PROVERBIOS 14: 29
“El
que tarda en airarse es grande en entendimiento, mas el que es impaciente de
espíritu enaltece la necedad”
La ira es un mal incorregible siempre dispuesto a
estallar en el hombre pecador. Moisés de quien la Escritura dice. “era muy manso, más que todos los hombres
que había sobre la tierra” (Números 12.3), explotó de ira ante el
comportamiento del pueblo que pedía agua por segunda vez en la sequedad del
desierto. En esta ocasión Dios le mandó que hablara a la peña. Lo que hizo fue
golpearla dos veces con el bastón que llevaba. Este pecado le impidió poner los
pies en la Tierra prometida. Si Moisés
que era el hombre más manso de todos los hombres no pudo controlar su ira,
¿podremos dominarla nosotros que no lo somos? Alguien ha dicho: “Una persona airada no sólo hace mal a los
otros, también a sí mismo”. Un estallido de ira dirigido contra otra
persona es como un boomerang que se vuelve contra quien lo lanza. El apóstol
Pablo no da este sabio consejo: “No os
venguéis a vosotros mismos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque escrito
está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el señor” (Romanos 12:19).
La ira es una reacción violenta a lo que se considera
un ataque al amor propio. Es más de lo que se puede soportar. Se debe defender
la dignidad del amor propio, da la honorabilidad. La ira es pues, una trampa
que nos tiende el amor propio y la honorabilidad. Una manera de intentar
esconder debajo de la alfombra las propias carencias. Se equivoca quien actúa
de esta manera. Consigue todo lo contrario: pone al descubierto la debilidad de
quien aparenta ser fuerte con el despliegue de la violencia, aunque sea verbal.
Quien permite que la ira afee su carácter despierta el rechazo de quienes son
testigos de sus estallidos airados. A
menudo son desproporcionados ante la ofensa
que cree haber recibido.
El dicho popular dice: “Dime con quien andas y te diré quien eres”. Las compañías
influyen, para bien o para mal. Sus maneras de ser se reproducen en los otros.
Jesús nos enseña: “Llevad mi yugo sobre
vosotros, y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es
fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11: 29,30). Jesús nos dice que debemos
aprender de Él. Para aprender del Maestro debemos vivir en íntima comunión con
Él a fin de que su humildad y mansedumbre vayan suavizando nuestro carácter
orgulloso y dado a los estallidos de ira que tanto lo afean.
“Puestos los ojos en
Jesús”, nos dice Hebreos
12:2, “el Autor y consumador de la fe”.
Para llegar a ser, si no el más manso de los hombres de la tierra, sí más que
ayer y menos que mañana, debemos tener puestos los ojos en Jesús que es
medicina para nuestras almas orgullosas.
PROVRBIOS 15:
“Todos los días del
afligido son difíciles, mas los de corazón contento tienen un banquete
continuo”
La aflicción no discrimina entre creyentes y quines no
lo son. Una inundación no distingue los unos de los otros. Un incendio forestal
que amenaza a un núcleo poblado no
separa las casas de los fieles de las de los infieles. Así podríamos seguir
hablando de epidemias de género diverso,
de enfermedades, de accidentes de coche, de desahucios…Ante la aflicción todos
somos iguales. Lo diferente es la manera como los unos y los otros se enfrentan
a la aflicción y al dolor.
El texto nos dice: “Todos
los días del afligido son difíciles” en contraste con “el de corazón contento tiene un banquete continuo”. ¿Por qué son
difíciles los días del afligido? Por una razón muy sencilla: no tiene fe en el
Todopoderoso que da fuerzas al cansado y concede paz a su corazón. Su falta de
fe le impide que el Omnipotente le de las alas de águila que le transportan al
reino de la paz. No hay paz para el impío. ¿A dónde puede ir el incrédulo a
pedir ayuda? A menudo se apoya en el hombre, una caña cascada que le atraviesa
la mano. Su aflicción no la puede compartir con el Único que se lo puede
mitigar siendo ungido con el aceite de la gracia divina. No puede encontrar
consuelo en persona alguna porque ésta, también está afectada por la aflicción.
El de corazón
contento tiene un banquete continuo. No dice que la aflicción y el dolor no
vayan a afectarle. Se enfrenta a la adversidad, a la aflicción, al dolor, con
corazón contento. ¿Cómo puede tener un corazón contento se si ve afectado por
el dolor y la aflicción? Sencillamente por la fe. Fe, no en el hombre, ni n los poderosos de este mundo. No fe en la
iglesia ni en sus mandatarios que no dejan de estar afligidos como el
desconsolado que en ellos busca consuelo. Solamente la fe en Jesús puede hacer
que el corazón dolorido se convierta en un corazón contento. El corazón
contento no puede impedir que ataquen la aflicción y el sufrimiento. Lo que
hace es que en medio de las tormentas, de los terremotos, de los incendios, de
las enfermedades y otras adversidades, la fe en el señor Jesucristo le
proporciona el contentamiento que necesita para afrontarlas con la esperanza de
que al final del tiempo, Satanás, el
dios de este mundo, que es el responsable de que existan las diversas
calamidades, sea lanzado en el abismo infernal Entonces cuando Jesús reinará
públicamente en su reino solamente entonces gozara plenamente de una existencia
sin dolor.
http://octaviprenyacortina22.blogspot.com
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