dilluns, 24 de març del 2014


RENOVACIÓN POLÍTICA


<b>Con la renovación la política vieja ha pasado, debe empezar de nuevo</b>

Es evidente que la política está desprestigiada, no porque en si misma sea mala, sino porque los políticos la convierten en despreciable. Sólo con oír la palabra <i>política</i> las personas se alteran. La política se ha convertido en una especie de peste de la que uno desea apartarse de ella lo más lejos posible para evitar contaminarse. Lo que en buena parte ha prostituido a la política es el hecho de que los ciudadanos por pereza y por no querer complicarse la vida se han desentendido de ella y lo que debería ser una actividad de toda la comunidad se ha convertido en un gueto de unos pocos en los que más que el interés general prevalece el lucro personal. La privatización de la política en parte es la causa de la corrupción generalizada que se da en este ámbito.

Luis Foix  hace diana cuando explica la causa humana de la corrupción a gran escala que preocupa y enoja a los ciudadanos: “La corrupción que debilita o anula la libertad no es la de cuestiones menores como la de robar una gallina o llevarse una botella de alcohol caro de un supermercado. La corrupción es aquel estado personal o social en que nos podemos acostumbrar a vivir pensando que no es malo estafar un poco a Hacienda o evitar el IVA cuando pagamos al electricista del barrio.… Esta corrupción habitual, menor, es un indicio que acepta implícitamente la gran corrupción de quienes roban sin escrúpulos, favorecen amigos y parientes, silencian a la  oposición y utilizan la fuerza para mantener sus corruptelas a gran escala”.

El germen de la corrupción del que somos portadores todos los ciudadanos porque todos sin excepción somos pecadores hace posible la corrupción a gran escala que pone en peligro la libertad democrática alcanzada. Incluso un ciego verá que a partir de la microcorrupción se ha llegado a la macrocorrupción que fabrica los llamados <i>cementerios de elefantes</i>, una forma de retiros dorados para políticos de lujo que tienen nombre y apellidos. Esta situación de alta degradación moral y ética se ha llegado en parte por la desidia de los ciudadanos debido a que nos hemos desentendido de nuestras responsabilidades cívicas y nos hemos dejado arrastrar por la <i>corrupción habitual menor que implícitamente favorece amigos y parientes</i>. ¿Qué se sino una materialización de la corrupción que engendra el pecado el hecho de que en el Parlament de Catalunya se rechazó una moción presentada que proponía que los diputados implicados en un caso de corrupción debían ser destituidos de sus cargos de responsabilidad política? ¿No es corrupción a gran escala el hecho de que los cadáveres políticos se aparquen en el Senado, Consejo de Estado, instituciones y empresas públicas? Este malbaratamiento descarado de dinero público vacía las arcas del Estado y que se podría evitar si e tomase la decisión de coger el toro por las astas y reformar la <i>ley de partidos</i> que en su actual redactado favorece la corrupción. La reforma de dicha ley debería dejar bien claro que los políticos no están sujetos a una ley especial que blinda sus responsabilidades sino que están sujetos a la misma ley que el resto de los ciudadanos y que éstos pueden y deben fiscalizar sus actuaciones. La <i>ley de partidos</i> debería regular explícitamente la duración de los mandatos presidenciales y los años que los políticos pueden servir en la Administración. Debería prohibir las listas cerradas y ser sustituidas por abiertas  para que sean los ciudadanos quienes elijan directamente a sus representantes y pedirles responsabilidades. Finalizado el período determinado, la imposibilidad de ser sanguijuelas del Estado dejando de gozar de privilegios que no les corresponden. Finalizado el servicio al País deben convertirse en ciudadanos sin privilegios especiales que se ganan el sustento en las actividades en las que se dedicaban antes de dar unos años al servició del País. De esta manera se impediría que la política se convierta en un negocio que fomenta la corrupción.  

La regeneración política presenta un problema: “¿Quién podrá enderezar lo que él torció?” (Eclesiastés 7:13). La regeneración política tan deseada no será mínimamente alcanzada si previamente no se produce una regeneración moral y espiritual de todos los ciudadanos y de manera especial en aquellas personas que durante un tiempo limitado desean servir al País en bien de todos los ciudadanos. Esta regeneración imprescindible para el bienestar del colectivo no se puede alcanzar con sólo buenos propósitos porque a éstos el viento se los lleva con suma facilidad. Es preciso reconocer la corrupción individual que provoca el pecado y que por la fe en Jesucristo se convierte en una persona nueva en la que el amor al dinero no es una prioridad porque es cosa del pasado. La conversión a Cristo es la preparación previa para que el individuo pueda asumir de manera natural es espíritu de las leyes promulgadas para bien de toda la sociedad y someterse a ellas.

Octavi Pereña i Cortina

 

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