RENOVACIÓN POLÍTICA
<b>Con
la renovación la política vieja ha pasado, debe empezar de nuevo</b>
Es
evidente que la política está desprestigiada, no porque en si misma sea mala,
sino porque los políticos la convierten en despreciable. Sólo con oír la palabra
<i>política</i> las personas se alteran. La política se ha
convertido en una especie de peste de la que uno desea apartarse de ella lo más
lejos posible para evitar contaminarse. Lo que en buena parte ha prostituido a
la política es el hecho de que los ciudadanos por pereza y por no querer
complicarse la vida se han desentendido de ella y lo que debería ser una
actividad de toda la comunidad se ha convertido en un gueto de unos pocos en
los que más que el interés general prevalece el lucro personal. La privatización
de la política en parte es la causa de la corrupción generalizada que se da en
este ámbito.
Luis
Foix hace diana cuando explica la causa
humana de la corrupción a gran escala que preocupa y enoja a los ciudadanos:
“La corrupción que debilita o anula la libertad no es la de cuestiones menores
como la de robar una gallina o llevarse una botella de alcohol caro de un
supermercado. La corrupción es aquel estado personal o social en que nos
podemos acostumbrar a vivir pensando que no es malo estafar un poco a Hacienda
o evitar el IVA cuando pagamos al electricista del barrio.… Esta corrupción
habitual, menor, es un indicio que acepta implícitamente la gran corrupción de
quienes roban sin escrúpulos, favorecen amigos y parientes, silencian a la oposición y utilizan la fuerza para mantener
sus corruptelas a gran escala”.
El
germen de la corrupción del que somos portadores todos los ciudadanos porque
todos sin excepción somos pecadores hace posible la corrupción a gran escala
que pone en peligro la libertad democrática alcanzada. Incluso un ciego verá
que a partir de la microcorrupción se ha llegado a la macrocorrupción que
fabrica los llamados <i>cementerios de elefantes</i>, una forma de
retiros dorados para políticos de lujo que tienen nombre y apellidos. Esta
situación de alta degradación moral y ética se ha llegado en parte por la
desidia de los ciudadanos debido a que nos hemos desentendido de nuestras
responsabilidades cívicas y nos hemos dejado arrastrar por la
<i>corrupción habitual menor que implícitamente favorece amigos y
parientes</i>. ¿Qué se sino una materialización de la corrupción que
engendra el pecado el hecho de que en el Parlament de Catalunya se rechazó una
moción presentada que proponía que los diputados implicados en un caso de corrupción
debían ser destituidos de sus cargos de responsabilidad política? ¿No es
corrupción a gran escala el hecho de que los cadáveres políticos se aparquen en
el Senado, Consejo de Estado, instituciones y empresas públicas? Este
malbaratamiento descarado de dinero público vacía las arcas del Estado y que se
podría evitar si e tomase la decisión de coger el toro por las astas y reformar
la <i>ley de partidos</i> que en su actual redactado favorece la
corrupción. La reforma de dicha ley debería dejar bien claro que los políticos
no están sujetos a una ley especial que blinda sus responsabilidades sino que
están sujetos a la misma ley que el resto de los ciudadanos y que éstos pueden
y deben fiscalizar sus actuaciones. La <i>ley de partidos</i> debería
regular explícitamente la duración de los mandatos presidenciales y los años
que los políticos pueden servir en la Administración. Debería prohibir las
listas cerradas y ser sustituidas por abiertas
para que sean los ciudadanos quienes elijan directamente a sus representantes
y pedirles responsabilidades. Finalizado el período determinado, la
imposibilidad de ser sanguijuelas del Estado dejando de gozar de privilegios
que no les corresponden. Finalizado el servicio al País deben convertirse en
ciudadanos sin privilegios especiales que se ganan el sustento en las
actividades en las que se dedicaban antes de dar unos años al servició del
País. De esta manera se impediría que la política se convierta en un negocio
que fomenta la corrupción.
La
regeneración política presenta un problema: “¿Quién podrá enderezar lo que él
torció?” (Eclesiastés 7:13). La regeneración política tan deseada no será
mínimamente alcanzada si previamente no se produce una regeneración moral y
espiritual de todos los ciudadanos y de manera especial en aquellas personas
que durante un tiempo limitado desean servir al País en bien de todos los
ciudadanos. Esta regeneración imprescindible para el bienestar del colectivo no
se puede alcanzar con sólo buenos propósitos porque a éstos el viento se los
lleva con suma facilidad. Es preciso reconocer la corrupción individual que
provoca el pecado y que por la fe en Jesucristo se convierte en una persona
nueva en la que el amor al dinero no es una prioridad porque es cosa del
pasado. La conversión a Cristo es la preparación previa para que el individuo
pueda asumir de manera natural es espíritu de las leyes promulgadas para bien
de toda la sociedad y someterse a ellas.
Octavi Pereña i Cortina
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada