SALUD ECOLÓGICA
Las circunstancias adversas pueden ser los medios
que Dios utiliza para bendecirnos con la paz mental
“Hace décadas que se
habla del término ecoansiedad, ahora
es cuando más atención merece y entre los
más jóvenes se agudiza el problema. En un estudio del 2002, de la
plataforma Avarez, demostró que la ansiedad relacionada con la crisis
planetaria es muy alta y “no es solo porque estamos presenciando desastres
climáticos devastadores sino porque los gobiernos están fracasando
sistemáticamente a la hora de tomar medidas significativas para detener la
crisis”…Casi la mitad de los jóvenes encuestados en escala mundial aseguraron
que la ansiedad relacionada con el cambio climático les estaba afectando la
vida diaria. Entre un 75% al 92%, según los países “el futuro les parece
aterrador”…La Organización Mundial de la Salud (OMS), en un informe de
políticas presentado en junio del 2022, instó a los países que incluyan el
soporte a la salud mental en respuesta a la crisis climática …Esto hace que
cada vez más personas puedan padecer trastornos sicológicos y/o secuelas
causadas por la preocupación y el estrés que genera pensar en una catástrofe
ambiental que si se vuelven crónicas pueden definirse como ansiedad climática, en palabras de la Asociación Americana de
Sicología”.
A diferencia de los
evolucionista que creen que actualmente al ser humano se le puede considerar homo sapiens sapiens por ser fruto de
una interminable cadena de evoluciones, los cristianos creemos que el hombre es
una creación directa de Dios en estado adulto y con la capacidad de someter la
tierra a su dominio (Génesis 1: 27, 28), y que lo puso en el jardín de Edén para que lo cultivase y lo guardase (Génesis
2: 15). La conservación del jardín que Dios concedió al hombre en usufructo
dependía de no comer el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal
porque si lo hiciese ciertamente moriría. Comió de él y la consecuencia
inmediata fue morir espiritualmente y la siembra de la muerte física que en el
caso d adán ocurrió a la edad de 930 años (Génesis 5: 5). La consecuencia del
pecado de Adán fue. “Maldita será la Tierra por tu causa” (3: 16). La
consecuencia de la maldición fue que la tierra “espinas y cardos te producirá”
(3: 18, 19). Las consecuencias del pecado de Adán las describe brevemente la
Asociación Americana de Sicología, a la que nos hemos referido.
El hombre conserva,
aunque contaminadas por el pecado, las características racionales en que fue
creado. Quiere abandonar aunque sin conseguirlo las consecuencias de la
maldición divina. La Iglesia Católica representada por Joan Enric Vives, obispo
de Urgell, expone cómo luchar contra la persistente sequía que padecemos: “De
diversas maneras en todos los obispados
de Cataluña se han ido haciendo rogativas a Dios, con perseverancia pidiéndole
el don de la lluvia que tanto necesita el país. De nuevo ahora los obispos de
Cataluña invitan a los cristianos a intensificar esta súplica, personalmente y
comunitariamente, confiando en que el Padre del cielo “dará cosas buenas a los
que se las piden” (Mateo 7: 11). Aparentemente esta súplica es ortodoxa. Parece
ser que son verdaderos hijos de Dios quienes claman al Padre celestial que les
conceda la lluvia temprana y la tardía tan necesarias para el bienestar humano.
El arzobispo no dice nada de que las procesiones que se organizan para suplicar
al Altísimo que conceda lluvias abundantes, van precedidas por imágenes de
santos, vírgenes y cristos. Guarda silencio de que Dios “convierte los ríos en
desierto y los manantiales de las aguas en sequedales, la tierra fructífera en
estéril, por la maldad de los que la habitan” (Salmo 107: 33, 34). “Y no
dijeron en su corazón: Temamos ahora al Señor Dios nuestro, que da lluvia
temprana y tardía en su tiempo, y nos
guarda los tiempos establecidos de la siega. Vuestras iniquidades han estorbado
estas cosas, y vuestros pecados apartaron de vosotros el bien” (Jeremías 5: 24,
25). El pecado no arrepentido ni lavado con la sangre que Jesús en la cruz para
perdón de los pecados es lo que hace que las súplicas que se hacen no lleguen a
oídos del Padre celestial.
Mientras estemos aquí en
la Tierra el Padre celestial “hace salir el sol sobre malos y buenos, y hace
llover sobre justos e injustos” (Mateo 5: 45). El texto nos dice que las
bendiciones temporales Dios las ofrece a todos los hombres sin distinción. La
cosa no es así cuando las bendiciones de Dios tienen que ver con el alma. La ecoansiedad y la ansiedad climática que padecen los descendientes de Adán no
afectan a los hijos de Dios. Cuando Adán y Eva fueron expulsados del jardín de
Edén Dios “puso querubines y una espada encendida que se revolvía por todos
lados, para guardar el camino del árbol de la vida” (Génesis 3: 24). En la
Jerusalén celestial que nos que nos describe el apóstol Juan, la visión “le
mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como el cristal que salía
del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro
lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, y las hojas
del árbol eran para sanidad de las naciones. Y no habrá más maldición, y el
trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán”
(Apocalipsis 22: 1-3). En Adán se pierde el acceso al árbol de la vida. En
Cristo, la esperanza de recuperar el acceso al árbol de la vida se verá
satisfecha al final del tiempo. Esta es la esperanza que fortalece a los
creyentes en Cristo que conviven con los incrédulos en un mundo convulso que empeora con la
crisis climática.
Octavi Pereña Cortina