¿QUÉ ES LA MUERTE?
<b>Si la muerte consiste en el fin de la actividad
cerebral el final del ser humano es parecido a la muerte de un animal. Pero hay
algo en nosotros que nos dice que la cosa no es así</b>
La biología dice que un ser humano fallece cuando se
presenta lo que se llama <i>muerte cerebral</i> que consiste en el
cese irreversible de las actividades que realiza el cerebro. Ante este destino
común a todos los seres humanos se considera a la muerte lo más justo que le
pueda suceder al hombre porque nadie se escapa de la corrupción, los gusanos.
En el mundo de los muertos se encuentran distinciones porque los cadáveres de
algunos se depositan en lugares emblemáticos:
panteones, mausoleos, capillas sepulcrales…La mayoría, en nichos
adosados, superpuestos, feos como los bloques de viviendas construidos por las
administraciones para una multitud de familias obreras, en poco espacio
edificable. Es evidente esta diferenciación
externa post mortem. Pero en todos ellos domina la corrupción física, el
hedor, los gusanos. Cuando uno fallece es inconsciente del lugar en donde yace.
Son los vivos quienes presumen de la majestuosidad de los sepulcros en donde
depositan sus difuntos. Son los ricos quienes se vanaglorian de la riqueza
artística de los sepulcros, continuando
así la distinción social existente cuando vivían. Los muertos son indiferentes a las
vanaglorias de los vivos.
El salmista transmite un mensaje a todo el mundo:”Oíd esto,
pueblos todos, escuchad habitantes todos del mundo, así los plebeyos como los
nobles, el rico y el pobre juntamente” (Salmo 49:1,2). El poeta tiene un vivo
interés en que los lectores de su poema reflexionen sobre la muerte: “Pues verá
que aún los sabios mueren, que perecen del mismo modo que el insensato y el
necio” (v.10). Pensad un poco quienes no tenéis entendimiento, ¿por qué os
afanáis tanto en crear fundaciones que llevan vuestro nombre? ¿Por qué queréis
dejar huella de vuestro paso por este mundo construyendo imponentes mausoleos
para que os recuerde la posteridad? Fijaos en lo que dice la sabiduría divina:
“Su íntimo pensamiento es que sus casas sean eternas, y sus habitaciones de
generación en generación,, dan sus nombres
sus tierras. Mas el hombre no permanecerá en honra, es semejante a las
bestias que perecen” (vv.11,12).
¡Qué ínfimo valor da Dios a los hombres que presumen de la
grandeza de sus nombres! En vida los poderosos pueden sobresalir del resto de
los mortales, pero en la muerte “son semejantes a las bestias que perecen”.
¿Por qué afanarse en hacer fortuna, a menudo con injusticia y sembrando de
dolor las manos que la crean si al final “son
semejantes a las bestias que perecen”? El salmista sigue escribiendo
para que reflexionemos en un tema de tanta importancia que se pretende
reducirlo a: “al final de la vida, la incapacidad del organismo para sostener
la homeostasis”. Ve a la muerte como algo más trascendente que una mera
“extinción del proceso homeostático: “Como rebaños que son conducidos al
sepulcro, la muerte los pastoreará, y los rectos se enseñorearán de ellos por
la mañana, se consumirá su buen parecer , y el sepulcro será su morada. Pero
Dios redimirá mi vida del poder del sepulcro, porque Él me tomará consigo”
(vv.14,15). Se vuelven las tornas. En el sepulcro la muerte pastoreará a los ricos
y el sepulcro será su morada. Pero Dios redimirá a los justos del poder del
sepulcro porque Dios los tomará en su seno eternamente.
El mundo en que vivimos está lleno de envidias. Los pobres
no saben en dónde caer muertos y más en estos tiempos de grave crisis económica
que ha disminuido exponencialmente los ingresos. Los desvalidos miran
codiciosamente el bienestar lujoso de los poderosos. El salmista nos
reconforta: “No temas cuando se enriquece alguien, cuando aumenta la gloria de
su casa, porque cuando muera no se llevará nada, ni descenderá tras él su
gloria. Aunque mientras viva, llame dichosa a su alma, y sea loado cuando
prospere, estará en la generación de sus padres, y nunca más verá la luz. El
hombre que está en honra y no entiende, semejante es a las bestias que
perecen” (v.16-20).
No son muchas las personas que consideran a la muerte como
“la incapacidad del organismo de sostener la homeostasis” porque
instintivamente poseen el instinto de trascendencia, que la existencia no se
acaba con “el cese irreversible de las actividades cerebrales” Intuyen que hay
algo más allá de la muerte, pero no saben qué. La Biblia también en la muerte
ayuda al hombre a salir de dudas. Recomiendo al lector interesado en tan vital
tema que lea el capitulo 15 de la carta del apóstol Pablo a los cristianos de
Corinto dedicado exclusivamente a este tema. Transcribo un breve fragmento:
“Porque es necesario que esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y
esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra
que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu
aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte es el
pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da
la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (vv.53-57).
La Biblia menciona dos resurrecciones: la de vida y la de
muerte. Pablo en este texto se limita a mencionar la resurrección de vida. Por
la importancia que tiene la resurrección de muerte es muy conveniente que
pensemos en ella porque la resurrección en condenación es para toda la
eternidad”
Octavi Pereña i Cortina