dissabte, 25 de maig del 2024

 

LUCAS 19: 2-4

“Y Zaqueo …procuraba ver quien era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura”

La fama de Jesús se extendía como reguero de pólvora. Atraía multitudes. Muchos de sus “fans” iban tras de Él para sacar tajada: Los alimentaba, curaba sus enfermedades. Los hosannas que entonaban a su paso no le hacían perder la cabeza ya que no se fiaba de ellos porque sabía lo que había en sus corazones. Lo secreto salió a la luz cuando después de alimentar a una multitud, Jesús entendió “que iban a venir  para apoderarse de Él y hacerle rey” (Juan 6: 15). Pero no todos sus seguidores eran unos aprovechados. Le seguían porque le amaban.

Zaqueo que era jefe de los cobradores de impuestos. Al oír que Jesús andaba cerca abandonó el lugar donde cobraba los impuestos  porque quería ver a Jesús. Había oído hablar de Él, pero no le había visto nunca. Por el contexto sabemos que el deseo de Zaqueo de ver a Jesús era sincero. Era tan profundo el interés de Zaqueo de ver a Jesús que se puso de manifiesto cuando por ser pequeño de estatura la multitud no le permitía verle. Ni corto ni perezoso se avanzó al paso de la comitiva  que seguía al Señor para subirse en un árbol. Jesús llega donde Zaqueo estaba, se detiene y mirando hacia arriba, le dijo: “Zaqueo date prisa, desciende, porque hoy es necesario que me hospede en tu casa” (v. 5). Zaqueo no es un número. Es una persona concreta a la que Jesús llama por su nombre. Jesús a todos los que de verdad se interesan por Él, los saca del anonimato de la multitud. Los llama por su nombre.

Date prisa Zaqueo, es necesario que me hospede en tu casa. El texto no lo explicita, pero los que murmuraban contra Jesús  por haber ido a hospedarse en casa de un hombre pecador, bien seguro que fueron los sacerdotes y los fariseos que eran los mandamases en la lucha para desprestigiar a Jesús. Los murmullos sirven para esclarecer quien es Zaqueo. Jesús lo deja bien claro cuando dice: “Hoy ha venido  la salvación a esta casa, por cuanto él  también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido” (vv. 9, 10).

Los fariseos eran aquellos religiosos que cuando iban al templo se colocaban en un lugar bien visible para decirle a Dios que no eran como aquel despreciado cobrador de impuestos que  en un rincón del templo, apartado de las miradas de los asistentes confesaba sus pecados a Dios. Jesús cuando llamó a Mateo, otro cobrador de impuestos, dijo. “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos…Porque no he venido a llamar, a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Mateo 9: 12, 13).

Si el lector es un pecador despreciado por las ratas de sacristía, no te preocupes, cuidará de ti como lo hizo con Zaqueo, Mateo y a todos los pecadores que acuden a Él.


 

GENESIS 35: 1

“Dijo Dios a Jacob: levántate y sube a Bet-el, y quédate allí, y haz un altar al Dios que se te apareció cuando huías de tu hermano Esaú”

Debido el tema de la primogenitura Jacob tuvo que abandonar su casa para dirigirse a Padan-aran de donde procedía su madre rebeca. Pernocta en Bet-el y en sueños Dios le habla: “No te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho” (Génesis 28: 15). El fugitivo llega a la casa de la familia de su madre. Se casa con Lea y su hermana Raquel. Al cabo de unos años no exentos de dificultades emprende el regreso a la casa de sus padres. En el trayecto Dios le dice lo que está escrito en el texto que sirve de meditación en este comentario. Antes de llegar a Bet-el Jacob pernocta en Peniel en donde tuvo un encentro con el Señor  que acabó con su conversión  a Dios. (32:22-30). En Peniel Jacob nació de nuevo y comenzó a caminar en novedad de vida. En Padan-aran prevalecía la idolatría. Ahora que es una nueva criatura no puede seguir con esta práctica abominable al Señor. Dice a su familia: “Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, limpiaos, y mudad vuestros vestidos” (35: 2).

Al inicio de mi vida como cristiano festejaba con quien sería mi esposa. Creo que fue un día de Corpus. Como de costumbre contemplamos el paso  de la procesión. Al pasar el Santísimo donde nos encontrábamos los espectadores se arrodillaban ante su paso. No pude resistirme e hice lo mismo. La acción me hizo sentir terriblemente apesadumbrado.  Después de aquel incidente no he vuelto a inclinarme nunca ante una imagen. El Espíritu Santo me ha enseñado la lección.

Llegado a Bet-el Jacob “hizo un altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado” (v. 3).

A partir de la muerte y resurrección de Jesús se acaban los santuarios a los que tenían que acudir los fieles para adorar a Dios. Incluso el templo en Jerusalén que fue el lugar escogido por Dios, símbolo de su presencia entre su pueblo. Su desaparición la anuncia Jesús en la conversación que mantiene con la samaritana. La mujer le dice a Jesús: “Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar” (Juan 4: 20). Jesús le responde: “Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre…Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre es espíritu y en verdad, porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Juan 4: 21, 23, 24).

Un motivo convincente para este cambio, además del hecho de que Dios es omnipresente, el creyente en Cristo se ha convertido, como dice el apóstol Pablo: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”               (1 Corintios 3: 16). Allí en donde se encuentre el creyente en Cristo de manera especial está el Señor.

 

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