diumenge, 20 de juliol del 2025

 

LUCAS 24: 5

“¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?”

A los discípulos que Jesús llevó consigo en el monte donde se transfiguró les dijo que no dijesen a nadie lo que habían visto, “sino cuando el Hijo del Hombre hubiese resucitado de los muertos” (Marcos 9: 9). No entendieron “aquello de resucitar de los muertos” (v.10).

Hoy, parece ser que la Iglesia Católica se encuentra en la etapa pre resurrección, no entiende qué significa “aquello de resucitar de los muertos”. La Semana Santa, la fiesta más emblemática que celebra la Iglesia se centra en la muerte de Jesús, como si el Señor no hubiese resucitado.

El primer día de la semana, algunas mujeres, muy de mañana fueron al sepulcro “trayendo las especies aromáticas que habían preparado  para amortajar el cuerpo de Jesús” (v.1). Estando perplejas al ver que el cuerpo de Jesús había desaparecido del sepulcro, “se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes, que les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló cuando aún estaba en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día” (vv. 6, 7). Abandonando el sepulcro dieron nuevas de todas estas cosas a los once y a todos los demás…Mas a ellos les parecían locura las palabras de ellas” (v. 11).

Me imagino que el lector es miembro de una Iglesia que con unas gotas de agua rociadas sobre tu cabeza cuando eras un recién nacido, te han enseñado que con esta ceremonia te convirtieron en cristiano. Si se te pregunta dirás que eres católico. Pero, ¿eres cristiano? ¿Crees que Jesús resucitó al tercer día como dice la Biblia?

Aun cuando  tu entierro pueda ser de lujo con varios sacerdotes oficiándolo. A pesar que con solemnidad los oficiantes reciten el Salmo 23: “El Señor es mi Pastor, nada me faltará/En lugares de delicados pastos me hará descansar, junto a aguas de reposo me pastoreará/Confortará mi alma, me guiará por sendas de justicia por amor a su Nombre/Aunque  ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo/Tu vara y tu cayado me infundirán aliento”.

Si para ti ser cristiano consiste que en tu funeral el oficiante con voz melosa  diga que en vida fuiste una persona encantadora, que fuiste un padre o una madre ejemplar, que tus hijos digan que te recordarán siempre. Si no has nacido de nuevo por la fe en Jesús, cuando abras los ojos en la eternidad te encontrarás envuelto de llamas que queman pero que no consumen.


 

JUAN 12: 35

“Entonces Jesús les dijo: Aún por un poco está la luz entre vosotros, andad entretanto que tenéis la luz, para que no os sorprendan las tinieblas, porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va”

¿A qué luz se refiere Jesús cuando les habla de la luz? Indiscutiblemente no se refiere a la oscuridad que se necesita encender una linterna para no tropezar. El contexto inmediato gira alrededor de Jesús clavado a la cruz para salvar al pueblo de Dios de sus pecados.

En aquel entonces los discípulos todavía no habían recibido el Espíritu Santo por lo cual eran carnales y no podía entender las osas espirituales. Se está acercado el día D y la hora H de la salvación: “Ahora es el juicio de este mundo, ahora el príncipe de este mundo será echado fuera” (v. 31). El príncipe de este mundo no es otro que Satanás, el cabecilla de aquel grupo de ángeles que se rebelaron contra Dios. Tal como enseña el libro de Job el diablo no puede hacer todo el mal que su maldad le impulse a hacer. Dios mantiene a Satanás atado a una cuerda y no puede alargar el brazo más allá de lo que la longitud de la cuerda se lo permita. “Ahora es el juicio de este mundo, ahora el príncipe de este mundo será echado fuera”. ¿Tiene presente el lector la sentencia que Dios dictó contra la serpiente el diablo, por haber incitado a Eva a comer el fruto del árbol prohibido? “Y pondré enemistad entre ti i la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya, ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el talón” (Génesis 3: 19). Jesús es la simiente de la mujer que hirió a la serpiente en la cabeza y, ésta a su vez la que hirió a Jesús en el talón estando en la cruz. Jesús  anuncia a sus discípulos la proximidad del cumplimiento de esta profecía: “Y yo, si fuese levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo, dando a entender de qué muerte iba a morir” (vv. 32, 33).

“Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba consumado, dijo para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed…Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu” (Juan 19: 28-30). Aparentemente el diablo había ganado la partida, pero, “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escrituras, y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras”(1 Corintios 15: 3, 4). ¡Cristo curó de la herida que la serpiente le había hecho en el talón y con su resurrección hirió mortalmente a la serpiente en la cabeza!

 

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