JUAN 19: 10
“Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas?
¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para
soltarte?
¿Dónde
radica la soberanía de los pueblos? ¿En el pueblo? ¿En la aristocracia? ¿En la
monarquía? La respuesta la encontramos en la parodia judicial a la que se
sometió Jesús. Pilato preguntó a Jesús: “¿De
dónde eres tú?” Jesús no le respondió. Pilato creyendo ser un todopoderoso
por ser el representante de Roma en Judea, le dice a Jesús las palabras que
encabezan este comentario. Es entonces cuando Jesús abre la boca para decirle
donde reside la autoridad: “Ninguna
autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada desde arriba, por tanto el
que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene” v. 11). Con estas palabras
Jesús certifica que tanto la autoridad del Sanedrín que le juzgó y condenó
injustamente durante una parodia de
juicio amparado en nocturnidad y alevosía, reconoce que las autoridades por
malvadas que sean han sido puestas por Dios para que hagan su voluntad, lo cual
no quita la responsabilidad delos jueces que juzgan injustamente. Todo el curso
de la Historia se ha ido desarrollando según los planes de Dios elaborados
desde antes de la creación del universo para
que cumplan en el momento establecido por Dios. La
razón no lo entiende, pero la fe en el Señor reconoce que es así.
La
Iglesia durante los siglos de oscurantismo enseñaba que los judíos habían
matado a Jesús. Durante la Pascua enseñaban a los niños que hiciesen ruido con
matracas a la vez que pronunciaban
sentencias antisemitas. Es cierto que las autoridades religiosas judías y las
romanas fueron los autores materiales de la
cruel muerte a que se sometió Jesús. Las palabras que escribe el apóstol
Pedro desvelan quién fue el verdadero causante de la muerte de Jesús: “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra
vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas
corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como un
cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la
fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de
vosotros” (1 Pedro1: 18-20).
Como
muy bien escribe el apóstol Pablo:
“Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque
no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido
establecidas” (Romanos 13: 1). Pueden sorprendernos las palabras del
apóstol. Puede que no las entendamos, pero certifican que Dios no ha abdicado
de ser el Rey absoluto de la creación y que nada sucede sin su complacencia.
Como demuestra la farsa del juicio contra Jesús, tanto las autoridades
religiosas judías como las laicas romanas, ignorándolo, con sus actos
perversos estaban ejecutando la voluntad
de Dios. Mucho nos duelen las injusticias de la justicia humana. Sabiendo que
actúan como brazos ejecutores de la justicia divina, sólo podemos decir: Señor,
hágase tu voluntad.
GÉNESIS 50: 19
“Y José les dijo: No tengáis miedo, ¿Es que
estoy en el lugar de Dios?
La ley
del Talión dice: “Ojo por ojo y diente por diente. No es una ley que legalice
la venganza sino para mesurar la acción de la Justicia. Las sentencies que
dicten los jueces tienen que ser proporcionadas a los delitos. Según la Biblia
las únicas personas autorizadas para administrar justicia son los jueces
instituidos por Dios por medio de las autoridades instituidas por los hombres.
Los jueces humanamente instituidos tienen que reconocer que lo son por decisión
divina. Ejercen, pues, una autoridad delegada y que cuando se sienten en el
salón de justicia tienen que recordar quien les ha puesto en el lugar tan
delicado en que se encuentran, como lo
es la administración de justicia. A su debido tiempo tendrán que responder a
cómo han administrado justicia.
José,
desde el punto de vista humano tenían motivos más que suficientes para vengarse de sus hermanos que
motivados por el odio que sentían por él le habían vendido como esclavo a unos
mercaderes ismaelitas que a su vez le revendieron a Potifar, funcionario de
Faraón. Los hermanos de José a su vez engañaron a su padre haciéndole creer que
una bestia salvaje había descuartizado a su hijo. Antes de que José se
convirtiese en visir de Faraón pasó unos diez años de esclavitud muy dura.
Después
de una serie de circunstancias controladas por Dios para que Egipto y las
naciones vecinas no pereciesen de hambre, Jacob padre de José, sus hermanos y
familiares se instalaron en Egipto. Jacob ya anciano falleció como les ocurre a
todos los seres humanos. El texto que comentamos tiene que ver con la muerte de
Jacob. Fallecido el patriarca sus hermanos se dijeron entre ellos: “Quizás nos aborrecerá José, y nos dará el
pago de todo el mal que le hicimos” (v. 15). Es ahora cuando José da a sus
hermanos la respuesta que comentamos. Como nos encontramos inmersos en un mundo
contaminado por el pecado las relaciones humanas siempre son más o menos
complicadas. Con mucha frecuencia son injustas. Podemos llegar a comprender
pero jamás justificar el machismo de un hombre que para hacer sufrir a su mujer mata a los hijos ante ella, luego
lo hace con ella y al final se suicida. Este no es un caso muy frecuente, pero
se da. Si es frecuente que unos hermanos no se hablen por cuestión de la
herencia. Son muchas las personas que guardan rencor debido a una injusticia
recibida. Quienes ocupan el lugar de Dios quieren hacer justicia en quienes le
han perjudicado. Quien quiere administrar justicia sin ser juez reconocido por
Dios. El odio que guarda en el corazón
se convierte en un boomerang que se vuelve contra él y le hace añicos. ¡Cuántas
dolencias mentales no se padecen por permitir que el odio anide en el corazón!
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