1 SAMUEL 15: 22
“¿Se complace
el Señor tanto en los holocaustos y víctimas, como en obedecer a las
palabras del Señor? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios y el
prestar atención que la grosura de los carneros”
Las
religiones, todas sin excepción, priorizan la obediencia al ritual que a la
obediencia a la Palabra de Dios. Cuanto
más barroco y extravagante sea el ceremonial, mucho mejor pues se cree que con ello Dios se extasiará y
escuchará las suplicas de los hombres. ¡Cuán equivocados están quienes con
cánticos gregorianos y un ceremonial muy cuidadosamente estudiado y practicado
se conseguirá que Dios escuche. El profeta Malaquías escribe: “Habéis hecho cansar al Señor con vuestras
palabras”. Quienes oyen las palabras del profeta exclaman asombrados: ¿En
qué le hemos cansado? El profeta les responde: “En que decís: Cualquiera que hace el mal agrada al Señor, y en los
tales se complace” (2: 17). A pesar de la religiosidad del pueblo el
profeta les dice: “Pusiste sobre mí la
carga de tus pecados, me fatigaste con tus maldades” (Isaías 43: 24). A
pesar de que la liturgia que los israelitas tenían que cumplir al pie de la
letra, previo al cumplimiento del ritual tenía que darse el arrepentimiento de
los pecados acompañado del firme propósito de no volverlos a cometer. El rey
David en su salmo penitencial, escribe: “Entonces
te agradarán los sacrificios de
justicia, el holocausto u ofrenda del todo quemada” (Salmo 51: 19).
El Rey
Saúl que fue el primer rey de Israel fue desechado como tal por haber
desobedecido el mandato divino de destruir por completo a los amalecitas y por
la desobediencia al mandato del Señor de que únicamente los descendientes de
Aarón podían ofrecer sacrificios. En este contexto se encuentra el texto que
sirve de base a esta meditación: “¿Se
complace el Señor tanto en los
holocaustos y víctimas, como en obedecer a las palabras del Señor?”. La
respuesta a esta pregunta taxativamente es: NO. Para el Señor es prioritario
que se obedezca incondicionalmente su Palabra. Los incondicionales del
ceremonial, ¿obedecen la Palabra del Señor? Una de las causas de la
desobediencia es que desconocen la Palabra escrita en la Biblia. Ello no es un
motivo de excusa porque cada vez que el sacerdote en la misa o en un funeral
lee un texto bíblico, la lectura va acompañada de: “Palabra de Dios”. La excusa
de no conocer toda la Escritura que es inspirada por Dios (2Timoteo 3: 15), no
es válida. Un desconocimiento parcial no exime de su obediencia. La
responsabilidad de los hombres de hacer el bien es más exigente cuando la
conciencia les dice qué es lo que tienen que hacer y no lo hacen.
SALMO 27: 1
“El Señor es mi luz y mi salvación, ¿de quién temeré? El
Señor es la fortaleza de mi vida, ¿quién he de atemorizarme?”
El
autor del salmo 27 es el rey David que utiliza términos bélicos para describir
su lucha espiritual. Nosotros estamos en guerra contra Satanás y tenemos que
proveernos de los pertrechos necesarios para salir victoriosos en las
escaramuzas que mantenemos con él. Nuestro enemigo es el príncipe de las
tinieblas. Si las tinieblas diabólicas nos dominan no podemos ver sus artimañas y estaremos al alcance de
sus cuchilladas. Para el salmista el Señor es su luz, “yo soy la luz del mundo”, dice Jesús, “quien me sigue no andará en tinieblas”. Para David sus victorias
bélicas eran las victorias de Dios. Para nosotros nuestras victorias contra
Satanás son las victorias de Jesús que con su muerte y resurrección ha vencido
definitivamente al enemigo de nuestras almas.
Viviendo
en un mundo temporalmente gobernado por
el príncipe de las tinieblas tenemos
muchos enemigos de nuestras almas que nos acechan como leones rugientes para
devorarnos: Guerras y rumores de guerras, enfermedades propias y de nuestros
familiares íntimos, el desempleo de uno o de
varios familiares próximos…son aguijones en nuestra carne que nos duelen
muchísimo. Para David y para nosotros también tendría que serlo: “Cuando se juntaron contra mí los malignos,
mis angustiadores y mis enemigos, para comer mis carnes, ellos tropezaron y
cayeron” (v.2). Cuando resistimos al diablo y huye de nosotros no quiero
decir que vaya a olvidarnos de nosotros, no, lo mismo que hizo con Jesús cuando
terminó de tentarle “se apartó de Él por
un momento” (Lucas 4: 13). Pensemos que volverá a la carga. Tenemos que
vivir continuamente fortalecidos en el Señor, con Jesús con nosotros somos más que vencedores.
“Aunque un ejército acampe contra mí, no
temerá mi corazón, aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado” (v. 3). Si observamos lo que
sucede a nuestro alrededor nos damos cuenta de rostros malhumorados que manifiestan tristeza, caminan cabizbajos,
afligidos por la depresión, por pensamientos que deprimen el alma. En cambio el
salmista que confía en el Señor en medio de los asaltos del maligno, sabe con
certeza que el Señor le sacará del atolladero.
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