NUMEROS 20:11
“Entonces
alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces, y salieron muchas
aguas, y bebió la congregación, y sus bestias”
Números 20:1-13 nos aporta una enseñanza que a menudo
olvidamos quienes deseamos servir al Señor. Nos enseña que el servicio debe
hacerse en el Espíritu, no en la carne.
Encontramos a Israel acampado en Cades, donde no había
agua. Como era normal en ellos se fueron a quejar a Moisés, diciéndole: “¡Ojala hubiéramos muerto cuando perecieron
nuestros hermanos delante del Señor!” Moisés presenta al Señor la queja del
pueblo. La respuesta que recibe de Dios es: “Toma
la vara y reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la peña a vista de ellos, y ella dará su agua…” Así es
como Moisés ejecutó el mandato de Dios: “Y
reunieron Moisés y Aarón a la congregación delante de la peña, y les dijo:¡Oíd
ahora rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir agua de la peña? Entonces alzó Moisés
su mano y golpeó la peña con su vara dos veces…” Cuando el pueblo se
encontraba en Horeb la situación era parecida: el pueblo le pidió agua para
beber. En esta ocasión el señor le dijo: “Golpearás
la peña y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo” (Éxodo 17:6). Dios no
está obligado a hacer las cosas siempre de la misma manera. Jesús devolvió la
vista a muchos ciegos, pero lo hizo de maneras distintas. Los siervos de Dios
no son superhombres, son pecadores inclinados al pecado. Por ello el Señor nos
advierte que no somos autónomos, sino siervos que deben obediencia
incondicional al Señor: “Porque como
pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación”.
Estas palabras las dice el profeta Samuel al desobediente rey Saúl. Sigue
diciendo: “Por cuanto tu desechaste la
palabra del Señor, Él también te ha desechado para que no seas rey” (1
Samuel 15:23). Volvamos a Moisés, su desobediencia no quedó impune. No fue como
en el caso de Saúl que terminó muriendo de manera nada gloriosa porque su
desobediencia lo llevó a consultar a una nigromancia. La desobediencia de Moisés
la causó la ira que nació en su corazón al ver la incredulidad del pueblo al no
acordarse de que Dios ya les había proporcionado agua en otra ocasión. En lugar
de hablar a la peña como Dios le ordenó, Moisés la golpeó dos veces con la
vara. La humildad del hombre más humilde de la tierra tenía sus límites: pecó y
el pecado conllevó sentencia: “Por cuanto
no creíste en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto
no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado” (v.12). A Moisés
se le permitió ver la Tierra Prometida
desde la cima del monte Nebo. Vio de lejos la tierra que simbolizaba el cielo,
pero ni Moisés ni Aarón pusieron los pies en la Tierra que esperaban pisar
después de cuarenta años de peregrinaje. La desobediencia a Dios no es una
nimiedad, siempre tiene sus consecuencias graves.
PROVERBIOS 7: 21,22
“Lo
hechizó con la suavidad de sus muchas palabras, lo empujó con la zalamería de sus labios. Al punto se
marchó tras ella, como el buey al matadero, y como el necio a las prisiones
para ser castigado”
El proverbio empieza con una orden al lector “Hijo mío guarda mis palabras y atesora
contigo mis mandamientos. Guarda mis mandamientos y vivirás”. ¿Con qué
propósito Dios manda a su hijo que guarde sus mandamientos que proporcionan
vida a quienes los obedecen?
Estamos viviendo unos tiempos de erotización social en
alza. La publicidad utiliza la imagen masculina y especialmente la
femenina en paños menores para atraer la
atención de quienes la contemplan hacia los productos que promociona. La música
también se ha subido al carro de la erotización social. No es preciso citar
Internet como el gran difusor pornográfico que pone al alcance de niños y
adolescentes imágenes excitantes que convierten en adictos a quienes ponen en ellas
sus ojos. El mundo de la moda con la utilización de menores vestidos de adultos
y en posturas insinuantes, se dirige directamente hacia ese colectivo para despertar en ellos una
sexualidad que no corresponde a esta en período de formación. En fin, el mandato
de Dios a sus hijos a que guarden sus preceptos que dan vida es de gran
actualidad.
Debido a que la sociedad actual, en líneas generales,
se ha alejado de Dios, sus mandamientos no gustan porque erróneamente se los
considera limitadores de la libertad. Digo erróneamente porque si no se tienen
en cuenta los mandamientos de Dios su desobediencia aboca a la esclavitud más
dañina que la que limita la movilidad con cadenas de hierro.
El proverbio que comentamos dice: “di a la sabiduría: Tú res mi hermana, y a la inteligencia llámala
parienta para que te guarde de la mujer ajena, y de la extraña que ablanda sus
palabras” (VV. 4,5). Dios pone límite al sexo. Este don Dios no lo ha dado
para que el hombre lo use sin freno. La Biblia nos enseña que no dejemos que
las pasiones nos desborden y nos comportemos como jóvenes o adultos faltos de
entendimiento. Las palabras zalameras de la mujer ajena, el joven o adulto
falto de entendimiento “se marchó tras
ella como el buey al matadero, y como el necio a las prisiones para ser
castigado” (v.22).
Para Dios el pecado sexual no es un pasatiempo
inocente. Lo considera mortal “que tu
corazón no se desvíe hacia los camino yerres nos de ella, no yerres en sus
veredas, porque a muchos a hecho caer heridos, y aún los más fuertes han sido
muertos por ella. Camino al sepulcro es
su casa, que conduce a las cámaras de la muerte” (vv.25-27). Ni los
fornicarios ni los adúlteros entrarán en el Reino de Dios aún cuando se
consideren cristianos practicantes.
http://octaviperenyacortina22.blogspot.com
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