PROVERBIOS 18. 21
“La muerte y la vida están en poder de la
lengua”
No es
frecuente que las instituciones educativas reconozcan que en su interior se
producen abusos sexuales o de otra índole entre adolescentes. Cuando un
suicidio o un intento se producen, todo son lamentaciones. Corriendo y deprisa
a verificar los protocolos para ponerlos al día. Si reunimos toda la violencia
infantil y adolescente en la palabra inglesa bullying descubrimos que el
secreto se encuentra en la palabra hablada. La palabra tiene dos orígenes.
Santiago nos habla de uno de ellos. “Así
también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He
aquí cuán grande bosque enciende un pequeño fuego. Y la lengua es un fuego, un
mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina
todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada
por el infierno” (Santiago 3: 5, 6). Esta lengua que es inflamada por el
infierno, de hecho es Satanás el culpable ya que es príncipe de las tinieblas,
padre de la mentira y homicida desde el principio. Satanás es quien se encarga
de que niños y adolescentes asedien a sus compañeros que por el motivo que sea
no gustan, promoviendo en algunos casos los suicidios o los intentos. “Esta sabiduría no es la que desciende de lo
alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención,
allí hay perturbación y toda obra perversa” (Santiago 4: 15, 16).
El
problema que comentamos no se resuelve con la educación ni con planes para
combatirlo. Nace en los corazones que son malos por naturaleza y como los
árboles malos únicamente pueden dar frutos malos. Todos los niños y
adolescentes por el hecho de ser descendencia de Adán nacen con el corazón malo
predispuesto a cometer todo tipo de fechorías. El corazón malo por la fe
en Jesús se convierte en un corazón bueno inclinado a dar buenos frutos. La
predisposición a hacer la puñeta a los compañeros que no gustan ha desaparecido
y se ha sustituido por la de buscar su bien.
La
Biblia dice: Bienaventurado el hombre que encuentra “la sabiduría que es de lo alto, es primeramente pura, llena de
misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de
la justicia se siembra en paz por aquellos que hacen la paz” (Santiago 3:
17, 18).
HEBREOS 13: 5
“Sean vuestras costumbres sin avaricia,
contentos con lo que tenéis ahora, porque Él dijo: No te desampararé, ni te
dejaré”
Al
pastor evangélico Ed Dobson se le diagnosticó ALS en el año 2000. La
congregación oró intensamente por su curación. La sanidad no se produjo.
Algunos pensaban que el resultado negativo de la intercesión de los fieles se
debía a la falta de fe de su pastor. El texto que comentamos no dice que si se
ora con fe Dios va a conceder las peticiones que se le hacen. Con claridad
dice: “No te desampararé, ni te dejaré”.
Dios es el autor de la salud y de la enfermedad, de la vida y de la muerte. Aun
cuando no lo podamos entender todo lo que Él hace o permite siempre lo hace con
justicia. Aun cuando no nos guste. La ciencia médica ha hecho avances
espectaculares en estos últimos años. Así y todo, inevitablemente, todas las
personas de cada generación perecen.
Aun
cuando los síntomas que manifiestan que
la enfermedad acecha se producen en el cuerpo, su origen se encuentra en el
pecado de Adán del cual somos descendientes: “Mas del árbol de la ciencia del bien y el mal no comerás, porque el
día que de él comas, ciertamente morirás” (Génesis 2: 17). Adán murió. Su
descendencia a lo largo de las generaciones también perece. La nuestra seguirá
el mismo camino. Son una bendición de Dios los avances médicos que se han
producido en los últimos años que hacen más llevaderos los dolores de la
enfermedad que anuncian. A la vez nos recuerdan que la muerte no es un enemigo
vencido. Confiamos tanto en la medicina que cuando una enfermedad como ALS nos
aflige y los médicos dicen que de momento no pueden hacer nada, desesperados
nos subimos por las paredes.
Si el
lector se encuentra en una situación parecida a la que expongo, recuerde lo que
Dios dice a sus hijos que lo son por la fe en Jesús: “No te desampararé, ni te dejaré”. El siguiente versículo dice: “El Señor es mi ayudador, no temeré”
(Hebreos 13: 6). La incredulidad es la responsable de que la enfermedad
produzca desazón. Ni los médicos, ni los siquiatras, ni los sicólogos, pueden
dar paz al alma angustiada. Repito: “No
te desampararé, ni te dejaré”. La falta de fe es la causa de que el hombre
busque en el hombre el consuelo que no le puede dar. Pida el lector con firmeza
que Dios le conceda el regalo de la fe. No se lo negará.
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