EL ODIO EN POLÍTICA
Cuanto más encumbrado uno esté más
trascendencia tiene el odio
A pesar
que la práctica religiosa ha descendido mucho en España y lo que queda es
tradicional, sigue siendo superficialmente religiosa. Fijémonos en las grandes
multitudes que arrastra como es Semana Santa. Los partidos hacen muchas
zalamerías a la Iglesia Católica porque políticamente les interesa. A pesar de
la catolicidad del Estado español, sus ciudadanos son huérfanos de Cristo. La
orfandad espiritual se manifiesta en la proliferación del discurso del odio.
La
escritora Inés Martín redacta unas palabras muy jugosas que dan para mucho: “Si
no te amas a ti mismo, no sabrás amar a nadie”. Estas palabras nos recuerdan la
Regla de Oro que Jesús dijo al escriba que le preguntó: “¿Cuál es el primero de
los mandamientos?” (Marcos 12: 28). Jesús le responde: “Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus
fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a
tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos” (Marcos
12: 30, 31). El vacío que deja la ausencia de amar al prójimo con la intensidad
que exige la Regla de Oro lo ocupa un espíritu maligno por la ausencia del
espíritu de Dios. (Mateo 12: 43-45).
Ramón
Aymerich escribe: “”Un hater” es una persona
que difama, menosprecia, descalifica al contrario. Puede odiar por
motivos políticos, religiosos, de género o raza, o simplemente por motivos
personales, todo y que lo más habitual es que las víctimas sean miembros de
colectivos y minorías. Siempre ha habido personas con ansias de odiar”.
Mariano
Gundel escribe: “En vez de apostar por la reconciliación para hacer frente a
los grandes retos geopolíticos, nos dejamos arrastrar por el enfrentamiento y
el odio. El tono que utilizan los políticos y los medios de comunicación cada
vez son más peligrosos”
El
periodista Eusebio Val le pregunta a la filósofa Carlota Casiraghi: “¿Qué
pasión maligna le inquieta más?” La respuesta que da la sabia es: “El discurso
del odio se nos filtra por todas partes. Comienza por pequeñas frases burlonas,
estigmatizaciones. Es lo que me inquieta más: excluir de la humanidad a una
parte de las personas. Porque se llega a pensar que a los otros no se les tiene que aplicar
los derechos humanos”.
La
conocida Ley del Talión: “El que cause lesión en su prójimo, según hizo, así le
sea hecho. Rotura por rotura, ojo por ojo, diente por diente, según la lesión
que haya hecho a otro, tal se le hará a él” (Levítico 24:a Ley ten19-21).
Inicialmente esta Ley tenía la finalidad
de que la Justicia no se extralimitase en sus sentencias. Con el tiempo se la
ha desfigurado hasta el punto que hoy se la ha convertido en una autorización
legal para la venganza personal avivada por el odio. Una autorización legal a
la venganza como hoy lo hace Israel. El ataque de Hamás fue un error que tiene
sus consecuencias. Las represalias de Israel
no le exculpan de su responsabilidad.
Charles
Baudelaire tiene una manera muy peculiar
de ilustrar la sed de venganza atizada por el odio: “El odio es el borracho que
en el fondo de la taberna constantemente renueva su sed con más bebida”. El
odio jamás se apaga. Todo lo contrario, se le aviva así que en la hoguera se le
van echando prejuicios. Los resentimientos que se acumulan debido a los malos
pensamientos que produce el corazón no hecho bueno por la fe en Jesús, avivan
el odio.
Quien
odia como no sabe cómo defender sus sentimientos malvados, vomita vulgaridades.
Este tipo de lenguaje es el utilizan un día sí y otro también los políticos.
Isabel Díaz Ayuso y Alberto Nuñez Feijó, son dos ejemplos claros de políticos
que utilizan un lenguaje grosero para desprestigiar a sus oponentes políticos.
Presumen de centralidad política y no se dan cuenta que el odio que almacenan
sus corazones los lleva a extremismos que les impide entenderse por la falta de
diálogo sincero. La guerra civil española de nefasto recuerdo fue el resultado
del odio sembrado por ambos bandos en la
sociedad.
Hoy 10
de junio he escuchado por la radio que el Banco de España dice que quienes nos
han llevado al caos actual no pueden sacarnos de él. Mientras la crispación sea
el lema de los líderes políticos no saldremos del lodazal en el que nos han
metido. Para que puedan hacer algo provechoso se tienen que transformar en
personas nuevas con pensamientos nuevos. Si los políticos siguen siendo los
mismos perros con el mismo collar, no nos salvaremos del naufragio que se
avecina.
Se
impone pues la necesidad de abandonar la religión tradicional que es incapaz de
hacer buenas a las personas que son malas. Es obligado que nos acerquemos a
Jesús y hagamos como aquel publicano que en un rincón del templo para no ser
visto por los asistentes, no se atrevía a alzar los ojos al cielo sino que se
golpeaba el pecho, diciendo: “Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lucas 18: 13).
Esta suplica hecha con humildad y sinceridad tiene el poder de arrastrar hasta
el fondo del mar el odio que carcome las entrañas y sustituirlo por el amor de Dios
que convierte en amigo a la persona que se la tenía por enemiga. El amor de
Dios controlando a los políticos hará posible que la enemistad se convierta en
amor que edifica y no destruye. Si eso ocurriese, dejaría de tener sentido la sentencia del Banco de España que afirma
que los partidos políticos que nos han llevado al caos actual no nos pueden
sacar de él.
Octavi Pereña Cortina
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada