el momento establecido la sentencia se ejecuta.
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