SALMO 89: 15
“Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte,
andará oh Señor, a la luz de tu rostro”
En los
funerales s acostumbra a utilizar el salmo 23 en el sentido que el difunto es
guiado por Jesús, el Buen Pastor, en
su camino hacia la eternidad. Cuando el clérigo utiliza el salmo 23 en este
sentido, y más cuando el fallecido no es creyente, está engañando a los
asistentes al funeral. Con el deceso se sella definitivamente el destino
eterno, sea de salvación para los creyentes o de condenación de los incrédulos.
Todo lo que se le puede hacer a una
persona es en vida. Una vez fallecida nada se le puede hacer a su favor. Las
oraciones por los difuntos son una tomadura de pelo y un engaño satánico.
“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no
temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo, tu vara y tu cayado me infundirán
aliento” (v.
4), David, el autor del salmo 23, en su adolescencia pastoreó las ovejas de su padre, no como asalariado
sino como copropietario. Cuando David se enfrenta al terrible Goliat se pone
como ejemplo del pastor que pone en peligro su vida para defender a las ovejas
de los ataques del oso y del lobo (1 Samuel 12: 34-36).
En el
salmo 23 David, el pastor, reconoce que Jesús es el Buen Pastor que en los
momentos calamitosos que fueron muchos a lo largo de su vida le aportó la luz
para salir victorioso de los muchos valles de sombra de muerte por los que tuvo
que atravesar. Si el lector está traspasando por un valle de sombra de muerte,
acuda a Jesús el Buen Pastor que le sacará de él.
El
indeseable comportamiento de algunos que se dicen ser representantes de Jesús
en la Tierra predispone a las personas a rechazarlo. Pero no es solamente el
comportamiento indeseable de algunos clérigos lo que hace que los hombres en
general rechacen a Dios el Padre y a su Hijo Jesucristo. La principal causa de
la animosidad hacia Dios se debe a que en el fondo somos sus enemigos (Romanos
5: 10).
El
Evangelio, las Buenas Nuevas de salvación, se transmite oralmente por quienes
siendo enemigos de Dios por la fe en
Jesús el Salvador se han convertido en sus amigos. Jesús al inicio de su
ministerio público empezó a reclutar a sus discípulos. Uno de ellos fue Felipe
que cuando se encontró con Natanael, le dijo: “He encontrado a Jesús de Nazaret”. Natanael le respondió: “¿De Nazaret puede
salir algo bueno?” Felipe le dice: “Ven
y ve” (Juan 1: 43-46). Los prejuicios infundados son los que impiden que
Jesús el Buen Pastor, cuando andamos en
valle de sombra de muerte ilumine el camino para que salgamos de la situación
tenebrosa. Si la incredulidad del lector le impide reconocer que Jesús es el
Buen Pastor, antes de rechazarle por los prejuicios, vaya a Él y vea con sus
propios ojos quien realmente es Jesús.
PROVERBIOS 13: 4
“El alma del perezoso desea, y nada alcanza,
mas el alma de los diligentes será prosperada”
El
informe Pisa que pone al descubierto el fracaso escolar, los políticos se
vuelven locos en su afán de descubrir la causa del deterioro de la enseñanza
pública. En parte, dicho deterioro se debe a las leyes de los ministerios de
educción promulgadas que facilitan pasar curso sin haber aprobado todas las
asignaturas del actual.
La
pereza que se da en el ámbito de la educación secular también se encuentra en
el terreno de la fe cristiana. El apóstol Pablo escribiendo a los cristianos en
Filipos les dice: “Ocupaos en vuestra
salvación con temor y temblor” (Filipenses 2: 12). El apóstol no está
fomentando la salvación por medio de las obras de justicia propia. Se dirige a
unos hijos de Dios por adopción por la fe en Jesús que todavía no han alcanzado
la perfección del Padre celestial a que han sido llamados. Afirma que “somos hechura
suya (de Dios), creados en Cristo
Jesús para buenas obras, las cuales Dios
preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2: 10). Pablo
sufrió mucho de parte de los judaizantes, los judíos que se habían hecho
cristianos. Éstos enseñaban que los gentiles que se habían convertido a Cristo,
para ser salvos, tenían que guardar el sábado y circuncidarse, es decir, tenían
que convertirse al judaísmo. El Nuevo Testamento es claro: Por las obras de la
Ley nadie se salva. La Ley fue dada para que todos los hombres de den cuenta
que son pecadores. Hace resaltar el pecado y se convierte en el guía que lleva
a los pecadores a Cristo (Gálatas 3: 24).
Por la
fe en Jesús somos salvos. La sangre de Jesús nos limpia todos los pecados. Pero
seguimos siendo pecadores. Somos santos pecadores. No podemos dormirnos en los
laureles. Somos salvos, sí. La salvación recibida por la fe en Jesús, también.
Que no somos lo que llegaremos a ser si no hacemos marcha atrás,
indiscutiblemente. Desde el momento en que nacemos de nuevo como hijos de Dios
por adopción hasta que el momento en que
Jesús nos llame a su presencia tenemos que “ocuparnos
en nuestra salvación con temor y temblor”. La ociosidad no cabe en la vida
cristiana. “Puestos los ojos en Jesús el
Autor y Consumador de la fe” (Hebreos 12: 2), “corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante (Hebreos
12: 1) y, con el apóstol Pablo podamos decir: “He peleado la buena batalla, he
acabad la carrera, he guardado la fe” (2 Timoteo 4: 7).
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