NEHEMÍAS 8: 7, 8
“Y
los levitas…hacían entender la Ley, y el pueblo estaba atento en su lugar. Y
leían en el Libro de La Ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo
que entendiesen la lectura”
El texto que sirve de base de este
comentario tendría que despertarnos de la somnolencia que nos embota los
sentidos cuando nos relacionamos con Dios. Mucha de la predicación que se
considera cristiana porque sale de los
labios de un pastor evangélico o de un
sacerdote católico, en el fondo se trata de un humanismo cristiano que es tan
perjudicial como el laico. Esta predicación humanista puede brotar de unos
labios expertos en oratoria que pueden impulsarnos a asentar con la cabeza las
barbaridades que proclaman.
Los levitas que “leían en el Libro de la Ley de Dios claramente, y ponían el sentido de
modo que entendiesen la lectura”.
Toca los corazones de los oyentes hasta tal punto que se veían obligados
a decirles: “Dios santo es el Señor
nuestro Dios, no os entristezcáis, ni lloréis, porque todo el pueblo lloraba
oyendo las palabra d la Ley” (v. 9). Finalizado el acto, los asistentes
regresaron a sus casas “a gozar de grande
alegría, porque habían entendido las palabras que les habían enseñado” (v.
12).
La predicación cristiana es una
predicación de esperanza basada en una esperanza real. La predicación cristiana
no está pensada para ser pronunciada ante un auditorio de personas que se
consideran justas. Por un lado se dirige a un público que consiste de personas
redimidas por la sangre de Jesús y que no han perdido su condición de
pecadores. Por el otro, a unas personas que todavía no han nacido como hijos de
Dios.
La predicación evangélica es mixta. Se
dirige tanto a creyentes como incrédulos. Ambos tipos de personas se encuentran
entre la concurrencia. Ambos necesitan su porción alimenticia. El ABC del
Evangelio para los que buscan, leche para los recién nacidos y vianda sólida
para los adultos. Todos abandonan la asamblea gozosos porque han sido
bendecidos por el Señor.
JOB 12: 13-25
Un texto que transcribo sin comentario
alguno que da respuesta a muchos de los interrogantes que nos hacemos:
“Con
Dios está la sabiduría y el poder, suyo es el consejo y la inteligencia/Si Él
derriba no hay quien edifique, encerrará al hombre, y no hay quien le abra/Si
detiene las aguas, todo se seca, si las envía destruyen la tierra/Con Él está
el poder y la sabiduría, suyo es el que yerra, y el que hace errar/Él hace
andar despojados de consejo a los consejeros, y entontece a los jueces/Él rompe
las cadenas de los tiranos, y les ata una soga a sus lomos/Él lleva despojados
a los príncipes, y trastorna a los poderosos/Priva del habla a los que dicen
verdad y quita a los ancianos el consejo/Él derrama menosprecio sobre los
príncipes, y desata el cinto de los fuertes/Él descubre las profundidades de
las tinieblas, y saca a la luz la sombra de la muerte/Él multiplica las
naciones, y Él las destruye, esparce a las naciones, y las vuelve a reunir/Él
quita el entendimiento a los jefes de los pueblos de la tierra, y los hace vagar
como por un yermo sin camino/Van a tientas, como en tinieblas sin luz, y los
hace errar como borrachos”
Este texto nos muestra la soberanía
absoluta de Dios. Nada ocurre sin su consentimiento. Algo tan insignificante
como aplastar un mosquito contra la pared no se hace sin su permiso. Para
empezar tenemos que reconocer que Dios es justo y no hace nada que vaya contra
su justicia. Nosotros que tenemos un conocimiento tan limitado podemos
cuestionar porque Dios permite que las cosas sean tal como son. Como Dios es
infinitamente justo sus razones tendrá. Lo cierto es que no hace nada
caprichosamente.
Quienes fuimos escolarizados finalizada
la Guerra Civil Española se nos hizo aprender de memoria el Padrenuestro y a
recitarlo como loros. Pero no se nos enseñó a exprimir el jugo que contiene.
Respecto al tema que hoy analizamos el
Padrenuestro dice: “Hágase tu voluntad,
como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6: 10). ¿Se ha parado el
lector a reflexionar alguna vez en este texto? Aceptar esta enseñanza de Jesús
es medicina para el alma porque dejamos en manos de Dios lo que está fuera de
nuestro alcance. Aporta una paz indescriptible.
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