dissabte, 13 de gener del 2024

 

SALMO 119: 143

“Aflicción y angustia se han apoderado de mí, mas tus mandamientos han sido mi delicia”

“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo, tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Salmo 23: 4). Cuando David escribe lo hace con la experiencia de haber sido pastor de ovejas. Cuando el adolescente David se propuso enfrentarse con el temible Goliat le dijo al rey Saúl que le aconsejaba que no lo hiciese porque no podía enfrentarse a un experto soldado experimentado en el uso de las armas. El joven David le dice: “Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre, y cuando venía un león o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo libraba de su boca, y si se levantaba contra mí, yo echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso,  tu siervo lo mataba” (117: Samuel 17: 34-36).

En Juan10: 7, 8, Jesús se presenta como el Buen Pastor que da su vida por las ovejas y hace la distinción entre pastores asalariados  y quienes son propietarios de las ovejas. El pastor asalariado al ver venir el lobo abandona a las ovejas  y la bestia las dispersa y las mata. “Así el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas” (vv. 12, 13). Tenemos que hacernos la pregunta: ¿Cuándo fue que Jesús se convirtió en el Buen Pastor? En la oración sacerdotal que se encuentra en Juan 17, Jesús dirigiéndose al Padre, le dice: “He manifestado tu Nombre a los hombres que del mundo me diste, tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra” (v. 6). Antes de la creación del mundo el Padre escoge un determinado número de personas que da a  su Hijo para que en el cumplimiento del tiempo se haga hombre en la persona de Jesús para salvar al pueblo de Dios de sus pecados (Mateo 1: 21). De los escogidos del Padre para darlos a su Hijo “cuando estaba con ellos en el mundo yo los guardaba en tu Nombre, a los que me diste yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió” (v. 12).

Jesús es el Buen Pastor, no de todos los hombres. Exclusivamente de aquellos que el Padre dio a su Hijo antes e la creación del mundo para que fuese el Buen Pastor que da la vida por las ovejas del Padre.

Cuando el salmista, en el texto que sirve de base para esta meditación escribe: “Aflicción y angustia se han apoderado de mí”, nos está diciendo que ha habido momentos en su vida en que  ha “andado en valle de sombra de muerte…” y que al reconocer que en estas situaciones angustiosas  Jesús es su Buen Pastor que  le “infunde aliento”.


 

SALMO 49: 8

“Porque la redención de su alma es de gran precio y no se logrará jamás”

La religión, sea la católica o la que se distingue con otro nombre, exige a los practicantes que para la salvación los fieles tienen que guardar los preceptos que enseñan. La religión es tan exigente que desde los inicios de la iglesia apostólica, los judaizantes que fueron los judíos que se hicieron cristianos, a la salvación que es exclusivamente por la fe en el Nombre de Jesús que predicaban los apóstoles, se le tenía que añadir: guardar escrupulosamente el sábado, circuncidarse, es decir, que los gentiles que se habían convertido a Cristo tenían que convertirse al judaísmo. Esta enseñanza que se introdujo a hurtadillas en la iglesia apostólica originó fuertes controversias. Finalmente imperó la verdad. Satanás, el padre de la mentira que fue el instigador de esta herejía tuvo que retirarse del escenario con el rabo entre las piernas. Pero no se dio por vencido. En cada época se imagina nuevas variantes de la herejía para intentar introducirse dentro de las iglesias para atrapar a los fieles en sus redes. Esta es una lucha que se mantendrá activa hasta el final del tiempo cuando Satanás y sus diablos serán lanzados en las tinieblas infernales por los siglos de los siglos.

El texto que comentamos dice con toda claridad que la redención del alma tiene un precio tan elevado que no podrá pagarse jamás con obras humanas. Los latigazos a la espalda duelen mucho. En el fondo lo que se esconde es el engreimiento de que con ello se va a conseguir el favor de Dios por el sufrimiento corporal, con prolongados ayunos, peregrinaciones a santuarios de fama. Todo ello no es nada más que variantes que con obras de justicia propia se va a obtener el favor de Dios y con él la salvación eterna. Por mucho que se mortifique el cuerpo hasta enfermar, no se consigue la redención del alma. No se ha conseguido borrar el pecado original que separa de Dios. El único detergente que existe en el mercado y que puede borrarlo y sin dejar ninguna huella es la sangre que Jesús derramó en el Calvario para salvar al pueblo de Dios de sus pecados (1 juan1: 7).

El apóstol Pablo escribe algo que tendríamos que tener siempre bien fresco en la memoria: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio, glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu los cuales son de Dios” (1 Corintios 6: 19, 20). Lo que el texto no dice explícitamente es que el gran precio que se tiene que pagar por la redención del alma, Jesús cuando murió en la cruz lo pagó. La deuda pendiente con Él ha sido totalmente pagada.

 

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