SALMO 81:13
“¡Oh,
si me hubiese oído mi pueblo, si en mis caminos hubiese andado Israel!”
Con voz suplicante y amorosa de un padre que exhorta a
su hijo para que ande por sendas rectas, el Señor se dirige a su pueblo: “Oye, pueblo mío, y yo te amonestaré. Israel
si me oyeres, no habría en ti dios ajeno, ni te inclinarás a dios extraño. Yo
soy el Señor tu Dios, que te ha hecho subir de la tierra de Egipto, abre tu
boca y yo la llenaré” (vv.8-10).
El Señor por la pluma del salmista suplica a su pueblo
que se vuelva a Él y que abandone los senderos de perdición. Le recuerda a
Israel que es Él quien lo sacó de la esclavitud de Egipto y que lo ha guardado durante los cuarenta años de peregrinaje por
el desierto hasta que lo introdujo en la Tierra Prometida que fluye leche y miel. Bastaría con este
recordatorio para que Israel se volviese al Señor su Salvador, “pero mi pueblo no oyó mi voz, e Israel no
me quiso a mí” (v.11). ¿Cómo procede el Señor ante la obstinación de su
pueblo? “Los dejé, por tanto, a la dureza
de su corazón, caminaron en su propios consejos” (v.12). Dios ata con
cuerdas de amor a su pueblo. Durante la travesía por el desierto con la nube
durante el día y con la columna de fuego durante la noche, manifestó su amor
eterno por su pueblo. Nunca le faltó la dirección del Señor que era la luz que
alumbraba su camino. Dada la pertinaz desobediencia de su pueblo, Dios los
abandona a su suerte para que lo guíe la dureza de su corazón y sus propios
consejos erróneos. Cuando las iglesias se gobiernan por la dureza de los
corazones de sus miembros y por sus propios consejos significa que el Señor ha
sido destronado y el gobierno ha sido traspasado a Satanás que gobierna para
mal de sus súbditos.
Más tarde, Jeremías como escriba del señor escribe: “Así dijo el Señor, parad en los caminos, y
mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cual sea el buen camino, y andad
por él, y hallaréis descanso para vuestra alma”. Ante la petición del
Señor por medio de Jeremías el pueblo
respondió de la manera que ya nos tiene acostumbrados a hacerlo:”Mas dijeron: no andaremos”.
Israel como la iglesia tenemos el corazón endurecido e
incircunciso. Por eso Dios persiste en invitarnos para que nos volvamos a Él
para que las cosas nos vayan bien. Podemos responder a la invitación de que
andemos por caminos de justicia con: “no
andaremos”. El resultado será confusión. Si ello es así, que no se diga que
Dios nos haya abandonado. Nos abandona porque previamente nosotros le hemos
abandonado a Él. Observando el camino, como guardia que vigila, otea para ver
si en la distancia distingue al hijo pródigo que regresa a la casa del Padre.
Cuando percibe la diminuta imagen del hijo que regresa a casa, con los brazos
extendidos sale corriendo para abrazarlo y llevarlo a casa para disfrutar del banquete
que le tiene preparado.
MATEO 9:21
“Porque
decía dentro de sí: Si toco solamente su manto seré salva”
Una mujer que durante doce años venía padeciendo un
flujo de sangre que la mantuvo durante este período de tiempo en un estado de
impureza ceremonial que requería purificaciones especiales según la ley
mosaica. En la práctica, una mujer que se encontrase en estas circunstancias se
la excluía de la sociedad en tanto durase el flujo de sangre. ¿Se imagina el
lector la terrible condición en que vivió esta mujer durante doce largos años?
No debe extrañarnos que esta mujer “que
se había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había sido curada”
(Lucas 8:43) no se atreviese a presentarse públicamente ante Jesús confesando
su enfermedad. Dado el fanatismo de los judíos posiblemente hubiera sido
lapidada.
El caso de esta mujer desesperada ilustra tantos casos
de deshaucio que no han encontrado curación después de gastarse todo su
patrimonio: drogadictos, alcohólicos, adictos al sexo, ludópatas y tantos otros
que languidecen en el desespero al considerar imposible la curación de sus
dolencias.
Los médicos y servicios sociales pueden llegar a la
conclusión de: caso perdido. Se ha hecho todo lo humanamente posible para
curar, pero sin resultado. Una persona que se encuentre en una situación
parecida debe estar desesperada. En la desesperación se presenta la curación.
Las adicciones que hemos indicado y la enfermedad son
consecuencia del pecado. El pecado no puede curarlo el hombre. Jesús es el
único Medico que puede hacerlo. Los desesperados no tienen porque continuar en
el desespero. La mujer agobiada por la imposibilidad de curar su flujo
sanguíneo ofrece la solución a aquellos que se encuentran en situación
parecida. Temerosa sí, porque no se atreve a confesar públicamente su
enfermedad, pero creyendo en la profundidad de su corazón que Jesús podía
curarla. Dicho y hecho. Diciendo dentro de sí: “Si toco solamente su manto seré salva”. Se introduce entre la
multitud y abriéndose paso se acerca a Jesús por detrás y toca el manto del
Médico. “Y la mujer fue
salva desde aquella hora”
Desconozco la situación del lector. Ignoro si padece
una enfermedad incurable o una adicción. Jesús no promete curarlo todo. Pero sí
garantiza el perdón de todos los pecados por terribles que sean. La curación
del pecado siempre le acompaña la sanidad del alma y con ello la recuperación
de la comunión con Dios y con ello la esperanza segura de que el cuerpo mortal
sujeto a la enfermedad y al dolor será revestido de inmortalidad y de
incorruptibilidad.
http://octaviperenyacortina22.blogspot,com
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada