dilluns, 28 de setembre del 2015


SALMO 81:13


“¡Oh, si me hubiese oído mi pueblo, si en mis caminos hubiese andado Israel!”

Con voz suplicante y amorosa de un padre que exhorta a su hijo para que ande por sendas rectas, el Señor se dirige a su pueblo: “Oye, pueblo mío, y yo te amonestaré. Israel si me oyeres, no habría en ti dios ajeno, ni te inclinarás a dios extraño. Yo soy el Señor tu Dios, que te ha hecho subir de la tierra de Egipto, abre tu boca y yo la llenaré” (vv.8-10).

El Señor por la pluma del salmista suplica a su pueblo que se vuelva a Él y que abandone los senderos de perdición. Le recuerda a Israel que es Él quien lo sacó de la esclavitud de Egipto y que lo ha guardado durante los cuarenta años de peregrinaje por el desierto hasta que lo introdujo en la Tierra Prometida que fluye leche y miel. Bastaría con este recordatorio para que Israel se volviese al Señor su Salvador, “pero mi pueblo no oyó mi voz, e Israel no me quiso a mí” (v.11). ¿Cómo procede el Señor ante la obstinación de su pueblo? “Los dejé, por tanto, a la dureza de su corazón, caminaron en su propios consejos” (v.12). Dios ata con cuerdas de amor a su pueblo. Durante la travesía por el desierto con la nube durante el día y con la columna de fuego durante la noche, manifestó su amor eterno por su pueblo. Nunca le faltó la dirección del Señor que era la luz que alumbraba su camino. Dada la pertinaz desobediencia de su pueblo, Dios los abandona a su suerte para que lo guíe la dureza de su corazón y sus propios consejos erróneos. Cuando las iglesias se gobiernan por la dureza de los corazones de sus miembros y por sus propios consejos significa que el Señor ha sido destronado y el gobierno ha sido traspasado a Satanás que gobierna para mal de sus súbditos.

Más tarde, Jeremías como escriba del señor escribe: “Así dijo el Señor, parad en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cual sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma”. Ante la petición del Señor  por medio de Jeremías el pueblo respondió de la manera que ya nos tiene acostumbrados a hacerlo:”Mas dijeron: no andaremos”.

Israel como la iglesia tenemos el corazón endurecido e incircunciso. Por eso Dios persiste en invitarnos para que nos volvamos a Él para que las cosas nos vayan bien. Podemos responder a la invitación de que andemos por caminos de justicia con: “no andaremos”. El resultado será confusión. Si ello es así, que no se diga que Dios nos haya abandonado. Nos abandona porque previamente nosotros le hemos abandonado a Él. Observando el camino, como guardia que vigila, otea para ver si en la distancia distingue al hijo pródigo que regresa a la casa del Padre. Cuando percibe la diminuta imagen del hijo que regresa a casa, con los brazos extendidos sale corriendo para abrazarlo y llevarlo a casa para disfrutar del banquete que le tiene preparado.


MATEO 9:21


“Porque decía dentro de sí: Si toco solamente su manto seré salva”

Una mujer que durante doce años venía padeciendo un flujo de sangre que la mantuvo durante este período de tiempo en un estado de impureza ceremonial que requería purificaciones especiales según la ley mosaica. En la práctica, una mujer que se encontrase en estas circunstancias se la excluía de la sociedad en tanto durase el flujo de sangre. ¿Se imagina el lector la terrible condición en que vivió esta mujer durante doce largos años? No debe extrañarnos que esta mujer “que se había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había sido curada” (Lucas 8:43) no se atreviese a presentarse públicamente ante Jesús confesando su enfermedad. Dado el fanatismo de los judíos posiblemente hubiera sido lapidada.

El caso de esta mujer desesperada ilustra tantos casos de deshaucio que no han encontrado curación después de gastarse todo su patrimonio: drogadictos, alcohólicos, adictos al sexo, ludópatas y tantos otros que languidecen en el desespero al considerar imposible la curación de sus dolencias.

Los médicos y servicios sociales pueden llegar a la conclusión de: caso perdido. Se ha hecho todo lo humanamente posible para curar, pero sin resultado. Una persona que se encuentre en una situación parecida debe estar desesperada. En la desesperación se presenta la curación.

Las adicciones que hemos indicado y la enfermedad son consecuencia del pecado. El pecado no puede curarlo el hombre. Jesús es el único Medico que puede hacerlo. Los desesperados no tienen porque continuar en el desespero. La mujer agobiada por la imposibilidad de curar su flujo sanguíneo ofrece la solución a aquellos que se encuentran en situación parecida. Temerosa sí, porque no se atreve a confesar públicamente su enfermedad, pero creyendo en la profundidad de su corazón que Jesús podía curarla. Dicho y hecho. Diciendo dentro de sí: “Si toco solamente su manto seré salva”. Se introduce entre la multitud y abriéndose paso se acerca a Jesús por detrás y toca el manto del Médico. “Y la mujer  fue salva desde aquella hora”

Desconozco la situación del lector. Ignoro si padece una enfermedad incurable o una adicción. Jesús no promete curarlo todo. Pero sí garantiza el perdón de todos los pecados por terribles que sean. La curación del pecado siempre le acompaña la sanidad del alma y con ello la recuperación de la comunión con Dios y con ello la esperanza segura de que el cuerpo mortal sujeto a la enfermedad y al dolor será revestido de inmortalidad y de incorruptibilidad.

http://octaviperenyacortina22.blogspot,com

 

 

 

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada