dilluns, 7 de setembre del 2015


LA TRAMPA DEL SEXO


<b>No eres culpable de tus deseos sexuales pero sí que eres responsable de la manera como los canalizas</b>

Auque no son un problema de salud pública las infecciones de transmisión sexual crecen de manera alarmante. Según una noticia un 130% durante el período 2010-2013. La posibilidad de contagio de una infección de transmisión sexual es como jugar a la ruleta rusa, “no son necesarios demasiados contactos, Sólo con uno es suficiente. Las infecciones de transmisión sexual no son exentas de problemas graves de salud en general y de salud sexual en particular” Antoni Mateu, secretario de Salud Pública)

Según la noticia “Una buena parte de los afectados son jóvenes, lo cual preocupa al colectivo sanitario porque implica que son muchos quienes no utilizan los preservativos”. El incremento de casos de infecciones de transmisión sexual y de embarazos no deseados de adolescentes, acompañados en muchos casos de abortos, pone en evidencia el fracaso de las campañas de educación sexual que se han hecho con el propósito de prevenir las funestas consecuencias del sexo fuera del matrimonio.

El lema <i>Con mi cuerpo hago lo que quiero</i>, no es una buena filosofía. Visto el resultado que acompaña a la lascivia quizás seria interesante reflexionar seriamente sobre las relaciones sexuales descontroladas, la cultura de ama a tu cuerpo para gratificarlo sin límites es el resultado del <i>hombre carnal</i> que no tiene valores espirituales dignos de este nombre. <i>Hombre carnal</i>, según la Biblia lo es toda persona desvinculada del Dios  eterno porque no cree en su Hijo unigénito Jesucristo, tiene un corazón del que brotan pensamientos que contaminan: “Porque del corazón salen los malos pensamientos…adulterios, fornicaciones” (Mateo 15:19). El apóstol Pablo suscribe lo que dice Jesús cuando escribe: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia” (Gálatas 5:19). A la persona no convertida a Cristo es lógico que le atraiga todo aquello que está relacionado con el sexo porque su corazón inconverso se lo pide. Como sea que la mayoría de la población, a pesar de que se considera cristiana no practicante, no cree verdaderamente en Cristo. No debe extrañarnos que las actividades relacionadas con el sexo proliferen: prostíbulos, pornografía…Tampoco debe asombrarnos que las personas que controlan la industria del sexo sean individuos sin conciencia, deshumanizados, que no les preocupa lo más mínimo  el dolor que ocasionan a las esclavas del sexo y a sus familiares, que con engaño se las introduce en el circulo infernal de la prostitución. Leyes permisivas. Políticos y policías que miran hacia otro lado fingiendo no ver nada y junto a la lascivia de los clientes hacen que este inhumano negocio del sexo genere millones de euros de beneficio, a pesar de la crisis. El deseo sexual es uno de los más devastadores de los deseos ya que nunca tiene bastante y cuanto más se le da más demanda. Una sociedad que se construye sobre el culto del sexo es una comunidad que vive en un estado de permanente frustración y en una desvalorización del otro porque se le considera un objeto de usar y tirar.

Para poder cambiar la tendencia que tiene el <i>hombre carnal</i>de satisfacer a cualquier precio sus deseos sexuales deben convertirse en <i>hombre espiritual</i> en el que el deseo sexual deja de ser una prioridad ya que en él se encuentra el deseo de buscar las cosas celestiales que mitigan los deseos pecaminosos que impulsan a hacer un mal uso del sexo.

Sentencias  bíblicas como: “El hombre que ama la sabiduría alegra a su padre, pero el que frecuenta rameras perderá los bienes” (Proverbios 29:3). De momento estas palabras no le dicen nada al <i>hombre carnal</i> pero por la gracia de Dios se pueden transformar en un rayo de luz que le hagan ver que ha caído en una trampa y le lleven a exclamar: “Señor ten piedad de mí que soy un pecador”.

Octavi Pereña i Cortina

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