JEREMÍAS 6:16
“Así dijo el Señor: Paraos en los
caminos, y mirad, preguntad por las sendas antiguas, cual será el buen camino,
y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No
andaremos”
La invitación de Jesús a los pecadores: “Venid a mí”. No
existe diferencia entre el Nuevo y el Antiguo Testamento. Dios quiere que las
personas se vuelvan a Él, que dejen de darle la espalda. El texto que
comentamos de Jeremías es muy elocuente. El mensaje va dirigido a aquellos que
se han extraviado y se encuentran perdidos en un mundo hostil. Vagan por el
desierto y no encuentran el pasto suculento que necesitan su almas exhaustas ni
el agua viva que refresque a sus marchitas almas.
Los extraviados, en su reflexión, si es que lo hacen, deben preguntar “por
las sendas antiguas” que no son otras que la Palabra de Dios que ha llegado
al hombre por medio de los profetas y apóstoles y, no por citarlo el último es
el menos importante, todo lo contrario, Jesús es la base del anuncio profético
y apostólico. Los extraviados deben encontrar el “buen camino” por el
que deben andar. El buen camino no es una nueva filosofía, ni una nueva
espiritualidad, ni una “nueva evangelización”, como hoy se repite
insistentemente, sino el Mesías a quien anuncian los profetas y que el Nuevo
Testamento señala en la persona de Jesús en quien habita la plenitud de Dios.
Este Jesús es quien guía al pecador extraviado a encontrar el descanso que su
alma necesita porque lo pone en el camino que conduce a Dios.
Dentro del proyecto de la Nueva Evangelización, al que se le da tanta
resonancia, se encuentra recuperar la práctica de la confesión auricular que
según el sacerdote Jaume Pedrós “es una práctica que se ha perdido en los
últimos años”. La Nueva Evangelización, tal como indica el título, es algo
nuevo que no forma parte de las “sendas antiguas” que señalan el “buen
camino” para que el pecador que transite por él encuentre el descanso que
su alma necesita.
¿Cómo reaccionaron los oyentes de las palabras que en Nombre del Señor
Jeremías dirige a los jerosolimitanos? : “No andaremos”. El énfasis que
se pone en recuperar el perdido hábito de confesarse con un sacerdote no es
para llevar a las personas a Jesús que
es Dios que perdonas los pecados , sino recuperarlos para que pasen a engrosar
a la institución eclesiástica.
Si el lector está preocupado por su salvación le remito al salmo 34:22
que dice: “El Señor redime el alma de sus siervos, y no serán condenados
cuantos en Él confían”. “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo
pecado” (1 Juan
1:7)
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GÁLATAS 3:7
“Entonces fueron abiertos los
ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos, entonces cosieron hojas de
higuera, y se hicieron delantales”
En su escrito “La conciencia moral”, Lluís Martínez Sistach, arzobispo
de Barcelona, dice: “La iglesia católica insiste en la importancia que tienen
para los hombres de hoy ser fieles a una “conciencia bien formada”. En
otro párrafo el cardenal escribe: “La conciencia enraizada íntimamente en
nuestro ser nos dicta qué es bueno y qué
es malo, nos anima a hacer el bien y a evitar el mal, y juzga la rectitud o
malicia de nuestras acciones u omisiones”.
Como texto base de esta meditación he escogido génesis 3:7 porque Adán
y Eva se encontraban gozando de un estado de “conciencia bien formada”,
conociendo el bien e ignorando todavía por propia experiencia lo que es el mal,
deciden por éste. Si encontrándose en un estado de conciencia moral limpia
fueron incapaces de conservarla, ¿cómo se puede pretender que la conciencia de
la descendencia de Adán, toda ella contaminada por el pecado, pueda discernir
entre el bien y el mal le anime a hacer el bien y evitar el mal? La Biblia
refuta dicho argumento y nos muestra como la maldad se extiende rápidamente,
siendo el primer juicio colectivo el Diluvio Universal, que de no ser por la
gracia de Dios Noé y su familia también habrían perecido ahogados. ¿Dónde
estaba la conciencia que discierne el bien y el mal y que anima a hacer el bien
en aquel pasado lejano? Antes del Diluvio “vio el Señor que la maldad de los
hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del
corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5). Si el
Señor volviese a escribir lo que hoy ocurre en la tierra volvería a redactar el
mismo texto. El ser humano dejado a su libre albedrío contaminado por el
pecado, siempre, con más o menos intensidad, escoge el mal. Viendo lo que
ocurre a nuestro alrededor, leyendo las noticias de prensa o viendo los
telenoticias, solamente se puede decir “que todo designio de los
pensamientos de ellos es de continuo solamente el mal”.
Solamente existe una manera de invertir la tendencia de hacer el mal
por otra que tienda a hacer el bien: Volverse a Dios, dejar de darle la
espalda, pedirle perdón y arrepentirse del pecado. Engañoso es el corazón
humano y si no es por la conversión a Cristo que hace del pecador una nueva
persona , cambiándole su conciencia endurecida por el pecado por otra de carne
que tiene hambre y sed de Dios, el mal no puede desaparecer de la faz de la
tierra.. Es cierto que no dejará del todo de hacer el mal debido a que su
naturaleza pecadora que coexiste con la divina por la presencia del Espíritu
Santo en su alma, pero el pecado dejará de ser su dueño y el deseo de hacer el
bien se irá incrementando. La coexistencia de ambas naturalezas en el hombre
convertido a Cristo despierta una dura batalla en el interior del alma. Gracias
a que la Palabra de Dios es la luz que ilumina el camino del creyente, éste
encuentra en ella el discernimiento del bien y del mal que no puede encontrar
fuera de ella y la fuerza para hacer el bien y evitar el mal que sin la gracia
de Dios no puede.