dimarts, 18 d’agost del 2015


NUMEROS 20:11


“Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces, y salieron muchas aguas, y bebió la congregación, y sus bestias”

Números 20:1-13 nos aporta una enseñanza que a menudo olvidamos quienes deseamos servir al Señor. Nos enseña que el servicio debe hacerse en el Espíritu, no en la carne.

Encontramos a Israel acampado en Cades, donde no había agua. Como era normal en ellos se fueron a quejar a Moisés, diciéndole: “¡Ojala hubiéramos muerto cuando perecieron nuestros hermanos delante del Señor!” Moisés presenta al Señor la queja del pueblo. La respuesta que recibe de Dios es: “Toma la vara y reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la peña a vista de ellos, y ella dará su agua…” Así es como Moisés ejecutó el mandato de Dios: “Y reunieron Moisés y Aarón a la congregación delante de la peña, y les dijo:¡Oíd ahora rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir agua de la peña? Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces…” Cuando el pueblo se encontraba en Horeb la situación era parecida: el pueblo le pidió agua para beber. En esta ocasión el señor le dijo: “Golpearás la peña y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo” (Éxodo 17:6). Dios no está obligado a hacer las cosas siempre de la misma manera. Jesús devolvió la vista a muchos ciegos, pero lo hizo de maneras distintas. Los siervos de Dios no son superhombres, son pecadores inclinados al pecado. Por ello el Señor nos advierte que no somos autónomos, sino siervos que deben obediencia incondicional al Señor: “Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación”. Estas palabras las dice el profeta Samuel al desobediente rey Saúl. Sigue diciendo: “Por cuanto tu desechaste la palabra del Señor, Él también te ha desechado para que no seas rey” (1 Samuel 15:23). Volvamos a Moisés, su desobediencia no quedó impune. No fue como en el caso de Saúl que terminó muriendo de manera nada gloriosa porque su desobediencia lo llevó a consultar a una nigromancia. La desobediencia de Moisés la causó la ira que nació en su corazón al ver la incredulidad del pueblo al no acordarse de que Dios ya les había proporcionado agua en otra ocasión. En lugar de hablar a la peña como Dios le ordenó, Moisés la golpeó dos veces con la vara. La humildad del hombre más humilde de la tierra tenía sus límites: pecó y el pecado conllevó sentencia: “Por cuanto no creíste en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado” (v.12). A Moisés se le permitió ver la Tierra Prometida desde la cima del monte Nebo. Vio de lejos la tierra que simbolizaba el cielo, pero ni Moisés ni Aarón pusieron los pies en la Tierra que esperaban pisar después de cuarenta años de peregrinaje. La desobediencia a Dios no es una nimiedad, siempre tiene sus consecuencias graves.


PROVERBIOS 7: 21,22


“Lo hechizó con la suavidad de sus muchas palabras, lo empujó   con la zalamería de sus labios. Al punto se marchó tras ella, como el buey al matadero, y como el necio a las prisiones para ser castigado”

El proverbio empieza con una orden al lector “Hijo mío guarda mis palabras y atesora contigo mis mandamientos. Guarda mis mandamientos y vivirás”. ¿Con qué propósito Dios manda a su hijo que guarde sus mandamientos que proporcionan vida a quienes los obedecen?

Estamos viviendo unos tiempos de erotización social en alza. La publicidad utiliza la imagen masculina y especialmente la femenina  en paños menores para atraer la atención de quienes la contemplan hacia los productos que promociona. La música también se ha subido al carro de la erotización social. No es preciso citar Internet como el gran difusor pornográfico que pone al alcance de niños y adolescentes imágenes excitantes que convierten en adictos a quienes ponen en ellas sus ojos. El mundo de la moda con la utilización de menores vestidos de adultos y en posturas insinuantes, se dirige directamente hacia ese  colectivo para despertar en ellos una sexualidad que no corresponde a esta en período de formación. En fin, el mandato de Dios a sus hijos a que guarden sus preceptos que dan vida es de gran actualidad.

Debido a que la sociedad actual, en líneas generales, se ha alejado de Dios, sus mandamientos no gustan porque erróneamente se los considera limitadores de la libertad. Digo erróneamente porque si no se tienen en cuenta  los mandamientos de Dios  su desobediencia aboca a la esclavitud más dañina que la que limita la movilidad con cadenas de hierro.

El proverbio que comentamos dice: “di a la sabiduría: Tú res mi hermana, y a la inteligencia llámala parienta para que te guarde de la mujer ajena, y de la extraña que ablanda sus palabras” (VV. 4,5). Dios pone límite al sexo. Este don Dios no lo ha dado para que el hombre lo use sin freno. La Biblia nos enseña que no dejemos que las pasiones nos desborden y nos comportemos como jóvenes o adultos faltos de entendimiento. Las palabras zalameras de la mujer ajena, el joven o adulto falto de entendimiento “se marchó tras ella como el buey al matadero, y como el necio a las prisiones para ser castigado” (v.22).

Para Dios el pecado sexual no es un pasatiempo inocente. Lo considera mortal “que tu corazón no se desvíe hacia los camino yerres nos de ella, no yerres en sus veredas, porque a muchos a hecho caer heridos, y aún los más fuertes han sido muertos por ella.  Camino al sepulcro es su casa, que conduce a las cámaras de la muerte” (vv.25-27). Ni los fornicarios ni los adúlteros entrarán en el Reino de Dios aún cuando se consideren cristianos practicantes.

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