diumenge, 7 d’abril del 2024

 

LUCAS 11: 35

“Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas”

La luz y la oscuridad físicas son fácilmente detectables  por los ojos de la cara. Pero la luz y las tinieblas espirituales a las que se refieren el texto que comentamos no son fácilmente distinguidas. No lo son porque el pecado que hemos heredado de Adán.

A pesar de que si hemos creído en Cristo que es la luz del mundo y que ha alumbrado nuestro corazón, nuestro ojo espiritual es parcialmente maligno porque todavía no hemos alcanzado la plenitud de la salvación que se conseguirá el día del retorno glorioso de nuestro Señor Jesucristo a buscar a su pueblo. Debido a ello seguimos siendo parcialmente influenciables por las tinieblas. Si somos verdaderos cristianos y la luz de Cristo ha alumbrado nuestro corazón “no andaremos en tinieblas, sino que tendremos la luz de la vida” (Juan 8: 12). No podemos olvidar que por ahora no hemos recuperado el cien por cien nuestra visión espiritual. Recordemos a Eva cuando se descuidó y se dejó engañar por el príncipe de las tinieblas que se había apoderado de una inocente serpiente. ¡Cuánto más nosotros tenemos que vigilar cuando tenemos siempre a nuestro alrededor al diablo que como león rugiente está al acecho para devorarnos. Como lo hizo con Jesús, de momento nos deja, pero está al acecho para volver al asalto con redoblado furor en el momento que considere oportuno.

Me impulsó a escribir este comentario al ver por televisión fragmentos de procesiones de Semana Santa, con los cofrades transportando las imágenes con vestidos diseñados por especialistas de la moda, marcando el paso a la perfección. Todo ello al amparo de una escenografía muy bien estudiada. Es decir un espectáculo  perfectamente pensado para estimular la sensibilidad de los espectadores haciéndoles creer que lo que contemplan los ojos es la  verdad. Satanàs convierte las tinieblas en apariencia de luz. Los ojos de los espectadores son incapaces de distinguir el engaño. ¿Por qué? Porque tienen ojos malignos.

Jesús nos alerta. “Mira pues, no suceda que la luz que hay en ti, sea tinieblas” (v. 35). A los incrédulos que les inundan las tinieblas espirituales  les importa un bledo el tema que comentamos. Las procesiones, las misas que se transmiten por televisión, con los lujosos ropajes que visten los oficiantes, las riquezas de los templos y de los altares, el espectáculo del ceremonial, todo ello juega a favor de que los espectadores aparten los ojos de Jesús el autor y consumador de la fe y la depositen en las obras humanas con lo que consiguen que las tinieblas entren sutilmente en las conciencias.

Quiera el Señor que la lectura de este comentario sirva  para que Jesús abra los ojos del lector para que su luz que es vida eterna penetre en su corazón.


 

SALMO 112: 7

“No tendrá temor de malas noticias, su corazón está firme, confiando en el Señor”

“El miedo es la emoción más antigua y más fuerte de la humanidad” (M. P. Lovecraft). Desconozco si el autor de esta frase tenía conocimiento de la historia de Adán y Eva que relata Génesis. La más antigua no lo es porque antes de la Caída Adán y Eva amaban a Dios. El amor a Dios es la más antigua de las emociones. El texto sigue relatando: ”Y oyeron la voz del Señor Dios que se paseaba en el huerto, al fresco del día, y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia del Señor Dios entre los árboles del huerto. Pero el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás tú). Y él respondió: Oí tu voz en el hurto, y tuve miedo, porque estaba desnudo y me escondí” (Génesis 4: 8-10). ¡Qué absurdo! tener miedo del Creador. Esta emoción es la consecuencia del pecado. E texto que comentamos hace referencia a las malas noticias. Con los medios de comunicación actuales, sean digitales o no, las malas noticias corren como reguero de pólvora. Desde que abrimos los ojos por la mañana hasta que los cerramos por la noche las malas noticias nos han impactado como lluvia persistente.

El padre de las malas noticias es Satanás. No en vano Jesús le llama: “Padre de mentira, cuando habla mentira, de suyo habla, porque es mentiroso y padre de mentira” (Juan 8: 44). El que confía en el Señor no tendrá temor de las malas noticias porque su corazón está firme. En un mundo donde no se sabe distinguir entre la verdad y la mentira no debe extrañarnos que el desconcierto esté tan generalizado. La fe en Jesús nos libera de tal confusión porque el Espíritu Santo que Jesús ha enviado que es el Espíritu de la Verdad nos ayuda a discernir entre qué es la Verdad y qué no lo es.

“Busqué al Señor, y Él me liberó de todos mis temores” (Salmo 34: 4). El diablo que no sabe nada más que mentir engañó a Adán y Eva acusando al Creador de haberles mentido cuando les prohibió que comiesen el fruto del “árbol de la ciencia del bien y del mal porque el día que de él comas  ciertamente morirás” (Génesis 2: 17). Comieron y murieron. Físicamente en diferido, espiritualmente al instante. El mal cometido no se puede deshacer.

Dios que había previsto antes de la creación del mundo lo que sucedería, determinó que de la simiente de la mujer que no es otro que Jesús chafaría la cabeza de la serpiente (Satanás). Esto es lo que hizo Jesús al morir en la cruz, ocupando el lugar que nos correspondía a nosotros, y resucitando al tercer día para nuestra salvación. Esto es lo que hacen los hijos de Dios: Buscan al Señor para que los libere de todos sus temores.

 

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