1 REYES 18: 17
“Y cuando Acab vio a Elías, le dijo: Eres tú
el que turbas Israel?”
“vino la
palabra del Señor a Elías, diciendo: Vé, muéstrate a Acab, y yo haré llover
sobre la faz de la tierra” (v.1). Tres años antes el profeta comportándose
como portavoz del Señor, le dijo a Acab: “Vive
el Señor Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá ni lluvia ni
rocío, en estos tres años2 (1 Reyes 17: 1). Transcurridos los tres años de
sequía, el profeta se encuentra con el rey Acab. El encuentro no fue nada
amistoso. El monarca le dijo al hombre de Dios: “¿Eres tú el que perturba a Israel?” Erróneamente el rey culpa al
profeta de la dura sequía que ha arruinado al reino. ¿A quién culpamos hoy del
cambio climático que causa tempestades
destructivas y sequías persistentes que malmeten las cosechas creando graves hambrunas? Las naciones se
acusan mutuamente de no hacer nada para frenar el calentamiento del planeta.
Las personas en vez de frenar el consumo de energías fósiles, hacen oídos
sordos a rebajar su consumo. Ande yo caliente y ríase la gente. Los fines de
semana sobre todo si hay puente, las carreteras se cubren de larga colas de
coches cuyos propietarios buscan solaz. Los aeropuertos, acercándose a los
límites de ocupación por el exceso de pasajeros que buscan disfrutar de exóticos parajes. Los gigantescos
cruceros que surcan los mares transportando
a gente hambrienta de placer. Los gobiernos presionados por las cadenas
hoteleras no se atreven a tomar medidas restrictivas al tránsito de personas
que perjudican la tranquilidad de las
personas que residen en los lugares declarados turísticos.
Jesús
dando por verídico el relato del Diluvio Universal, lo pone como ejemplo de lo
que ocurrirá cuando llegue el cataclismo
final. “Mas como en s días de Noé, así
será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del Diluvio
estaban comiendo y bebiendo, casándose y dándose en casamiento, hasta el día
que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los
llevó a todos, así será también en la venida del Hijo del Hombre” (Mateo
24: 37-39).
Acab,
quitándose las pulgas de encima, culpabiliza al profeta Elías de la sequía que
perturbaba a Israel. La respuesta del profeta es contundente: “Yo no he perturbado a Israel, sino tú y la
casa de tu padre, dejando los mandamientos del Señor y siguiendo a los baales” (v. 18). Hoy
los muchos dioses que se adoran no son las horrorosas imágenes de la antigüedad. El glamour de los
ídolos del espectáculo y del deporte
acaparan nuestra atención Adoramos al dios Mamón, el dios de las riquezas de los caldeos, que nos permite gozar de
todos los placeres que la sociedad de consumo nos ofrece. Pero al Creador que
es quien abre y cierra las compuertas de las aguas celestiales lo tenemos olvidado porque no nos gustan sus
mandamientos. Cuando abramos los ojos al final del tiempo será demasiado tarde
para rectificar.
1 REYES 22: 7, 8
“Y dijo Josafat” (rey de Judá a Acab rey de
Israel), “¿ay aquí algún profeta del
Señor, por el cual consultemos? Y el rey de Isral respondió a Josafat: Aún hay
un varón por el cual podríamos consultar al Señor, Micaías, hijo de Imla, pero
yo le aborrezco, porque nunca profetiza bien, sino solamente el mal”
La verdad no es bien recibida por los malos. Los
perversos huyen de ella como gato escaldado
del agua fría huye. El malvado huye corriendo de ella como si de un
leproso se tratase. Verdad y mentira son tan incompatibles como el día y la
noche.
Acab y
Josafat traman una aventura bélica. Josafat le dice a Acab: “Te ruego que consultes hoy la palabra del
Señor” (v. 5). Acab llamó a consulta a los profetas de Baal que le
aconsejaron. “Sube porque los entregará a mano del señor” (v. 6).
Josafat se da cuenta que los consejeros de Acab no son verdaderos siervos
del Señor. He aquí el motivo por el que Josafat le dice al rey de Israel: “¿Hay aquí algún profeta del Señor por el
cual consultemos?” Acab le responde: “Sí
hay uno al que aborrezco porque nunca profetiza bien, sino solamente el mal”.
La verdad escuece porque descubre el pecado que se esconde en lo profundo del
corazón. Previamente, cuando Acab se encontró con el profeta Elías, le dijo. “¿Eres tú el que turbas Israel?” (1
Reyes 18. 17). Este encuentro entre el profeta y el monarca tuvo lugar en medio
de una sequía de tres años que arruinaba el reino. Elías le respondió: “Yo no he turbado a Israel, sino tú y la
casa de tu padre, dejando los mandamientos del Señor y siguiendo a los baales”(v.
18).
Hoy
nuestro país y muchos otros padecemos una larga sequía que amenaza con arruinar
a los pueblos. Hoy como en el caso de Israel hemos “dejado el mandamiento del Señor” para adorar a los falsos dioses
que las religiones enseñan. Como nos hemos olvidado del Creador de todo lo
existente y Salvador del pueblo de Dios en la persona de su Hijo Jesús hemos
abandonado sus mandamientos. El resultado es el azote del cambio climático y de
tantos otros males que nos deprimen. Siguiendo el necio comportamiento de los
antiguos israelitas de decirles a los profetas del Señor: “No obedeceremos” que concluyó con el reino de Israel arrasado por
Asiria y posteriormente el de Judea por Babilonia. ¿Cómo terminará nuestro
mundo? Muy mal si persistimos en darle la espalda al Padre de nuestro Señor
Jesucristo que en su Hijo muestra su misericordia.
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