MARCOS 15: 15
“Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo,
les soltó Barrabás, y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese
crucificado”
Pilato,
después de interrogar a Jesús llega a la conclusión que “por envidia le habían entregado”
(Mateo 27: 18), los principales sacerdotes y los ancianos. Pilato
tenía en sus manos la posibilidad de ejercer justicia. No era opcional. Era una
obligación hacerlo por ser una autoridad establecida por Dios (Romanos 13: 1).
Pilato deseaba dejar libre a Jesús porque sabía que era inocente de la
acusación presentada por los sacerdotes y los ancianos, pero los querellantes
le dijeron: “Si a éste sueltas, no eres
amigo del Cesar, todo aquel que se hace rey, a Cesar se opone” (Juan 19:
12). Pilato, débil, no se atreve a oponerse a las demandas que le exigen los
sacerdotes, los ancianos y el populacho. Pretende sacudirse de la
responsabilidad de la injusticia que iba a cometer haciendo teatro: “Tomó agua y se lavó las manos delante del
pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo, allá vosotros”
(Mateo 27: 24). Pilato sabía lo que tenía que hacer, pero no lo hizo, por ello “recibirá mayor condenación” (Mateo 23:
14).
Deseo
hacer resaltar del texto que comentamos: “Y
Pilato queriendo satisfacer al pueblo”. La sentencia del Señor es clara: “Así ha dicho el Señor: Maldito el varón que
confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta del
Señor” (Jeremías 17: 5). Si es cierto lo que se dice de Pilato que cayó en
desgracia del emperador y condenado al exilio en la Galia donde se suicidó,
todo aquel que antepone el ejercicio de la justicia satisfaciendo los deseos
malvados de la plebe, más pronto o más tarde caerá sobre él todo el peso de la
Ley de Dios.
El
deseo de Pilato de querer satisfacer el insano deseo del pueblo no es algo
exclusivo de él. Hoy, los presidentes de gobierno buscan el beneplácito de los barones de sus
partidos a la hora de tomar decisiones trascendentales. La justicia no es lo
que prevalece a la hora de tomar decisiones,sino la voluntad de quienes desde
la trastienda mueven los hilos. “La
justicia engrandece a la nación” (Proverbios 14: 34). La justicia que
engrandece a la nación no es el concepto humano de que es justicia. Debido al
pecado del hombre el concepto que se tiene de ella está muy lejos de ser
justicia. Los presidentes de los gobiernos pueden recibir prebendas cuando
dejan el cargo: Ocupar sillones en los consejos de administración de grandes
empresas por los servicios prestados a la Nación durante el tiempo que estuvo
sentado en la butaca presidencial. El juicio que prevalecerá será el de Dios
justo que conociendo al dedillo los más pequeños detalles de su obrar
sentenciará de acuerdo al proceder del político. Dado que Dios no admite
soborno, la excusa de lavarse las manos
para justificar sus decisiones injustas, no servirá de nada. La
sentencia divina será. CULPABLE.
1 SAMUEL 4: 9
“Esforzaos, oh filisteos, y sed hombres, para
que no sirváis a los hebreos, como ellos os han servido a vosotros, sed hombres
y pelead”
Israel
pierde en el primer encuentro con los filisteos. El texto nos dice que murieron
“como cuatro mil hombres” (v. 2).
Cuando los supervivientes regresan al campamento con la cola entre las piernas,
“los ancianos de Israel dijeron. ¿Por qué
nos ha herido hoy el Señor delante de los filisteos? Traigamos nosotros de Silo
el arca del pacto del Señor, para que
viniendo entre nosotros nos salve de la mano de nuestros enemigos” (v. 3).
Dicho y hecho: “Aconteció que cuando el
arca del pacto del Señor llegó al campamento, todo Israel gritó con tan gran
júbilo que la tierra tembló” (v. 5). Cuando los filisteos se enteraron que
el gran clamor de júbilo se debía a que el arca del pacto del Señor había sido
traída al campamento “tuvieron miedo”
porque eran conocedores de que en el pasado el Dios de Israel había liderado
las batallas de su pueblo. Fue entonces cuando se animaron con las palabras del
texto que comentamos. Se vuelven a ver
las caras en el campo de batalla y la derrota de los israelitas fue aplastante:
“Pues cayeron de Israel treinta mil
hombres de a pie. I el arca de Dios fue tomada” (vv. 10, 11). Sucedió lo
que los hebreos tenían que recordar: Su Dios los ayudaría si estaban con Él, en caso contrario los abandonaría en las manos
de sus enemigos. El arca del pacto de Dios simbolizaba la presencia de Dios
entre su pueblo pero no significaba que lo fuese su presencia. La habían
convertido en un amuleto que les traería buena suerte. La ausencia de Dios fue
la causa de la derrota de los israelitas.
Este
relato se encuentra registrado en las páginas de la Biblia para nuestra
enseñanza. La cruz es el símbolo de la muerte de Jesús a favor del pueblo de
Dios. Lo que en su tiempo fue un instrumento de tortura hoy se ha convertido en
un objeto de adorno sin significado alguno. Se es cristiano no porque se lleva
una crucecita de oro colgada del cuello ni que se la lleve como insignia de
autoridad eclesiástica. Se es cristiano por la fe en el Nombre de Jesús como
Señor y Salvador y porque el Espíritu de Cristo mora en el creyente que le
acredita como hijo de Dios.
Una
cruz, sea de adorno o como símbolo de autoridad eclesiástica no sirve de nada a
la hora de enfrentarse a las batallas que se libran en el día a día. Es por
ello que tantas personas que han nacido en un país supuestamente cristiano y
algunas de ellas son muy religiosas viven desastrosamente. El Señor está en sus
labios pero no en su corazón.
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