LA TRAMPA DEL SEXO
<b>No
eres culpable de tus deseos sexuales pero sí que eres responsable de la manera
como los canalizas</b>
Auque
no son un problema de salud pública las infecciones de transmisión sexual
crecen de manera alarmante. Según una noticia un 130% durante el período
2010-2013. La posibilidad de contagio de una infección de transmisión sexual es
como jugar a la ruleta rusa, “no son necesarios demasiados contactos, Sólo con
uno es suficiente. Las infecciones de transmisión sexual no son exentas de
problemas graves de salud en general y de salud sexual en particular” Antoni
Mateu, secretario de Salud Pública)
Según
la noticia “Una buena parte de los afectados son jóvenes, lo cual preocupa al
colectivo sanitario porque implica que son muchos quienes no utilizan los
preservativos”. El incremento de casos de infecciones de transmisión sexual y
de embarazos no deseados de adolescentes, acompañados en muchos casos de
abortos, pone en evidencia el fracaso de las campañas de educación sexual que
se han hecho con el propósito de prevenir las funestas consecuencias del sexo
fuera del matrimonio.
El
lema <i>Con mi cuerpo hago lo que quiero</i>, no es una buena
filosofía. Visto el resultado que acompaña a la lascivia quizás seria
interesante reflexionar seriamente sobre las relaciones sexuales
descontroladas, la cultura de ama a tu cuerpo para gratificarlo sin límites es
el resultado del <i>hombre carnal</i> que no tiene valores
espirituales dignos de este nombre. <i>Hombre carnal</i>, según la
Biblia lo es toda persona desvinculada del Dios
eterno porque no cree en su Hijo unigénito Jesucristo, tiene un corazón
del que brotan pensamientos que contaminan: “Porque del corazón salen los malos
pensamientos…adulterios, fornicaciones” (Mateo 15:19). El apóstol Pablo suscribe
lo que dice Jesús cuando escribe: “Y manifiestas son las obras de la carne, que
son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia” (Gálatas 5:19). A la persona
no convertida a Cristo es lógico que le atraiga todo aquello que está
relacionado con el sexo porque su corazón inconverso se lo pide. Como sea que
la mayoría de la población, a pesar de que se considera cristiana no
practicante, no cree verdaderamente en Cristo. No debe extrañarnos que las
actividades relacionadas con el sexo proliferen: prostíbulos,
pornografía…Tampoco debe asombrarnos que las personas que controlan la
industria del sexo sean individuos sin conciencia, deshumanizados, que no les
preocupa lo más mínimo el dolor que
ocasionan a las esclavas del sexo y a sus familiares, que con engaño se las
introduce en el circulo infernal de la prostitución. Leyes permisivas.
Políticos y policías que miran hacia otro lado fingiendo no ver nada y junto a
la lascivia de los clientes hacen que este inhumano negocio del sexo genere
millones de euros de beneficio, a pesar de la crisis. El deseo sexual es uno de
los más devastadores de los deseos ya que nunca tiene bastante y cuanto más se
le da más demanda. Una sociedad que se construye sobre el culto del sexo es una
comunidad que vive en un estado de permanente frustración y en una
desvalorización del otro porque se le considera un objeto de usar y tirar.
Para
poder cambiar la tendencia que tiene el <i>hombre carnal</i>de
satisfacer a cualquier precio sus deseos sexuales deben convertirse en
<i>hombre espiritual</i> en el que el deseo sexual deja de ser una
prioridad ya que en él se encuentra el deseo de buscar las cosas celestiales
que mitigan los deseos pecaminosos que impulsan a hacer un mal uso del sexo.
Sentencias bíblicas como: “El hombre que ama la
sabiduría alegra a su padre, pero el que frecuenta rameras perderá los bienes”
(Proverbios 29:3). De momento estas palabras no le dicen nada al
<i>hombre carnal</i> pero por la gracia de Dios se pueden
transformar en un rayo de luz que le hagan ver que ha caído en una trampa y le
lleven a exclamar: “Señor ten piedad de mí que soy un pecador”.
Octavi Pereña i Cortina
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