diumenge, 21 de gener del 2024

 

SALMO 89: 15

“Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte, andará oh Señor, a la luz de tu rostro”

En los funerales s acostumbra a utilizar el salmo 23 en el sentido que el difunto es guiado por Jesús, el Buen Pastor, en su camino hacia la eternidad. Cuando el clérigo utiliza el salmo 23 en este sentido, y más cuando el fallecido no es creyente, está engañando a los asistentes al funeral. Con el deceso se sella definitivamente el destino eterno, sea de salvación para los creyentes o de condenación de los incrédulos. Todo lo que se  le puede hacer a una persona es en vida. Una vez fallecida nada se le puede hacer a su favor. Las oraciones por los difuntos son una tomadura de pelo y un engaño satánico.

“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo, tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (v. 4), David, el autor del salmo 23, en su adolescencia pastoreó  las ovejas de su padre, no como asalariado sino como copropietario. Cuando David se enfrenta al terrible Goliat se pone como ejemplo del pastor que pone en peligro su vida para defender a las ovejas de los ataques del oso y del lobo (1 Samuel 12: 34-36).

En el salmo 23 David, el pastor, reconoce que Jesús es el Buen Pastor que en los momentos calamitosos que fueron muchos a lo largo de su vida le aportó la luz para salir victorioso de los muchos valles de sombra de muerte por los que tuvo que atravesar. Si el lector está traspasando por un valle de sombra de muerte, acuda a Jesús el Buen Pastor que le sacará de él.

El indeseable comportamiento de algunos que se dicen ser representantes de Jesús en la Tierra predispone a las personas a rechazarlo. Pero no es solamente el comportamiento indeseable de algunos clérigos lo que hace que los hombres en general rechacen a Dios el Padre y a su Hijo Jesucristo. La principal causa de la animosidad hacia Dios se debe a que en el fondo somos sus enemigos (Romanos 5: 10).

El Evangelio, las Buenas Nuevas de salvación, se transmite oralmente por quienes siendo enemigos de Dios  por la fe en Jesús el Salvador se han convertido en sus amigos. Jesús al inicio de su ministerio público empezó a reclutar a sus discípulos. Uno de ellos fue Felipe que cuando se encontró con Natanael, le dijo: “He encontrado a Jesús de Nazaret”. Natanael le respondió: “¿De Nazaret  puede salir algo bueno?” Felipe le dice: “Ven y ve” (Juan 1: 43-46). Los prejuicios infundados son los que impiden que Jesús el Buen Pastor, cuando andamos en valle de sombra de muerte ilumine el camino para que salgamos de la situación tenebrosa. Si la incredulidad del lector le impide reconocer que Jesús es el Buen Pastor, antes de rechazarle por los prejuicios, vaya a Él y vea con sus propios ojos quien realmente es Jesús.


 

PROVERBIOS 13: 4

“El alma del perezoso desea, y nada alcanza, mas el alma de los diligentes será prosperada”

El informe Pisa que pone al descubierto el fracaso escolar, los políticos se vuelven locos en su afán de descubrir la causa del deterioro de la enseñanza pública. En parte, dicho deterioro se debe a las leyes de los ministerios de educción promulgadas que facilitan pasar curso sin haber aprobado todas las asignaturas  del actual.

La pereza que se da en el ámbito de la educación secular también se encuentra en el terreno de la fe cristiana. El apóstol Pablo escribiendo a los cristianos en Filipos les dice: “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Filipenses 2: 12). El apóstol no está fomentando la salvación por medio de las obras de justicia propia. Se dirige a unos hijos de Dios por adopción por la fe en Jesús que todavía no han alcanzado la perfección del Padre celestial a que han sido llamados. Afirma que “somos hechura suya (de Dios), creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2: 10). Pablo sufrió mucho de parte de los judaizantes, los judíos que se habían hecho cristianos. Éstos enseñaban que los gentiles que se habían convertido a Cristo, para ser salvos, tenían que guardar el sábado y circuncidarse, es decir, tenían que convertirse al judaísmo. El Nuevo Testamento es claro: Por las obras de la Ley nadie se salva. La Ley fue dada para que todos los hombres de den cuenta que son pecadores. Hace resaltar el pecado y se convierte en el guía que lleva a los pecadores a Cristo (Gálatas 3: 24).

Por la fe en Jesús somos salvos. La sangre de Jesús nos limpia todos los pecados. Pero seguimos siendo pecadores. Somos santos pecadores. No podemos dormirnos en los laureles. Somos salvos, sí. La salvación recibida por la fe en Jesús, también. Que no somos lo que llegaremos a ser si no hacemos marcha atrás, indiscutiblemente. Desde el momento en que nacemos de nuevo como hijos de Dios por adopción hasta que el momento  en que Jesús nos llame a su presencia tenemos que “ocuparnos en nuestra salvación con temor y temblor”. La ociosidad no cabe en la vida cristiana. “Puestos los ojos en Jesús el Autor y Consumador de la fe” (Hebreos 12: 2), “corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante (Hebreos 12: 1) y, con el apóstol Pablo podamos decir: “He peleado la  buena batalla, he acabad la carrera, he guardado la fe” (2 Timoteo 4: 7).

 

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