CONFLICTOS DE GÉNERO
<b>Las relaciones
varón – mujer están marcadas por el autoritarismo masculino y la sumisión
femenina lo cual genera conflicto</b>
La macroencuesta elaborada
por la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, después de haber
entrevistado cara a cara a 42.000 mujeres elegidas al azar en sus 28 países
para dar respuesta a un interrogante que planea desde hace tiempo de si la
violencia contra las mujeres es un problema común en la UE, la respuesta es
rotundamente afirmativa. Morten Kjaerum, director de la Agencia afirma:
“La enorme magnitud del problema es la prueba de que la violencia contra las
mujeres no solamente afecta a unas cuantas, sino a toda la sociedad, cada día”.
Blanca Tapia, portavoz de
la Agencia dice: “Les hemos preguntado hechos muy concretos: si te han tocado
el pecho o el culo, si te han manoseado, si te han enviado fotografías
pornográficas diciéndote que te quieren hacer esto…Han sido preguntas muy
concretas sobre hechos muy concretos. No se ha dejado a la interpretación decir
si te sientes o no asediada”.
Evidentemente la publicación
de la encuesta ha proporcionado material para llenar espacio en las tertulias
radiofónicas y televisivas. Los gurus que dan solución a todos los problemas
que se discuten, por lo que hace a la violencia contra las mujeres se han
limitado a decir que no se explican cómo puede ser posible que esto ocurra
cuando la educación sexual es materia escolar desde hace años. Evidentemente la
causa se encuentra en que en la educación sexual sólo da información biológica
y mecanicista sobre el sexo, soslayando la formación espiritual. Al olvidar la
dimensión espiritual del ser humano hace posible que la sexualidad se comporte
como un caballo desbocado que arrasa por allí por donde pasa. La falta de
experiencia genuinamente espiritual en el varón hace que la mujer se la
considere un objeto de su propiedad y que debe complacerle en todo.
La violencia de género “no
es un discurso nuevo”, dice Miguel Lorente, experto en violencia de
género, “es el discurso de hace siglos, propio de hombrs que ven a las mujeres
como un objeto sexual, que deben hacer lo que ellos digan para satisfacerlos
porque sus deseos prevalecen por sobre
los de ellas. Son los machistas elevados a la enésima potencia, la cara
más dura y cruel de una ideología mantenida en el tiempo”. Tan pronto el
paraíso se convirtió en el escenario de una rebelión contra la autoridad del
Creador, el Señor se dirigió a Eva ,
entre otras cosas le dijo: “Y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará
de ti” (Génesis 3:16). Esta declaración divina pone en evidencia que la etapa
de harmonía conyugal había finalizado. Y se iniciaba una de nueva de miles de
años de conflictos de género. El primer indicio de que las cosas no eran como
deberían ser en las relaciones varón – mujer lo encontramos en Lamec, el primer
bígamo de la historia, que dijo a sus
dos mujeres Ada y Zila: “Escuchad mi dicho: que un varón mataré por mi herida,
y un joven por mi golpe. Si siete veces será vengado Caín, Lamec en verdad
setenta veces siete lo será” (Génesis 4:23,24). Estas palabras contienen un
amenaza velada de que si desobedecen al macho pagarán las consecuencias. Desde
que se pronunció esta sutil amenaza ha llovido mucho y la violencia contra la
mujer ha adoptado las diversas formas con que se manifiesta en las variadas
sociedades. Es por ello que en las sociedades occidentales tan bien informadas
sobre el tema se ven incapaces de resolver el grave problema de la violencia
contra las mujeres. Fuera de la Biblia no se halla explicación al hecho de que
el drama se siga representando en tan variados escenarios.
Si la rebelión de Adán y Eva
contra Dios introdujo el pecado de la violencia de género aquí en la tierra,
por la fe en el Señor Jesucristo que con su muerte en la cruz perdona todos los
pecados, también perdona el de la violencia de género. Aquí debemos hacer una
pausa y dar una explicación. La fe en Cristo y su obra redentora
definitivamente borra el pecado, pero, de momento no hace perfectos a los
pecadores redimidos. Pero, estos pecadores ya no son esclavos del pecado. Con
la fuerza que reciben de la presencia del Espíritu Santo en sus almas están en
condiciones de frenar los impulsos de hacer daño a las mujeres. Habiéndose
convertido en templos del Espíritu Santo pone en evidencia que el amor con que
debe amarse a las mujeres no ha alcanzado la perfección. Todavía queda mucho
camino por recorrer. Pero una cosa es cierta: disminuye la virulencia y las
relaciones varón – mujer se van haciendo más harmoniosas, alcanzando poco a
poco niveles más altos de respeto hacia las mujeres. La razón se debe de que en
el centro de las relaciones entre géneros se encuentra gravado este mandamiento
de Jesús, no solamente en la mente, sino también en el corazón: “Como yo os he
amado, que también os améis unos a otros” (Juan 13:34)
Octavi Pereña i
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