LUCAS 11: 35
“Mira pues, no suceda que la luz
que en ti hay, sea tinieblas”
La luz
y la oscuridad físicas son fácilmente detectables por los ojos de la cara. Pero la luz y las
tinieblas espirituales a las que se refieren el texto que comentamos no son
fácilmente distinguidas. No lo son porque el pecado que hemos heredado de Adán.
A pesar de que si hemos creído en Cristo que es la luz del mundo y que
ha alumbrado nuestro corazón, nuestro ojo espiritual es parcialmente maligno
porque todavía no hemos alcanzado la plenitud de la salvación que se conseguirá
el día del retorno glorioso de nuestro Señor Jesucristo a buscar a su pueblo.
Debido a ello seguimos siendo parcialmente influenciables por las tinieblas. Si
somos verdaderos cristianos y la luz de Cristo ha alumbrado nuestro corazón “no andaremos en tinieblas, sino que
tendremos la luz de la vida” (Juan 8: 12). No podemos olvidar que por ahora
no hemos recuperado el cien por cien nuestra visión espiritual. Recordemos a
Eva cuando se descuidó y se dejó engañar por el príncipe de las tinieblas que
se había apoderado de una inocente serpiente. ¡Cuánto más nosotros tenemos que
vigilar cuando tenemos siempre a nuestro alrededor al diablo que como león
rugiente está al acecho para devorarnos. Como lo hizo con Jesús, de momento nos
deja, pero está al acecho para volver al asalto con redoblado furor en el
momento que considere oportuno.
Me
impulsó a escribir este comentario al ver por televisión fragmentos de
procesiones de Semana Santa, con los cofrades transportando las imágenes con
vestidos diseñados por especialistas de la moda, marcando el paso a la
perfección. Todo ello al amparo de una escenografía muy bien estudiada. Es
decir un espectáculo perfectamente
pensado para estimular la sensibilidad de los espectadores haciéndoles creer
que lo que contemplan los ojos es la
verdad. Satanàs convierte las tinieblas en apariencia de luz. Los ojos
de los espectadores son incapaces de distinguir el engaño. ¿Por qué? Porque
tienen ojos malignos.
Jesús
nos alerta. “Mira pues, no suceda que la
luz que hay en ti, sea tinieblas” (v. 35). A los incrédulos que les inundan
las tinieblas espirituales les importa un bledo el tema que
comentamos. Las procesiones, las misas que se transmiten por televisión, con
los lujosos ropajes que visten los oficiantes, las riquezas de los templos y de
los altares, el espectáculo del ceremonial, todo ello juega a favor de que los
espectadores aparten los ojos de Jesús el autor y consumador de la fe y la
depositen en las obras humanas con lo que consiguen que las tinieblas entren
sutilmente en las conciencias.
Quiera
el Señor que la lectura de este comentario sirva para que Jesús abra los ojos del lector para
que su luz que es vida eterna penetre en su corazón.
SALMO 112: 7
“No tendrá temor de malas noticias, su
corazón está firme, confiando en el Señor”
“El
miedo es la emoción más antigua y más fuerte de la humanidad” (M. P.
Lovecraft). Desconozco si el autor de esta frase tenía conocimiento de la
historia de Adán y Eva que relata Génesis. La más antigua no lo es porque antes
de la Caída Adán y Eva amaban a Dios. El amor a Dios es la más antigua de las
emociones. El texto sigue relatando: ”Y
oyeron la voz del Señor Dios que se paseaba en el huerto, al fresco del día, y
el hombre y su mujer se escondieron de la presencia del Señor Dios entre los
árboles del huerto. Pero el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás
tú). Y él respondió: Oí tu voz en el hurto, y tuve miedo, porque estaba desnudo
y me escondí” (Génesis 4: 8-10). ¡Qué absurdo! tener miedo del Creador.
Esta emoción es la consecuencia del pecado. E texto que comentamos hace
referencia a las malas noticias. Con los medios de comunicación actuales, sean
digitales o no, las malas noticias corren como reguero de pólvora. Desde que
abrimos los ojos por la mañana hasta que los cerramos por la noche las malas noticias
nos han impactado como lluvia persistente.
El
padre de las malas noticias es Satanás. No en vano Jesús le llama: “Padre de mentira, cuando habla mentira, de
suyo habla, porque es mentiroso y padre de mentira” (Juan 8: 44). El que
confía en el Señor no tendrá temor de las malas noticias porque su corazón está
firme. En un mundo donde no se sabe distinguir entre la verdad y la mentira no
debe extrañarnos que el desconcierto esté tan generalizado. La fe en Jesús nos
libera de tal confusión porque el Espíritu Santo que Jesús ha enviado que es el
Espíritu de la Verdad nos ayuda a discernir entre qué es la Verdad y qué no lo
es.
“Busqué al Señor, y Él me liberó de todos mis
temores” (Salmo
34: 4). El diablo que no sabe nada más que mentir engañó a Adán y Eva acusando
al Creador de haberles mentido cuando les prohibió que comiesen el fruto del “árbol de la ciencia del bien y del mal
porque el día que de él comas
ciertamente morirás” (Génesis 2: 17). Comieron y murieron.
Físicamente en diferido, espiritualmente al instante. El mal cometido no se
puede deshacer.
Dios
que había previsto antes de la creación del mundo lo que sucedería, determinó
que de la simiente de la mujer que no es otro que Jesús chafaría la cabeza de
la serpiente (Satanás). Esto es lo que hizo Jesús al morir en la cruz, ocupando
el lugar que nos correspondía a nosotros, y resucitando al tercer día para
nuestra salvación. Esto es lo que hacen los hijos de Dios: Buscan al Señor para
que los libere de todos sus temores.
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