DEUTERONOMIO 31:17
“¿No
me han venido estos males porque no está mi Dios en medio de mi?”
Este texto merece profunda reflexión. Siempre que se
produce una catástrofe que se salga de lo normal, una reacción frecuente es
decir: ¿Por qué lo permite Dios? A las
personas que se hacen esta pregunta cuando se ha producido el evento y la vida
sigue su camino normal, si se les pregunta si creen en Dios, muchos dirán que
no creen, otros darán respuestas vagas que indican que creen en lo que muchos
creen, es decir, que su creencia es nula, solamente creen en lo que ven y
tocan.
Moisés fue un hombre de fe. Tuvo debilidades como
cualquier otra persona. Dicha debilidad pone de manifiesto que por medio de él,
un vaso de barro, se manifiesta el poder de Dios para que toda la gloria fuese
de Dios y no de él. El señor le dice a Moisés: “He aquí tú vas a dormir con tus padres” (v.16). Moisés recibe del
Señor el encargo de “congregar al
pueblo…para que oigan y aprendan, y teman al Señor nuestro Dios, y cuiden de cumplir todas las palabras de
esta ley…Y los hijos de ellos que no supieron, oigan y aprendan a temer al
Señor vuestro Dios todos los días que viviréis sobre esta tierra a donde vais a
pasar el Jordán, para tomar posesión de ella” (vv. 12,13). Dios anuncia
como va a reaccionar el pueblo: “Y este
pueblo se levantará y fornicará tras dioses ajenos de la tierra a donde va para
estar en medio de ella, y me dejará e invalidará mi pacto que he concertado con
él” (v.16). ¿Cómo reacciona el Señor ante la infidelidad de su pueblo? “Y se encenderá mi furor contra él en aquel
día, y los abandonaré, y esconderé de ellos mi rostro, y serán consumidos, y
vendrán sobre ellos muchos males y angustias, y dirán en aquel día: ¿No me han
venido estos males, porque no está el Señor en medio de mí? (v. 17).
Si el lector lee en Antiguo Testamento descubrirá que
Israel pasa períodos de opresión de parte de los pueblos vecinos seguidos de
arrepentimiento y vuelta al Señor y, de nuevo, otra etapa de opresión debido a
que el arrepentimiento mostrado no era sincero y habían vuelto a abandonar al
Señor que los había liberado de la esclavitud egipcia y de la dura opresión de
los pueblos vecinos. La historia de Israel no ha sido escrita para que los
eruditos puedan disertar sobre ella. No. La historia de Israel que se encuentra
en la Biblia fue escrita por Moisés y los profetas siendo éstos inspirados por el Espíritu Santo
para instrucción nuestra. Nos enseña que si no aprendemos la lección que aporta
y no hacemos caso de Dios y adoramos a los dioses paganos que se recuperan de
los años que han permanecido en silencio, nos vienen los males que padecemos “porque Dios no está en medio de nosotros”.
Es cuestión de meditar el por qué los perjuicios que
padecemos y dejar de especular sobre las causas que las producen y descubrir
que se debe a que Dios no está en medio de nosotros.
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DEUTERONOMIO 27: 9,10
“Guarda silencio y escucha,
oh Israel, hoy has venido a ser pueblo del Señor tu Dios. Oirás, pues, la voz
del Señor tu Dios, y cumplirás sus mandamientos, que yo te ordeno hoy”
Israel está a punto de atravesar el Jordán para
iniciar la conquista de la Tierra Prometida. Moisés junto con los ancianos de
Israel da esta orden al pueblo: “Guardad
todos los mandamientos que yo os prescribo hoy” (v.29). Para facilitar
recordar la Ley de Dios que Israel debía cumplir, al pueblo se le ordena que
debía levantar piedras grandes que serían revocadas con cal en las cuales se
escribirían “todas las palabras de esta
ley…Y escribirás muy claramente en las piedras todas las palabras de esta ley”
(vv. 3,8). La Ley de Dios debía estar siempre presente entre el pueblo para que
las cosas le fuesen bien. Previamente Moisés había dicho a su pueblo: “Y estas palabras que yo te mando hoy,
estarán sobre tu corazón…Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como
frontales, entre tus ojos, y las escribirás en los postes de tu casa, y en las
puertas” (Deuteronomio 6: 6,8,9). La ley de Dios debía ser omnipresente
entre el pueblo. La ley de Dios no es como las leyes humanas que una vez
legisladas se guardan en el archivador y allí en la oscuridad se muren de asco.
La ley de Dios debe ocupar lugares bien visibles para que el pueblo la tenga
bien presente y no la olvide. La Ley de Dios es la luz que debería iluminar a
las personas y a las naciones para que no tropiecen y se hagan daño.
El texto que comentamos contiene algo que merece
atención especial: “Guarda silencio y
escucha, oh Israel”. La relación entre Dios y el hombre no es una relación
entre iguales. Los hombres podemos discutir las leyes que legislamos porque son
imperfectas e injustas. Muchas veces
merecen ser reformadas. Pero la relación con Dios no es de esta
categoría. Dios es el Creador y el Señor de los hombres. A diferencia de los
hombres Dios es sabio y perfecto en grado máximo. En Él no se encuentra ni la
más mínima sombra de injusticia. Por el hecho de que el hombre ha sido creado y
que el Creador es el Señor, cuando habla debemos guardar silencio y escuchar.
La ley del Señor es perfecta y sirve para atender todas las necesidades
humanas. Cuando no se guarda silencio y no se escucha a Dios es un acto de
rebeldía contra Él, actitud en las que el hombre lleva siempre las de perder.
Las circunstancias desfavorables. Las situaciones críticas por las que pasamos
como individuos y como naciones. El desajuste social que tanto nos perjudica y
nos aflige. Los conflictos familiares y tantas otras situaciones preocupantes
que nos parten el corazón, se deben a que no guardamos silencio y no escuchamos
a Dios y, en nuestro orgullo nos atrevemos a discutir con Él para mejorar lo
que es inmejorable.
La rebeldía, la obstinación, Dios lo pone al mismo
nivel que la idolatría. Nos adoramos a nosotros mismos, olvidando que los
idólatra no entrarán en el Reino de Dios.
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