dissabte, 6 de gener del 2024

 

1 SAMUEL 15: 22

“¿Se complace  el Señor tanto en los holocaustos y víctimas, como en obedecer a las palabras del Señor? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios y el prestar atención que la grosura de los carneros”

Las religiones, todas sin excepción, priorizan la obediencia al ritual que a la obediencia  a la Palabra de Dios. Cuanto más barroco y extravagante sea el ceremonial, mucho mejor  pues se cree que con ello Dios se extasiará y escuchará las suplicas de los hombres. ¡Cuán equivocados están quienes con cánticos gregorianos y un ceremonial muy cuidadosamente estudiado y practicado se conseguirá que Dios escuche. El profeta Malaquías escribe: “Habéis hecho cansar al Señor con vuestras palabras”. Quienes oyen las palabras del profeta exclaman asombrados: ¿En qué le hemos cansado? El profeta les responde: “En que decís: Cualquiera que hace el mal agrada al Señor, y en los tales se complace” (2: 17). A pesar de la religiosidad del pueblo el profeta les dice: “Pusiste sobre mí la carga de tus pecados, me fatigaste con tus maldades” (Isaías 43: 24). A pesar de que la liturgia que los israelitas tenían que cumplir al pie de la letra, previo al cumplimiento del ritual tenía que darse el arrepentimiento de los pecados acompañado del firme propósito de no volverlos a cometer. El rey David en su salmo penitencial, escribe: “Entonces te agradarán  los sacrificios de justicia, el holocausto u ofrenda del todo quemada” (Salmo 51: 19).

El Rey Saúl que fue el primer rey de Israel  fue desechado como tal por haber desobedecido el mandato divino de destruir por completo a los amalecitas y por la desobediencia al mandato del Señor de que únicamente los descendientes de Aarón podían ofrecer sacrificios. En este contexto se encuentra el texto que sirve de base a esta meditación: “¿Se complace  el Señor tanto en los holocaustos y víctimas, como en obedecer a las palabras del Señor?”. La respuesta a esta pregunta taxativamente es: NO. Para el Señor es prioritario que se obedezca incondicionalmente su Palabra. Los incondicionales del ceremonial, ¿obedecen la Palabra del Señor? Una de las causas de la desobediencia es que desconocen la Palabra escrita en la Biblia. Ello no es un motivo de excusa porque cada vez que el sacerdote en la misa o en un funeral lee un texto bíblico, la lectura va acompañada de: “Palabra de Dios”. La excusa de no conocer toda la Escritura que es inspirada por Dios (2Timoteo 3: 15), no es válida. Un desconocimiento parcial no exime de su obediencia. La responsabilidad de los hombres de hacer el bien es más exigente cuando la conciencia les dice qué es lo que tienen que hacer y no lo hacen.


 

SALMO 27: 1

“El Señor es mi  luz y mi salvación, ¿de quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida, ¿quién he de atemorizarme?”

El autor del salmo 27 es el rey David que utiliza términos bélicos para describir su lucha espiritual. Nosotros estamos en guerra contra Satanás y tenemos que proveernos de los pertrechos necesarios para salir victoriosos en las escaramuzas que mantenemos con él. Nuestro enemigo es el príncipe de las tinieblas. Si las tinieblas diabólicas nos dominan no podemos  ver sus artimañas y estaremos al alcance de sus cuchilladas. Para el salmista el Señor es su luz, “yo soy la luz del mundo”, dice Jesús, “quien me sigue no andará en tinieblas”. Para David sus victorias bélicas eran las victorias de Dios. Para nosotros nuestras victorias contra Satanás son las victorias de Jesús que con su muerte y resurrección ha vencido definitivamente al enemigo de nuestras almas.

Viviendo en un mundo temporalmente  gobernado por el príncipe de las tinieblas  tenemos muchos enemigos de nuestras almas que nos acechan como leones rugientes para devorarnos: Guerras y rumores de guerras, enfermedades propias y de nuestros familiares íntimos, el desempleo de uno o de  varios familiares próximos…son aguijones en nuestra carne que nos duelen muchísimo. Para David y para nosotros también tendría que serlo: “Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron” (v.2). Cuando resistimos al diablo y huye de nosotros no quiero decir que vaya a olvidarnos de nosotros, no, lo mismo que hizo con Jesús cuando terminó de tentarle “se apartó de Él por un momento” (Lucas 4: 13). Pensemos que volverá a la carga. Tenemos que vivir continuamente fortalecidos en el Señor, con  Jesús con nosotros somos más que vencedores.

“Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón, aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado” (v. 3). Si observamos lo que sucede a nuestro alrededor nos damos cuenta de rostros malhumorados  que manifiestan tristeza, caminan cabizbajos, afligidos por la depresión, por pensamientos que deprimen el alma. En cambio el salmista que confía en el Señor en medio de los asaltos del maligno, sabe con certeza que el Señor le sacará del atolladero.

  

 

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