LA REBELIÓN DE LAS MASAS
“¿Fue
Hitler un Satanás irrepetible o el producto de condiciones demoníacas
repetibles? ¿O tal vez determinadas condiciones sociales hacen posible que la
dinámica diabólica de las masas termine
en tragedia como el Holocausto?” (<b>Dan Carlin</b>, divulgador de
la historia). También merece reflexión lo que dice el divulgador de la
historia: “Es más fácil que el individuo trascienda los instintos que actúan
como tales que cuando forma parte de la
masa. La masa hace posibles genocidios que tal vez ninguna persona no es capaz de desencadenar”.
Los grandes
acontecimientos históricos han sido posibles gracias a la aparición de líderes
en momentos determinados y de unas masas que se dejan embaucar por dirigentes
con carisma. Pero ni los unos ni los otros existirían si no fuese por la presencia del pecado en
ellos. Ya sé que la presencia del mal no tiene solución razonada. Lo tenemos
entre nosotros aun cuando nos esforcemos en negar su existencia.
El primer movimiento de
masas se produjo cuando los hombres cumplieron la orden divina de extenderse
por toda la tierra llegaron a Sinar (Génesis 1: 2). Hasta aquí cumplieron la
orden divina de fructificar, llenar la tierra y señorear en toda la tierra” (Génesis 1: 26). Al llegar
a Sinar la cosa cambia. Ya no quieren ser nómadas. Desean convertirse en
sedentarios. Dicho y hecho: “Se dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una
torre, cuya cúspide llegue al cielo, y hagámonos un nombre, por si fuéramos
esparcidos sobre la faz de toda la tierra” (Génesis 11: 4). Esta desobediencia
condujo a Babel y a la confusión de lenguas (v. 9) y con ella a que la
expansión no se detuviese. La confusión de lenguas no es momento de tratarla.
Lo que nos interesa es la rebelión de las masas contra Dios.
<b>Dan
Carlin</b> trata el tema d los líderes carismáticos y las masas que los
siguen. A mi entender no existe rebelión de las masas sin dirigentes carismáticos que las estimulan
a rebelarse contra Dios. Previamente al Diluvio el texto nos dice: “había gente
poderosa en la tierra en aquellos día, y también después que se llegaron los
hijos de Dios a los hijos de los
hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la
antigüedad fueron varones de renombre” (Génesis 6: 4). Estos fueron los
poderosos, los hombres de fana de la antigüedad, los llamados
<i>nefilim</i> quen Sinar dirigieron la revuelta contra Dios.
Al principio del libro de
Proverbios se encuentra luz que puede llevarnos a entender la relación
existente entre líderes carismáticos y las masas. Dios, simbolizado en un padre
que instruye a su hijo, le dice. “Hijo mío, si los pecadores te quieren
engañar, no consientas. Si dicen: Ven con nosotros, pongamos asechanzas para
derramar sangre, acechemos sin motivo al inocente, los tragaremos vivos como el
sepulcro, y enteros como los que caen en un abismo, encontraremos riquezas de
toda clase, llenaremos nuestras casas de despojos: Echa tu suerte con nosotros,
tengamos todos una bolsa” (Proverbios 1. 10-14). En pequeña escala el texto
enseña cómo se produce la rebelión de las masas. Un pequeño número de personas
se hace “un nombre” que embaucan a las masas induciéndolas a hacer lo que sus
corazones malvados maquinan.
En el Nuevo Testamento el
ejemplo de unos maquiavélicos dirigentes religiosos que manipulan a las masas
con el propósito de conseguir sus perversos propósitos. Los principales
sacerdotes odiaban a muerte a Jesús porque les desmontaba el lucrativo negocio
de la venta de animales que se sacrificaban en el templo. La oportunidad de
deshacerse de Jesús se les presentó cuando condujeron a Jesús ante Pilato que
en aquella época era el único que podía dictar una sentencia de muerte.
Antes de volver al juicio
de Jesús echemos una ojeada para ver cómo se comportan las masas. El apóstol
Pablo encontrándose en Éfeso, la predicación del Evangelio hizo disminuir los
beneficios de los plateros que se dedicaban a la fabricación de estatuillas de
la diosa Artemis. Demetrio, uno de ellos, organizó un alboroto para defender lo que consideraba
sus derechos. “Unos, pues, gritaban una cosa, y otros otra, porque la
concurrencia estaba confusa, y los más no sabían por qué se habían
reunido” (Hechos
19: 32). Las masas son muy volubles.
Volvamos a Jesús y al
juicio al que se le sometió. Una multitud que antes quiso hacerlo rey porque
les había saciado milagrosamente el hambre con pan y pescado, por instigación
de los principales sacerdotes y los ancianos, los persuadieron para que
gritaran pidiendo la liberación del asesino Barrabás y la crucifixión de Jesús.
Esta enfervorizada multitud que clamaba por la crucifixión de Jesús pocos días
antes con el mismo fervor recibieron a Jesús clamando: “¡Hosanna! ¡Bendito el
que viene en el Nombre del Señor!” (Marcos 11: 9). Ahora vociferan hasta
enronquecer: “Crucifícale!” ¡”Crucifícale!” Las multitudes cambian de pensar
según de donde sople el viento.
El padre de Proverbios
aconseja a su hijo: “Hijo mío, no andes en camino con ellos, aparta tus pies de
sus veredas, porque sus pies corren hacia el mal, y van presurosos a derramar
sangre” (1:15,16). Joven: Escoge bien a los compañeros con los que te juntas,
no sea que en nombre de la libertad te encaminen hacia la ilegalidad y tengas
que pagar por ello.
Octavi Pereña Cortina
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