SALMO 90:3
“Haces volver al hombre al polvo,
y dices: convertios hijos de los hombres”
El salmo 90 comienza con un
reconocimiento de la grandeza y del poder de Dios para pasar a la pequeñez del
hombre. Los seres humanos invertimos los factores cuando nos creemos grandes y
hacemos pequeño a Dios. Cuando esto ocurre y, desgraciadamente este error está
muy extendido, la existencia es un fracaso. Mirando con un poco de atención lo
que sucede a nuestro alrededor pronto percibimos que las personas que contemplan
nuestros ojos son un perfecto desastre. La causa de todas estas vidas
arruinadas se debe a que han empequeñecido a Dios y ellas se han subido al
pedestal.
Analicemos brevemente el salmo 90: “Señor, tus nos has sido refugio…Antes que naciesen los
montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo hasta el siglo, tú eres
Dios”. Con el avance de la ciencia y con
los medios que dispone el hombre para adentrarse en las profundidades
siderales y poder contemplar de cerca su inmensidad, en vez de reconocer el
poder del Dios eterno, le niegan su autoridad, lo hacen desaparecer del mapa y
la obra de la creación se convierte en un accidente que ocurrió hace millones
de años.
Aunque el hombre niegue la existencia de Dios éste sigue existiendo y ejerciendo su poder
creador sosteniendo la obra de sus manos con la autoridad de su palabra. Aunque
las personas lo consideren muerto Dios vive.
Volvamos al hombre y fijémonos el concepto que tiene Dios de nuestra
grandeza: “Porque todos nuestros días declinan a causa de tu ira, acabamos
nuestros años como un pensamiento. Los días de nuestra edad son setenta años, y
en los más robustos son ochenta años, con todo su fortaleza es molestia y
trabajo, porque pronto pasan y volamos”
El progreso de la ciencia médica
puede hacernos creer que un día seremos inmortales. Pero no, es una ilusión
vana. La paga del pecado es la muerte y, como todos hemos pecado todos
moriremos. La ciencia médica, una mejor alimentación, mejores condiciones
laborales, pueden alargar unos pocos años nuestra presencia sobre la tierra.
Inevitablemente, la muerte llega y, después ¿qué?
“Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón
sabiduría”, dice el salmista. Sí, Señor, enséñanos a contar nuestros días
para prepararnos para el buen morir. Un buen morir no significa que en caso de
sufrimiento te inyecten una sustancia y se cierren los ojos dulcemente. Que el
Señor ilumine nuestro entendimiento para que podamos entender que por la fe en
el Señor Jesucristo que murió por nuestros pecados y resucitó para darnos vida
eterna, la muerte es la puerta de entrada al reino eterno de Dios, en donde la
muerte no existe, el sufrimiento lo hemos dejado atrás, las lagrimas se han
secado, porque el pecado allí no existe.
JUDAS 24,25
“Y a Aquel que es poderoso para
guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran
alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad,
imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén”
“Así ha dicho el Señor: Maldito el varón que confía en el
hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta del Señor. Será como
la zarza en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los
sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada” (Jeremías 17:5,6). El ser humano en su necedad
cree que puede emanciparse de Dios y prescindir de su Ley. Babel es un ejemplo
claro de la insensatez de querer ser fuertes sin Dios. La crisis actual que
tanto perjudica se la atribuye exclusivamente a factores económicos. Detrás de
ella se esconde la falta de ética de
gobernantes y gobernados. Detrás de la falta de ética se encuentra la ausencia
de Dios que es el Autor de la ética que hace prosperar a los pueblos, a las
familias, a las personas.
El mundo está en crisis. La iglesia también lo está porque confía en
doctrinas de hombres que no resisten la prueba del algodón que certifica su
autenticidad. Los falsos profetas de Israel condujeron a la bancarrota al
Israel nacional. Hoy ocurre lo mismo. No todos los que hablan en nombre de Dios
son hombres de Dios. Utilizan, sí, un lenguaje bíblico que es un barniz que
esconde la herejía que se amaga en sus corazones.
Judas, en la doxología con que termina su breve carta a los “santificado
en Dios Padre, y guardados en Jesucristo”, insta a sus lectores a apartar
la mirada del hombre y ponerla en Dios Padre y el Señor Jesucristo. Hacerlo
reviste de poder a la debilidad humana porque ”es poderoso para guardarnos
sin caída”. El verdadero creyente en Cristo aunque santificado por la
sangre de Jesucristo que lo limpia de todos sus pecados, sigue siendo pecador.
Ello puede hacer que nos sintamos indignos de Él, pero Aquel que es poderoso
puede “presentarnos sin mancha delante de su gloria con gran alegría”.
Nada inmundo puede presentarse ante la gloria del Dios eterno, pero el
santificado por la sangre de Cristo puede hacerlo, no con miedo, sino “con
alegría” porque quien lo presenta ante el Padre es Jesús, el Camino que nos
lleva a Él.
No soy digno de ser llamado cristiano, “pero por la gracia de Dios
soy lo que soy”, una nueva criatura en Cristo Jesús a quien le está
permitido presentarse ante el trono de Dios ensalzando el nombre de Jesús el
Redentor, el Cordero de Dios que con su sangre le limpió de todo pecado.
/http://octaviperenya22.blogspot.com
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