2 CRÓNICAS 9: 23
“Y todos los reyes de la tierra
procuraban ver el rostro de Salomón para oír la sabiduría que Dios le había
dado”
De todos los
reyes de la tierra que deseaban ver a Salomón para oír la sabiduría que le
había dado Dios, sobresale la reina de Saba para comprobar personalmente si lo
que se decía de Salomón era cierto. Además de camellos cargados de riquezas, el
propósito del viaje real fue probar con “preguntas difíciles” y hablarle “todo
lo que tenía en su corazón”.
Por lo que
Jesús dijo, la gloria de Salomón era una figura de sí, el Rey de Israel, el
descendiente del rey David según al carme a quien Dios había prometido que
reinaría eternamente.
Los tipos
representan la realidad muy pobremente. El templo glorioso que construyó
Salomón, símbolo de la presencia de Dios entre su pueblo, siguiendo las
instrucciones recibidas de su padre David, no tiene punto de comparación con la
gloria celestial en donde se encuentra el trono en el que se sienta Dios. El
maravilloso templo de Salomón envejecía y requería reparaciones. Al final fue
destruido por Nabucodonosor. El lugar santísimo celestial es eterno y su gloria no se desluce.
Con la
sabiduría de Salomón ocurre lo mismo. A la sabiduría que el rey recibió de Dios
le separa un abismo comparada con la sabiduría que es Dios con la Sabiduría que
es el mismo Dios. A pesar que la famosa reina exclama: “Bienaventurados tus
hombres, dichosos estos tus siervos, que están continuamente delante de ti y
oyen tu sabiduría” (1 Reyes 10: 8), la
sabiduría de Salomón es tinieblas comparada con la Ley de Dios. La
sabiduría de Salomón era corruptible y
de hecho se corrompió con el virus de la idolatría y del sexo.
“Los reyes de
la tierra procuraban ver el rostro de Salomón para oír la sabiduría que Dios le
había dado”. Jesús que es la Sabiduría porque es Dios, lamenta que los hombres
no depositen el mismo interés que los reyes del tiempo de Salomón pusieron para
ver su gloria y escuchar su sabiduría. Este desinterés tiene un precio. De los
labios de Jesús brotan palabras de vida eterna. Ve a los hombres como ovejas
sin pastor que se pierden en los laberintos de la vida terrenal. Les falta
fijarse en la estrella resplandeciente que los guiaría hasta Belén para adorar
al Rey nacido, como lo hicieron los pastores y los magos. Los hombres de
nuestro tiempo como los de todas las épocas prefieren oír a embaucadores que
les hablan zalamerías que los engatusan para perdición eterna.
Los reyes
admiraron la gloria y la sabiduría de Salomón. No dudaron en emprender un largo
viaje para poderse deleitar. Jesús, en cambio, que es mucho más que Salomón,
muy pocos son los que hacen el gesto de acercarse a Él. Pocos son los que como
María, la hermana de Lázaro y de Marta, se sientan a los pies de Jesús para
escuchar las palabras de vida eterna que brotan de sus labios.
OSEAS 13: 4
“Mas yo soy el Señor tu Dios desde la tierra de Egipto, no conocerás
pues otro Dios fuera de mí, ni otro Salvador sino a mí”
Jesús
es el Señor nuestro Dios desde el día de nuestra conversión a Él. De la misma manera
que Israel no tenía que conocer a otro dios fuera de Él, ni a otro salvador que
no fuese el Señor Jesús, nosotros los cristianos no podemos tener a otro dios
ni a otro salvador que no sea Jesús. ¿Quién nos ha redimido de la esclavitud
del pecado? ¿Quién si no Jesús es quien con su sangre derramada en la cruz del
Gólgota ha pagado el precio de nuestra redención?
Debemos
ser muy vigilantes porque Satanás es muy astuto. En el inicio de nuestra
historia utilizó a la serpiente para engañar a Eva para hacerle creer que no
debía confiar en Dios su Creador, porque es un mentiroso. Adán y Eva creyeron
el engaño. Comieron el fruto del árbol prohibido y ocurrió la gran catástrofe:
perdieron el privilegio de vivir en el paraíso y fueron expulsados fuera de él,
en donde crecen cardos y espinos y fueron condenados a comer su sustento a base
de sudor y sufrimiento. Satanás no se nos presenta hoy bajo la forma de
serpiente, lo hace de manera muy astuta.
Hoy,
Satanás se presenta bajo la apariencia de “obreros fraudulentos que se
disfrazan de apóstoles de Cristo”. No se presentan como apóstoles de Satanás,
destilando sus labios la hiel que se esconde en sus corazones. No, lo hacen
bajo la apariencia de apóstoles de Cristo. Para que nos traguemos el anzuelo,
nos hablan medias verdades. Nos dan una de cal y otra de arena. Intentan
confundirnos. Crean la duda como la serpiente lo hizo con Adán y Eva. Si lo
consigue la victoria es del Maligno.
Santiago
nos da la solución para no dejarnos seducir por los obreros fraudulentos que el
diablo envía para atraparnos en sus redes: “Someteos pues a Dios, y resistid al
diablo, y huirá de vosotros” (4:7). Debemos permitir que Dios gobierne nuestras
vidas. ¿Cómo lo conseguiremos? Estudiando la Biblia y orando al Señor para que
con la ayuda del Espíritu Santo podamos entenderla correctamente. No debemos
olvidar que los “obreros fraudulentos” se nos acercan con la Biblia bajo el
brazo, pero la interpretan según las mentiras que les enseña su padre el
diablo. Conozcamos la VERDAD de verdad y resistiremos al diablo. Con la VERDAD
grabada en el corazón, la victoria sobre Satanás estará garantizada. Persistirá
en intentar ofuscarnos con sus medias verdades. Prevalecerá la VERDAD.
://octaviperenyacortina22.blogspot.com
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