SOBERANIA POPULAR
<b>La prosperidad de los pueblos no
radica en que sus gobernantes proporcionen a los ciudadanos lo que les pidan
sino lo que los hará justos. La justicia engrandece a las naciones</b>
Existe un texto bíblico que como todos ellos
cuando se les saca de su contexto se les hace decir lo que se quiera. El
conocido eslogan: <i>Francisco Franco caudillo de España por la gracia de
Dios</i> está fundamentado en este texto bíblico que se encuentra en
Romanos 13:1 que dice: “Sométase toda
persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino de parte de
Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas”. El apóstol Pablo, autor
del texto, lo escribe en un momento histórico que no se caracterizaba
precisamente por la bondad de los emperadores romanos. Los cristianos, ante la
negativa de no querer aceptar la divinidad de los emperadores fueron cruelmente
perseguidos. Así y todo al apóstol no le importa reconocer que tales perversos
gobernantes estaban puestos por Dios en el trono.
Antes de que Israel se constituyese en una
nación estable dotada de estructuras de estado, cuando todavía vagaba por el
desierto, el Dios que lo había sacado de la esclavitud egipcia con mano
poderosa, por boca de Moisés le dice: “Cuando entres en la tierra que el Señor
tu Dios te da y digas: Pondré un rey sobre mí, como todas las naciones que
están a mi alrededor…Ciertamente pondrás un rey sobre ti al que el Señor tu
Dios escoja…Y cuando se siente sobre el trono, de su reino, entonces escribirá
para sí en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de
los sacerdotes levitas, y lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su
vida, para que aprenda a temer al Señor su Dios, para guardar todas las
palabras de esta ley y estos estatutos para ponerlos por obra, para que no se
eleve su corazón sobre sus hermanos, ni se aparte del mandamiento a diestra ni
a siniestra, a fin que prolongue sus días en su reino, él y sus hijos, en medio
de Israel” (Deuteronomio 17: 14-2). El rey que se tenía que elegir llegado el
momento tenía que reunir unas características muy peculiares: Tenía que ser un
hombre que amase a Dios y a su Palabra para que su reinado reflejase la
santidad y la justicia de Dios que le había otorgado la autoridad.
Pasan los años e Israel se va consolidando
como nación. Gobernaba el profeta Samuel. Todos los ancianos de Israel se
reunieron para entrevistarse con Samuel para decirle: “Constitúyenos ahora un
rey que nos juzgue como tienen todas las naciones” (1 Samuel 8:5). A Samuel no le
gustó la petición y buscó en oración a Dios para pedirle consejo al respecto de
la petición del pueblo. “El Señor le dijo a Samuel: Oye la voz del pueblo en
todo lo que te digan, porque no te han desechado a ti, sino a mí me han
desechado, para que no reine sobre ellos” (v.7). Samuel siguiendo las
instrucciones divinas escoge y unge rey a Saúl, que resultó ser un monarca
nefasto porque juzgó a Israel de la manera como lo hacínalas naciones vecinas:
con despotismo.
Si uno lee con un poco de atención el Antiguo
Testamento se dará cuenta de que Dios pone reyes y los depone debido a su
impiedad y crueldad. Cuando en un sentido acusador se cita: “Porque no hay
autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido
establecidas”, se debe tener en cuenta el contexto bíblico para no hacerle
decir disparates al texto leído.
Recientemente el presidente del Gobierno
español Mariano Rajoy ha dicho: “La soberanía de la Nación pertenece a todos
los españoles”. Mariano Rajoy gobierna no porque haya sido elegido
democráticamente. El resultado de las elecciones que le han otorgado la
autoridad que dispone no ha sido el fruto de su campaña electoral, sino porque
entre bastidores Dios dirige el sentir popular y como en el caso de Saúl, el
pueblo que no quiere que le gobierne Dios, hace una elección que resulta ser
nefasta para la nación que elige mal a sus gobernantes. Cuando Mariano Rajoy
afirma: “La soberanía de la Nación pertenece a todos los españoles” está
rehuyendo su responsabilidad que como gobernante tiene de sus decisiones
políticas y justifica sus desaciertos políticos en la soberanía de todos los
españoles, a los que por cierto, no los escucha cuando le piden explicaciones
de lo que hace. A la hora de la verdad no escucha el clamor popular y, no sólo esto, sino que amenaza al “pueblo
soberano”con una ley que castigará duramente a los manifestantes que protesten
concentrándose ante edificios públicos. Al pueblo soberano no se le permite
expresarse libremente.
Las democracias occidentales son decadentes y
desacreditadas. A los gobiernos les da miedo el auge que adquieren los partidos
de extrema derecha. No es casual el ímpetu que adquieren. Las democracias se
sostienen a base de la justicia. La fuente de la justicia no se encuentra en el
“pueblo soberano”, sino en Dios y cuando éste otorga a alguien la autoridad
para gobernar y el elegido no lo tiene en cuenta y en vez de dejarse guiar por
las instrucciones divinas y prefiere hacerlo según sus pensamientos torcidos el
resultado es el desastre que sacude a las democracias que han perdido el
encanto que Tocqueville (1805-1859) veía en la norteamericana. Los ciudadanos
soberanos piden transparencia para hacer desaparecer la corrupción que impera
en todas las esferas de la Administración que se intenta tapar con evasivas. La
transparencia deseada no desaparecerá en tanto los ciudadanos voten a políticos
por sus promesas electorales que no cumplirán y no por su fidelidad a Dios que
los ha puesto en el cargo para “no para infundir temor al que hace el bien, sino
al malo” (Romanos 13:3).
Octavi Pereña i Cortina
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