dilluns, 9 de desembre del 2013


LUCAS 1:38


“Entonces Maria dijo: He aquí la sierva del Señor, hágase conmigo conforme a tu palabra”

En la tradición belenista catalana aparece la simpática figura del caganer. La palabra castellana cagón no expresa exactamente el sentido de la catalana pero ayuda a hacernos una idea de quien es el caganer. Inicialmente era un pastorcillo que en cuclillas hacía sus necesidades fisiológicas apartado de la vista de sus compañeros. Con el paso del tiempo el tradicional pastorcillo fue dando paso a personajes políticos, deportivos…que durante el año se han destacado por sus actividades. En este año 2013 la novedad ha sido La Moreneta, la Virgen de Montserrat, hecho que ha despertado una cierta polémica por plasmar a la Virgen en postura campestre tan natural. No entraré en la discusión si añadir  la figura de La Moreneta en el museo de los caganers ha sido acertada o no por el hecho de herir la sensibilidad de algunos que lo ven como una ofensa a su religión. Lo que sí he encontrado interesante y que creo debe ser motivo de reflexión es que La Moreneta convertida en caganer recupere la humanidad que jamás debería haber perdido. La tradición ha desposeído la humanidad de “la virgen desposada con un hombre llamado José”, que el Evangelio la presenta de manera tan natural como a una joven que como otras doncellas esperaban ansiosas el día de poder consumar el matrimonio.

La tradición ha convertido a la virgen de Nazaret de Galilea en una diosa, cosa que María, según el Evangelio jamás pretendió ser. En la alabanza que la virgen María eleva a  Dios en presencia de su pariente Elisabet que se conoce como Magnificat, la joven desposada declara su autentica  humanidad cuando dice: “Engrandece mi alma al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” (Lucas 1:46,47). Hace evidente la afirmación del apóstol Pablo “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente , mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3: 23,24), también se aplica a ella. El reconocimiento de pecadora no lo hace una diosa. Tampoco una persona que no cree en Dios. Solamente puede hacerlo alguien a quien Dios ha humillado hasta el punto de confesar que su espíritu se alegra en Dios, mi Salvador.

La humana María al confesarse pecadora y esperar en su Salvador hace más numerosa la larga e incontable lista de los héroes de la fe que se alegran en Dios su Salvador y que esperan que sus cuerpos serán glorificados cuando el Señor venga en su gloria a llamar a su pueblo que duerme en el sepulcro.

Bienvenida sea la humanización que el artista ha hecho, bien seguro que inconscientemente, de la virgen de Nazaret, pero Dios puede utilizarla para que los corazones de las personas que la han convertido en diosa  vuelvan a ponerla tocando los pies en el suelo de donde no se la debería haber sacado nunca. Siguiendo el ejemplo de humildad que muestra la virgen de Nazaret en el Evangelio muchas más personas se podrán alegrar en Dios su Salvador.


FILIPENSES 44:11


“No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación”

La nuestra es la cultura del poseer. Cada dos por tres los supermercados ofertan pague dos y llévese tres, pague sus vacaciones en 12 meses sin intereses, compre X porque tú lo vales. En esta época navideña la publicidad nos insta a comprar lo que no necesitamos. Si el lector se fija se dará cuenta de que los anuncios van acompañados de rostros sonrientes que reflejan la satisfacción que les produce comprar el producto X. Pero la realidad es otra totalmente distinta. Las compras compulsivas no producen felicidad, todo lo contrario. La cultura del poseer cuanto más mejor produce insatisfacción. En vez de rostros sonrientes , las caras reflejan amargura, tristeza, insatisfacción. El apóstol Pablo nos da el secreto de la felicidad: “he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación”. Pablo pasó épocas de estrechez, estuvo encarcelado. En otras tuvo lo necesario. Pero cualquiera que fuese la situación estaba contento.

El contentamiento del apóstol Pablo no dependía de las circunstancias. Era una actitud del alma que no dependía de lo que ocurriese a su alrededor. No dependía de lo externo porque su alma estaba satisfecha.  En ella habitaba el Dios eterno que satisface las necesidades vitales del hombre. El Pan de vida nutría el hambre de su alma y el Agua viva apagaba  sed que marchitaba su corazón. En Jesús lo tenía todo. No le faltaba nada.

De manera especial durante esta época navideña la publicidad se encarga de despertar en nuestras almas hambrientas y sedientas la necesidad de comprar compulsivamente para calmarlas. Vemos a las personas frenéticas comprando sin ton ni son sólo por el deseo de comprar por comprar. Generalmente pagando con la tarjeta de crédito que a los 30 días avisa que se debe pagar la deuda pendiente. La alegría se convierte en espanto A los insatisfechos por el ansia de poseer bienes materiales y en especial a los  atrapados por la publicidad de comprar porque tú lo mereces, la Biblia también hace campaña para que la gente compre, no para satisfacer sus deseos sensuales que frustran, sino para  paliar las  necesidades del alma: “A todos los sedientos: Venid a las aguas, y a los que no tienen dinero, venid, comprad y comed…” (Isaías 55:1-3). Quien ofrece esta compra tan maravillosa para el sediento y el hambriento es Jesús ya que el agua que ofrece a quien está sediento “no tendrá sed jamás, y al hambriento que va a Él “nunca tendrá hambre”. La oferta es gratis para el sediento y el hambriento, para ello Jesús pagó con su muerte de cruz para que los sedientos y hambrientos vivan eternamente.

 

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