dilluns, 17 de març del 2014


CONFLICTOS DE GÉNERO


<b>Las relaciones varón – mujer están marcadas por el autoritarismo masculino y la sumisión femenina lo cual genera conflicto</b>

La macroencuesta elaborada por la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, después de haber entrevistado cara a cara a 42.000 mujeres elegidas al azar en sus 28 países para dar respuesta a un interrogante que planea desde hace tiempo de si la violencia contra las mujeres es un problema común en la UE, la respuesta es rotundamente afirmativa. Morten Kjaerum, director de la Agencia afirma: “La enorme magnitud del problema es la prueba de que la violencia contra las mujeres no solamente afecta a unas cuantas, sino a toda la sociedad, cada día”.

Blanca Tapia, portavoz de la Agencia dice: “Les hemos preguntado hechos muy concretos: si te han tocado el pecho o el culo, si te han manoseado, si te han enviado fotografías pornográficas diciéndote que te quieren hacer esto…Han sido preguntas muy concretas sobre hechos muy concretos. No se ha dejado a la interpretación decir si te sientes o no asediada”.

Evidentemente la publicación de la encuesta ha proporcionado material para llenar espacio en las tertulias radiofónicas y televisivas. Los gurus que dan solución a todos los problemas que se discuten, por lo que hace a la violencia contra las mujeres se han limitado a decir que no se explican cómo puede ser posible que esto ocurra cuando la educación sexual es materia escolar desde hace años. Evidentemente la causa se encuentra en que en la educación sexual sólo da información biológica y mecanicista sobre el sexo, soslayando la formación espiritual. Al olvidar la dimensión espiritual del ser humano hace posible que la sexualidad se comporte como un caballo desbocado que arrasa por allí por donde pasa. La falta de experiencia genuinamente espiritual en el varón hace que la mujer se la considere un objeto de su propiedad y que debe complacerle en todo.

La violencia de género “no es un discurso nuevo”, dice Miguel Lorente, experto en violencia de género, “es el discurso de hace siglos, propio de hombrs que ven a las mujeres como un objeto sexual, que deben hacer lo que ellos digan para satisfacerlos porque sus deseos prevalecen por sobre  los de ellas. Son los machistas elevados a la enésima potencia, la cara más dura y cruel de una ideología mantenida en el tiempo”. Tan pronto el paraíso se convirtió en el escenario de una rebelión contra la autoridad del Creador,  el Señor se dirigió a Eva , entre otras cosas le dijo: “Y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti” (Génesis 3:16). Esta declaración divina pone en evidencia que la etapa de harmonía conyugal había finalizado. Y se iniciaba una de nueva de miles de años de conflictos de género. El primer indicio de que las cosas no eran como deberían ser en las relaciones varón – mujer lo encontramos en Lamec, el primer bígamo de la historia,  que dijo a sus dos mujeres Ada y Zila: “Escuchad mi dicho: que un varón mataré por mi herida, y un joven por mi golpe. Si siete veces será vengado Caín, Lamec en verdad setenta veces siete lo será” (Génesis 4:23,24). Estas palabras contienen un amenaza velada de que si desobedecen al macho pagarán las consecuencias. Desde que se pronunció esta sutil amenaza ha llovido mucho y la violencia contra la mujer ha adoptado las diversas formas con que se manifiesta en las variadas sociedades. Es por ello que en las sociedades occidentales tan bien informadas sobre el tema se ven incapaces de resolver el grave problema de la violencia contra las mujeres. Fuera de la Biblia no se halla explicación al hecho de que el drama se siga representando en tan variados escenarios.

Si la rebelión de Adán y Eva contra Dios introdujo el pecado de la violencia de género aquí en la tierra, por la fe en el Señor Jesucristo que con su muerte en la cruz perdona todos los pecados, también perdona el de la violencia de género. Aquí debemos hacer una pausa y dar una explicación. La fe en Cristo y su obra redentora definitivamente borra el pecado, pero, de momento no hace perfectos a los pecadores redimidos. Pero, estos pecadores ya no son esclavos del pecado. Con la fuerza que reciben de la presencia del Espíritu Santo en sus almas están en condiciones de frenar los impulsos de hacer daño a las mujeres. Habiéndose convertido en templos del Espíritu Santo pone en evidencia que el amor con que debe amarse a las mujeres no ha alcanzado la perfección. Todavía queda mucho camino por recorrer. Pero una cosa es cierta: disminuye la virulencia y las relaciones varón – mujer se van haciendo más harmoniosas, alcanzando poco a poco niveles más altos de respeto hacia las mujeres. La razón se debe de que en el centro de las relaciones entre géneros se encuentra gravado este mandamiento de Jesús, no solamente en la mente, sino también en el corazón: “Como yo os he amado, que también os améis unos a otros” (Juan 13:34)

Octavi Pereña i Cortina

 

 

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