dilluns, 24 de març del 2014


JUDAS 3,4


“Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos”

Judas, no el que entregó a Jesús, siente un fuerte impulso de escribir a los hermanos en Cristo a que luchen ardientemente por la fe. ¿Por cual fe deben luchar? No por cualquier fe. En el mundo se encuentran muchas fes. Las hay para todos los gustos. Judas es muy selectivo: los cristianos deben “luchar ardiente por la fe que ha sido una vez dada a los santos”. Esta fe que se remonta  al paraíso con las pieles de los animales que cubrieron la desnudez de Adán y Eva, que simbolizan el sacrificio de Jesús para perdón de los pecados del pueblo de Dios, que a lo largo del Antiguo Testamento se va desarrollando aportando detalles y que en el cumplimiento del tiempo llega a su pleno desarrollo con la encarnación del unigénito Hijo de Dios en la persona de Jesús.

¿Por qué insta Judas a luchar ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos? “Porque algunos hombres han entrado encubiertamente”. Aquí Judas nos alerta del peligro que no se encuentra fuera de la iglesia, sino en su seno. Personas cubiertas con pieles de cordero que escondían a lobos rapaces que quieren destruir al pueblo de Dios. Dichas personas se manifiestan abiertamente enemigas de Dios y de su pueblo. Aparentan ser “hermanos”. Se presentan con un lenguaje bíblico carente del Espíritu de la letra bíblica. Estas personas que han entrado encubiertamente en las iglesias son muy activos, cosa que facilita el engaño porque su actividad se confunde fácilmente con consagración. Adquieren cargos de responsabilidad, llegando incluso a hacerse suyo el púlpito desde donde con mucha sutileza “niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo”.

Pero para “contender ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” se precisa mucha constancia en la oración privada y mucha lectura bíblica acompañada de la súplica de que el Espíritu Santo otorgue sabiduría para entender el misterio que guardan las páginas de las Sagradas Escrituras. Sin esta lucha fervorosa y secreta que se lleva a cabo en la intimidad de la habitación que tiene cerrada la puerta es totalmente imposible “contender ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos”. ¿Deseamos impedir que los ministros de Satanás que se visten como ángeles de luz nos engañen? Sólo existe una manera de poder hacerlo: “Contender ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” que se encuentra registrada con letras escritas con la sangre de Jesús en las  páginas de la Biblia”


1 TESALONICENSES 1:5


“Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo”

Una cosa es la letra del Evangelio y ora muy distinta es su Espíritu. Es muy fácil predicar la moral del Evangelio. Es totalmente imposible predicar su Espíritu si el predicador previamente no se ha convertido a Jesús. Es muy fácil atraer a las masas a la letra del Evangelio porque es muy sensiblera. No lo es tanto llevarlas a Jesús porque se consideren pecadores que necesitan recibir el perdón y se conviertas en sus discípulos.

El apóstol Pablo nos sacude de nuestro sopor en el que hemos caído por el hecho de conformarnos con la letra del Evangelio y de haber arrinconado al Espíritu Santo que vivifica la letra.

Pablo dice a los tesalonicenses que el Evangelio que les predicó no eran solamente palabras carentes de vida, sino palabras saturadas del poder del Espíritu Santo. ¿Qué tipo de Evangelio es el nuestro?¿Consiste únicamente de palabras carentes de sentido o saturadas del Espíritu Santo?

Dada la condición decrépita en que se encuentran muchas iglesias es urgente hacer un alto en el camino, sentarnos en una piedra, inclinar la cabeza, taparnos el rostro con las manos y conscientes de encontrarnos ante la presencia del Señor y pronunciar una palabras de arrepentimiento nacidas del corazón: “Ten piedad de mí, Señor, que soy un pecador”. Sin el reconocimiento de que se es pecador, de que se posee un corazón inclinado al mal, jamás se irá a Jesús que es la Fuente de donde brota el poder que necesita todo cristiano y por descontado quien se presenta como siervo de Dios. Hoy la palabra pecado está devaluada. Ha perdido el significado de ofensa a Dios y se la edulcora como deficiencia debido a que todavía no se ha evolucionado lo debido hacia la plena humanidad. NO. Pecado es una trasgresión de la Ley de Dios . Sin ser plenamente conscientes de nuestra condición de pecadores jugaremos a iglesias convirtiéndolas en lugares en donde se enseña moral. Desde los púlpitos fluirán palabras que no llegarán a los corazones de los oyentes. Las conferencias serán muy gratas y ayudarán a pasar un tiempo distendido. Los corazones seguirán marchitos y la seguridad de la salvación será una doctrina desconocida. El miedo a la muerte seguirá haciendo estragos en las almas de quienes han recibido solamente palabras pero no el poder del Espíritu Santo.

 

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