dilluns, 31 d’agost del 2015


DEUTERONOMIO 31:17


“¿No me han venido estos males porque no está mi Dios en medio de mi?”

Este texto merece profunda reflexión. Siempre que se produce una catástrofe que se salga de lo normal, una reacción frecuente es decir: ¿Por qué lo permite Dios?  A las personas que se hacen esta pregunta cuando se ha producido el evento y la vida sigue su camino normal, si se les pregunta si creen en Dios, muchos dirán que no creen, otros darán respuestas vagas que indican que creen en lo que muchos creen, es decir, que su creencia es nula, solamente creen en lo que ven y tocan.

Moisés fue un hombre de fe. Tuvo debilidades como cualquier otra persona. Dicha debilidad pone de manifiesto que por medio de él, un vaso de barro, se manifiesta el poder de Dios para que toda la gloria fuese de Dios y no de él. El señor le dice a Moisés: “He aquí tú vas a dormir con tus padres” (v.16). Moisés recibe del Señor el encargo de “congregar al pueblo…para que oigan y aprendan, y teman al Señor nuestro Dios, y cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley…Y los hijos de ellos que no supieron, oigan y aprendan a temer al Señor vuestro Dios todos los días que viviréis sobre esta tierra a donde vais a pasar el Jordán, para tomar posesión de ella” (vv. 12,13). Dios anuncia como va a reaccionar el pueblo: “Y este pueblo se levantará y fornicará tras dioses ajenos de la tierra a donde va para estar en medio de ella, y me dejará e invalidará mi pacto que he concertado con él” (v.16). ¿Cómo reacciona el Señor ante la infidelidad de su pueblo? “Y se encenderá mi furor contra él en aquel día, y los abandonaré, y esconderé de ellos mi rostro, y serán consumidos, y vendrán sobre ellos muchos males y angustias, y dirán en aquel día: ¿No me han venido estos males, porque no está el Señor en medio de mí? (v. 17).

Si el lector lee en Antiguo Testamento descubrirá que Israel pasa períodos de opresión de parte de los pueblos vecinos seguidos de arrepentimiento y vuelta al Señor y, de nuevo, otra etapa de opresión debido a que el arrepentimiento mostrado no era sincero y habían vuelto a abandonar al Señor que los había liberado de la esclavitud egipcia y de la dura opresión de los pueblos vecinos. La historia de Israel no ha sido escrita para que los eruditos puedan disertar sobre ella. No. La historia de Israel que se encuentra en la Biblia fue escrita por Moisés y los profetas  siendo éstos inspirados por el Espíritu Santo para instrucción nuestra. Nos enseña que si no aprendemos la lección que aporta y no hacemos caso de Dios y adoramos a los dioses paganos que se recuperan de los años que han permanecido en silencio, nos vienen los males que padecemos “porque Dios no está en medio de nosotros”.

Es cuestión de meditar el por qué los perjuicios que padecemos y dejar de especular sobre las causas que las producen y descubrir que se debe a que Dios no está en medio de nosotros.

 


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DEUTERONOMIO 27: 9,10


“Guarda silencio y escucha, oh Israel, hoy has venido a ser pueblo del Señor tu Dios. Oirás, pues, la voz del Señor tu Dios, y cumplirás sus mandamientos, que yo te ordeno hoy”

Israel está a punto de atravesar el Jordán para iniciar la conquista de la Tierra Prometida. Moisés junto con los ancianos de Israel da esta orden al pueblo: “Guardad todos los mandamientos que yo os prescribo hoy” (v.29). Para facilitar recordar la Ley de Dios que Israel debía cumplir, al pueblo se le ordena que debía levantar piedras grandes que serían revocadas con cal en las cuales se escribirían “todas las palabras de esta ley…Y escribirás muy claramente en las piedras todas las palabras de esta ley” (vv. 3,8). La Ley de Dios debía estar siempre presente entre el pueblo para que las cosas le fuesen bien. Previamente Moisés había dicho a su pueblo: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón…Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales, entre tus ojos, y las escribirás en los postes de tu casa, y en las puertas” (Deuteronomio 6: 6,8,9). La ley de Dios debía ser omnipresente entre el pueblo. La ley de Dios no es como las leyes humanas que una vez legisladas se guardan en el archivador y allí en la oscuridad se muren de asco. La ley de Dios debe ocupar lugares bien visibles para que el pueblo la tenga bien presente y no la olvide. La Ley de Dios es la luz que debería iluminar a las personas y a las naciones para que no tropiecen y se hagan daño. 

El texto que comentamos contiene algo que merece atención especial: “Guarda silencio y escucha, oh Israel”. La relación entre Dios y el hombre no es una relación entre iguales. Los hombres podemos discutir las leyes que legislamos porque son imperfectas e injustas. Muchas veces  merecen ser reformadas. Pero la relación con Dios no es de esta categoría. Dios es el Creador y el Señor de los hombres. A diferencia de los hombres Dios es sabio y perfecto en grado máximo. En Él no se encuentra ni la más mínima sombra de injusticia. Por el hecho de que el hombre ha sido creado y que el Creador es el Señor, cuando habla debemos guardar silencio y escuchar. La ley del Señor es perfecta y sirve para atender todas las necesidades humanas. Cuando no se guarda silencio y no se escucha a Dios es un acto de rebeldía contra Él, actitud en las que el hombre lleva siempre las de perder. Las circunstancias desfavorables. Las situaciones críticas por las que pasamos como individuos y como naciones. El desajuste social que tanto nos perjudica y nos aflige. Los conflictos familiares y tantas otras situaciones preocupantes que nos parten el corazón, se deben a que no guardamos silencio y no escuchamos a Dios y, en nuestro orgullo nos atrevemos a discutir con Él para mejorar lo que es inmejorable.

La rebeldía, la obstinación, Dios lo pone al mismo nivel que la idolatría. Nos adoramos a nosotros mismos, olvidando que los idólatra no entrarán en el Reino de Dios.

 

 

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